La activista americana Denise Norris revela los
factores de los que no se habla a la hora de pensar, reclamar y mantener
el trabajo de la gente trans
Por Gus Casals y Gustavo Pecoraro
Denise
es líder global en inclusión de personas trans en el ámbito laboral, en
Accenture, una empresa multinacional con más de 250.000 empleados (5000
de ellxs son personas trans) en 120 países del mundo. Sus orígenes en
el activismo de la Comunidad Trans se remontan a 20 años atrás, con la
fundación de The Transexual Menace y, más recientemente, del Instituto
para el Progreso Económico de Personas Transgénero.
¿Cómo encontrás a la comunidad trans de Argentina?
–Creo que tienen la Ley de Identidad de Género, pero falta trabajar
sobre la real inclusión. Porque existen las igualdades legales y las
igualdades vividas. La igualdad legal puede garantizarnos algunos
derechos pero eso no significa que uno vaya y se compre su casa perfecta
en el barrio perfecto y que los vecinos te reciban con los brazos
abiertos. Lograr eso sería la igualdad vivida.
¿Cuáles son los problemas específicos que se presentan cuando las personas trans logran acceder al trabajo?
–Hay que permitir la entrada de todos pero también se necesita
fomentar prácticas concretas que permitan esa inclusión. El ejemplo más
práctico es una pregunta tan básica como “¿Qué baño usamos las personas
trans?”. Que hagan un solo baño en lugar de dos, compartido, y que sea
utilizable independientemente de la identidad de género de cada persona.
No alcanza con “abrirnos las puertas”, sino que lo importante es lo que
pasa una vez que está abierta. Para incluir laboralmente a las personas
trans hay que cambiar los lugares de trabajo. Además, crear igualdad no
significa que seamos ciegos a la diferencia. Como si tuviéramos que
pensar que “no importa cuál es tu identidad de género, sólo nos importan
tus capacidades”. Porque cuando se mira hacia adentro de los ámbitos
laborales, esto no es cierto. Entonces, como creemos que como personas
trans nos van a discriminar, muchas veces ni golpeamos la puerta.
¿Cómo se afila el lenguaje corporativo para incluir?
–Las personas trans, que tenemos una historia de estar afuera del
sistema, en muchos casos no sabemos el idioma del empleador. Las
empresas, por su parte, no entienden por qué comercialmente sí tiene
sentido ser inclusivas. Algo básico: cuando la gente que está se siente
cómoda en su trabajo, obtiene mejores resultados. Hay que hacerles
entender a las empresas los beneficios de tener trabajadorxs que no
deban preocuparse por esconderse en sus armarios.
Es que el mundo corporativo da mucha desconfianza...
–Cuando hace 20 años completé mi transición pensaba “si tengo
suerte, tal vez consiga trabajo en un McDonald’s”. Igualmente mi ejemplo
no es muy general porque he tenido mucha suerte en lo laboral, por eso
intento transmitir parte de esa suerte al resto, teniendo en claro las
diferencias sociales, regionales, etc. Sin embargo, como integrante de
un colectivo que tiene una historia de opresión y depende mucho del
sistema de bienestar del Estado, debe quedar claro que nuestra pelea no
es por las migas que queden sobre la mesa. Hay tanto esfuerzo en
sobrevivir, en pensar cómo pagar el alquiler, pero si a esa tremenda
energía la pusiéramos en convencer al mundo empresarial de que nos
contrate, tendríamos grandes resultados. Me preocupa que a veces se
espere mucho del Estado, en que la mirada puesta solo en “recibir” puede
hacer desaparecer el elemento de pelea y de salir a buscar la igualdad
activamente.
¿Cómo ves la respuesta de las empresas?
–Tenemos que derribar el mito de que empleadores y trabajadoras
trans no quieren trabajar juntas. Esto no es defender a las
corporaciones, por el contrario, es asumir las responsabilidades de cada
lado. En algunas empresas hay personas que son trans pero que no
completan su transición por miedo. Aquí en Buenos Aires se me acercó
alguien contándome que ella sabía que su identidad era trans pero que
dar ese salto sería perder todo lo que había logrado hasta ahora. Lo que
necesitamos es alentar, dar coraje, apoyar a aquellas que ya están en
una posición de poder, las que pueden hacer un coming out de cualquier
tipo a que lo hagan, a que generen visibilidad, a que demuestren que las
historias de éxitos son posibles.
¿Qué papel debería jugar el Estado?
–En lugar de dar un subsidio para que la gente coma, los Estados
deberían dar dinero para empezar un negocio propio. No como algo que te
regalaron, sino como ayuda para crear algo que es tuyo. A veces cuando
viajo alrededor del mundo para hablar sobre la inclusión laboral trans
en los espacios empresariales, intento demostrar que una persona trans
puede ser exitosa, puede manejarse bien en el mundo corporativo. También
necesito humanizar esto, porque en ciertas partes de Estados Unidos y
en mi entorno corporativo actual, soy una persona más. No soy una súper
mujer. Estuvimos hablando con Lohana Berkins y bromeando sobre ser una
súper trans, y la verdad que yo no me identifico para nada con eso. No
quiero quedar en el lugar de “le fue bien porque tiene una capacidad
distinta”.
¿Te referís al modelo de trans exitosa y única? ¿Las celebridades trans?
Hay que estar alerta con el tema de las celebridades trans: si bien
son un ejemplo positivo, a veces se las ve como súper humanas y entonces
se cree que el éxito les vino porque tienen algo que las distingue del
resto de los mortales.
En tu experiencia, ¿cuál es el prejuicio que pesa más?
–La ignorancia y la desconfianza de cualquiera de los dos lados. La
Human Rights Commission (HRC) arma internacionalmente un ranking de
empresas que tienen políticas de inclusión. La pregunta es ¿por qué una
empresa como Starbucks, que en EE.UU., Asia o Europa tiene una
calificación de excelente por sus políticas de inclusión laboral para el
colectivo, no va a cumplir esas calificaciones acá? Sería interesante
ir a Starbucks y exigir el mismo trato, y en todo caso denunciar ante la
HRC que en Argentina esa misma empresa no califica tan bien. Uso el
ejemplo de Starbucks porque aparte de ser un trabajo básico y que una
persona que no ha podido acceder a los estudios la puede llevar
adelante, cumple una doble función: ir a tomar un café ahí y ver que una
persona trans está atendiendo detrás del mostrador genera visibilidad.
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