jueves, 25 de septiembre de 2014

Puerto Rico. Identidades Invisibles (Cuarta Parte) Atrapados en la invisibilidad

Por Marcos Billy Guzmán / marcos.guzman@gfrmedia.com

Puerto Rico y Estados Unidos han aprobado ciertas medidas contra el discrimen de esta población, pero los esfuerzos están detrás de países como Argentina, India y Nepal. (wandaliz.vega@gfrmedia.com)
(Esta historia es la cuarta parte de “Identidades invisibles”, serie de ELNUEVODIA.COM sobre la lucha de la comunidad transexual y transgénero).

Luz tenía fiebre y, cuando comenzó a sentir que ardía por dentro, se preocupó tanto que corrió hacia la sala de emergencia de un hospital de San Juan. Llegó y enfrentó el primer problema cuando empezó a registrarse. ¿Hombre o mujer?”, le preguntaban en un formulario. Dejó ese espacio en blanco, pero la secretaria le indicó que debía precisar su género en los papeles. Con paciencia explicó que ella es transexual y que marcar cualquiera de las dos opciones podía llevar al médico a darle un tratamiento inadecuado. Pasaron dos horas. Nadie llamó su nombre.

Estaba tan enferma que casi se desmaya, pero pudo levantarse y cuestionar por qué no la habían atendido. Media horas después, un hombre se asomó para decirle que, en aquel momento, no tenían ningún médico para atender a “gente como tú”. El resto de los pacientes escucharon la conversación. “Uy”, susurró alguien, seguido por un “¡asco!” de otro desconocido. Narra que se vio atrapada entre insultos. Decidió irse ofendida, humillada, cojeando de dolor.

Luz hoy hace el relato, pero sin dar más detalles de su vida. “Hay mucho estigma. La gente te humilla, incluso cuando no es su intención”, indica. “Pero es más triste que no haya doctores que quieran o puedan ayudarnos. Tampoco tenemos trabajo. Estamos a merced del dolor”, subraya.

Dice que necesita el anonimato para poder sobrevivir y, por esta misma razón, diez personas transexuales o transgénero contactadas para esta serie prefirieron esconder su nombre o no hablar. “Es demasiado peligroso”, justificó alguien. Admitieron, sin embargo, que faltan más leyes que los protejan del discrimen. También lamentaron que la atención que recibe este sector suele enfocarse en la transición, en los genitales, en si tienen o no tienen pene o vagina.

Un vacío peligroso

Pero, ¿cuán desatendida está esta población?

“Las instancias de discriminación son tantas y tantas, desde las agencias de gobierno y las iglesias hasta las escuelas y los hospitales. Es una población socialmente vulnerabilizada. Hay un desconocimiento general y dentro de la misma comunidad LGBTT. Entonces hay una ventana abierta para la desinformación, mitos, discursos estigmatizantes”, expone Sheilla Rodríguez Madera, presidenta de la Asociación de Psicología de Puerto Rico.

De hecho, no existen estadísticas sobre cuántas personas transexuales o transgénero viven en Puerto Rico, por lo que la profesional de la salud realiza investigaciones relacionadas al tema desde el 2000. Lo que ha observado en sus estudios es que los individuos en transición hacia varones “son básicamente invisibles” en la Isla. A eso suma la tendencia de que las mujeres trans “viven en extremos niveles de pobreza y tienen serias dificultades encontrando trabajo”.

En Estados Unidos, el 0.5% de la población es transgénero o transexual, lo que equivale a 1.5 millones de ciudadanos, documentó en junio la revista Time. La mayoría vive en desventaja, según la Encuesta Nacional sobre la Discriminación Transgénero que fue presentada en el 2011. En esta se reveló que el 90% ha enfrentado hostigamiento en el trabajo, mientras que el 80% ha sido acosado en la escuela. El 41% ha tratado de suicidarse.

A pesar de esta alarmante realidad, “menos de un puñado de doctores en la Isla están dispuestos a atender las necesidades” de esta comunidad, según el psicólogo Edward Fankhanel, quien ha trabajado con estas personas durante los pasados 15 años. “Desgraciadamente, no tienen servicios accesibles en el área de la salud física y mental”, lamenta.

La transición de estos individuos se complica por la falta de endocrinólogos, cirujanos plásticos, psiquiatras y especialistas que tengan la preparación y la disposición para ayudarlos. Fankhanel explica que, sin guía, muchos transexuales optan por someterse “al peligro” de procedimientos médicos no regulados, como tratamientos hormonales clandestinos que pueden costarle la vida.

Los efectos psicológicos causados por esa limitación médica pueden ser aún más dañinos. “El transexual es una persona que se siente atrapada en el cuerpo equivocado. Pero no sólo se siente mal por eso, sino también porque dice: ‘Nadie me quiere ayudar. Nadie me comprende’ ”, dice.

Entonces existe el debate sobre si necesitan ser clasificados bajo términos médicos. ¿Deben tener un diagnóstico para recibir servicios de salud o ser protegido en el sistema legal? La interrogante ha generado controversia y aún más preguntas que respuestas.

Pasos “de avanzada”

En medio de esa discusión, distintas instituciones gubernamentales y médicas han ido redefiniendo conceptos.

Por años, la Asociación Estadounidense de Psiquiatría describió a la transexualidad como un “desorden de identidad de género”, concepto sustituido el año pasado por el de “disforia de género”. Este cambio fue aplaudido por quienes consideran que el primero parte de la premisa de que hay algo mal con la identidad del sujeto y que esto, por extensión, perpetúa un estigma.

En mayo de este año, una junta de apelaciones del Departamento de Salud de Estados Unidos también determinó que Medicare no podrá excluir automáticamente, de su cobertura, la cirugía de reasignación de sexo. Así removieron una prohibición impuesta en el 1981, cuando esta intervención quirúrgica era considerada experimental. La reciente decisión explica que dicha exclusión “ya no es razonable”, considerando que esta cirugía es ahora efectiva para personas que no se identifican con su sexo de nacimiento.

Algunos cambios en torno al tema trans han llegado desde la esfera legal. Por ejemplo, el pasado julio, en medio del rechazo recibido por el sector religioso y conservador, el presidente Barack Obama firmó una orden ejecutiva con la cual prohíbe explícitamente que empleados transgénero sean discriminados en el espacio de trabajo del gobierno federal y de sus agencias contratadas.

En Puerto Rico, derivado del Proyecto del Senado 238, la Ley 22 fue aprobada en mayo del año pasado para prohibir el discrimen por orientación sexual o identidad de género en el empleo público o privado. El protocolo que se creó señala “conductas que pueden constituir evidencia de hostigamiento ilegal”. Entre estas está hacer “preguntas de índole personal sobre el cuerpo y cambios físicos” al trabajador y negarle acceso a las instalaciones sanitarias con las que se identifique en términos de género. Algunas empresas han optado por crear baños unisex.

“Este es un paso de avanzada en Puerto Rico porque, por primera vez, se reconoce abiertamente a este grupo, que es el más marginado dentro de la comunidad LGBTT”, manifiesta Mayté Rivera Rodríguez, profesora adjunta de la Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico, donde ofrece cursos de ética, responsabilidad profesional y discrimen por razón de género.

Sin embargo, la abogada recalca que “el tema de los trans es uno poco explorado porque nuestras leyes están arraigadas, por muchos años, al binario de ‘hombre’ y ‘mujer’ ”. Esto, desde su perspectiva, representa el “punto de partida de la marginación en contra de este sector”. En ese sentido, lamenta que, a gran escala cuando se trata específicamente de las personas transexuales y transgénero, el Estado puede estar fallando en su responsabilidad de proteger a las minorías.

“Contra la dignidad”

A pesar de esos pasos, países como Puerto Rico y Estados Unidos parecen enfrentar esta lucha detrás de naciones como Argentina, donde en enero del 2012 se aprobó una ley que permite cambiar el género en documentos oficiales sin la aprobación de un doctor o un juez.

Durante el 2011, Nepal se convirtió en el primer país que integra la categoría de ‘tercer género’ dentro su censo y, el año pasado, incorporó este mismo renglón en sus tarjetas de identificación. India sigue la misma postura luego de que su Corte Suprema reconociera a principios del 2014 que la identificación de género y la orientación sexual son fundamentales en el derecho de libertad y dignidad del ser humano. Desde Alemania hasta Australia, otros gobiernos han fallado a favor de aquellos que no se sienten representados bajo los marcadores de ‘masculino’ ni ‘femenino’.

Entre el rechazo y las críticas, compañías como Facebook también han tomado medidas inclusivas, como cuando esta plataforma -cuya cifra de cibernautas sobrepasa los mil millones en el mundo- añadió a principio de año unas 50 opciones en su marcador de género. No obstante, dicha red social se encuentra este mes en el ojo de la polémica luego de que estableciera que sus usuarios deben presentar su verdadero nombre, según aparece en la licencia de conducir, identificación estudiantil o tarjeta de crédito. Bajo esta medida, el servicio ya cerró varias cuentas en lo que ha sido calificado como un paso atrás e invasivo a la privacidad.

Siguen existiendo murallas para cambiar el sexo en los documentos oficiales. Es algo que algunos ciudadanos estadounidenses han podido hacer en el pasaporte. En Puerto Rico, sin embargo, no es posible cambiar dicho marcador en el certificado de nacimiento. Sin embargo, durante el 2000, el Tribunal Supremo se lo autorizó a Alexandra Andino Torres a través de un mecanismo de sentencia, lo que no crea precedente. Cinco años más tarde, Alexandra Delgado Hernández hizo la misma solicitud, pero el alto foro judicial resolvió que en Puerto Rico esto es ilegal y la decisión quedó establecida mediante opinión, lo que sí establece precedente.

“Se puede cambiar el nombre, pero no el sexo. Eso atenta contra la dignidad y la intimidad de la comunidad transexual. Es violatorio de los principios más elementales de derechos humanos”, señala el abogado Osvaldo Burgos, portavoz del Comité Amplio para la Búsqueda de Equidad.

A modo de ejemplo, Burgos plantea el siguiente escenario: un policía detiene a una persona transgénero y nota una contradicción o incongruencia entre el nombre de la persona y el sexo en su licencia de conducir. “Se expone a que piensen que está usurpando la identidad de otra individuo, a tener que dar explicaciones que realmente no tiene que dar y a ser arrestado”, indica.

Por situaciones como esas, tan reciente como la semana pasada, el representante popular Carlos Hernández López sometió el proyecto de la Cámara 2119, que enmendaría la Ley de Registro Demográfico de Puerto Rico con el fin de que las "personas que se hayan realizado una operación de reasignación de sexo" puedan cambiar su género en el certificado de nacimiento. La propuesta ya cuenta con el rechazo de distintos legisladores.

No obstante, incluso cuando enfrentan discrimen y pudieran reclamar sus derechos, muchos de estos sujetos prefieren mantenerse en silencio para evitar la humillación pública.

“Muchas veces, para ejercitar estos derechos, no tienen recursos, no tienen dinero. También es un proceso de revictimizarse. Algunas (mujeres transexuales) me han dicho: ‘No tengo chavos. No me siento cómoda para ir al Departamento del Trabajo. No quiero ir al tribunal’ ”, explica Joel Ayala Martínez, asesor legal de la Comisión de Derechos Civiles.

El precio de la felicidad

Desde la perspectiva de muchas personas transgénero, la transición con hormonas, ayuda psicológica y/o intervención quirúrgica es necesaria para poder vivir. Entonces, ¿qué hacen cuando no consiguen trabajo y no tienen dinero para pagar ese costoso proceso?

En el caso específico de Esther (nombre ficticio para proteger su identidad), sin apoyo familiar y sin amigos, la prostitución fue la única opción. “Yo no podía vivir viéndome como nene.
 Traté de matarme varias veces y, la última vez que lo intenté, ahí fue que dije: ‘Tengo que ser lo que soy: mujer’. Pero, una vez empecé la transición, nadie me quería dar trabajo y no podía parar el tratamiento, así que vendí mi cuerpo para poder vivir. Ese es el precio de mi felicidad”, confesó.

Lucha diariamente por su identidad, pero también trata de esconderla. “No por miedo”, insiste. “Es para poder sobrevivir”.


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