sábado, 17 de abril de 2010

Servicios integrales de salud contra estigma y discriminación


Los actos sexuales entre personas del mismo sexo son penalizados en 13 de los 15 estados del Caribe anglosajón: una de las herencias de la colonización británica y sus leyes de sodomía.

El panorama para la población transgénero en el Caribe hispano y francófono no es más halagüeño: la discriminación e invisibilización en los centro de salud, los altos grados de automedicación, la escasa información brindada sobre los procesos de reasignación sexual a personas transgénero masculinas y la negación de cobertura en los planes de salud, aun cuando son similares a las fases de conversión de las transgénero femeninas, son algunas de las denuncias realizadas por organizaciones de la región.


Como consecuencia, uno de los principales reclamos radica en que se implementen programas de salud que mejoren la calidad de la atención a las personas Lesbianas, gays, transgénero y bisexuales (LGTB) que tengan en cuenta las especificidades de cada identidad.


En este sentido la Asociación de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex de América Latina y el Caribe (ILGALac) alerta en un reciente informe, titulado A 40 años de Stonewall Inn: Transfobia, Lesbofobia, Homofobia, Bifobia en Latinoamérica y el Caribe, que “sólo intervenciones aisladas caracterizan este ámbito. Personas gays y trans femeninas han movilizado procesos de sensibilización de personal médico y administrativo, a modo erradicar la discriminación de los centros de salud, lo que ha estado basado en su prevalencia frente al VIH y el sida”.


En busca de soluciones a corto plazo que mejoren el acceso a los servicios de salud, John Walters, médico del privado Centro de Orientación e Investigación Integral (COIN), de República Dominicana, llegó a Cuba para realizar un estudio de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) sobre el acceso a los servicios de salud de poblaciones marginadas en el Caribe, que incluye a las personas transgénero por conformar uno de los grupos más vulnerables de la región.

A su paso por Cuba, Walters indagó sobre el tema entre las personas transgénero vinculadas al Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) en La Habana.


— ¿Hasta ahora cómo evalúa la situación de las personas transgénero en el Caribe?


—Definitivamente es la población más discriminada. Quizás Cuba sea la excepción del Caribe, gracias el trabajo que ha hecho el Cenesex de empoderamiento de esta población porque conoce sus derechos.


Algo tan importante como esto no ha sucedido en el Caribe inglés. Estamos hablando de islas pequeñas donde ser trans es muy difícil, con la excepción de Trinidad y Tobago, Surinam y República Dominicana. En este último país existe una comunidad muy grande y ha habido un cambio de percepción y un mayor empoderamiento que se ha logrado con el apoyo de la psicóloga cubana Mayra Rodríguez Lauzurique, una de las pioneras en el trabajo con esta población en Cuba.


Muchas de estas personas terminan ejerciendo el trabajo sexual a falta de oportunidades. He conversado con trans muy capacitadas que dicen que nadie las va a emplear por su calificación. Eso las lleva a tener necesidades de cuidados médicos muy importantes. Sin embargo, no tienen donde ir ante una infección de transmisión sexual (ITS) o un problema primario de salud.

— Además de los problemas de salud que compartimos todos los seres humanos, ¿qué tipo de situaciones afectan más la salud de las personas transgénero?


—Como muchas veces practican el sexo transaccional o el trabajo sexual, son maltratadas, tienen baja autoestima y eso conduce a comportamientos de riesgo.
He conversado con trans que me han dicho que han tenido sexo sin protección cuando las personas se han mostrado realmente interesadas en ellas, cuando las han atendido bien.

Eso es un reflejo de una baja autoestima.
También tienen necesidad de transformar su cuerpo con cirugías y con hormonas que no están cubiertas dentro del sistema de salud público. Como consecuencia tienen que buscar estos tratamientos a nivel privado que resultan muy costosos. Por este motivo, el trabajo sexual se convierte, a veces, en una manera de cubrir esos gastos. Esta es una necesidad particular de salud de esta población.

— ¿Qué tipos de servicios sueñas para las personas transgénero?


—Hay que pensar en servicios integrales para estas personas porque, cuando ha habido esfuerzos, nos hemos concentrado en la prevención del VIH (virus de inmunodeficiencia humana, causante del sida) y en las ITS. Esto tiene consecuencias en el aumento del estigma y discriminación de esta población porque la vemos como vectores de transmisión. Entonces, cualquier otro problema de salud que tengan no va a estar cuidado.

Sueño con servicios sociales que las atiendan por el rechazo familiar, por la automedicación con hormonas y su dosificación inadecuada y por la violencia cotidiana que las lleva a tener problemas de depresión y a necesitar asistencia médica de urgencia.


Por ejemplo, me ha tocado atender en Santo Domingo a personas trans que en la madrugada son apuñaladas por sus clientes y no tienen asistencia. Todos esos aspectos tendremos que tomarlos en cuenta para diseñar los programas. Nos gustaría llegar ahí. Es un proceso y este estudio esperamos que de resultados concretos.

—Hablabas de una especie de especialización del personal médico y paramédico ¿Por qué?


—El problema muchas veces no es el médico, sino las personas que tienen que ver antes de llegar a él. Puede ser desde una recepcionista hasta la enfermera. Es ahí donde están las barreras. Hay que tomar eso en cuenta cuando se hagan las sensibilizaciones con el personal. En sondeos realizados, este tipo de personal han sido señalado como las “personas problemáticas”.


En Trinidad y Tobago, la Asociación de Planificación Familiar es muy progresista y empezó un programa para trabajadores sexuales. El historial clínico estaba muy enfocado en la mujer que asistía para planificación familiar. Luego, me invitaron para revisar cómo estaban manejando el tema de las ITS/VIH/sida, y si realmente estaban haciendo evaluación de riego adecuada.

A raíz de los resultados se hicieron una serie de adaptaciones en los protocolos porque el grado de riesgo es diferente para cada grupo. Así el programa incluyó a trans y abrió necesidad de otros servicios y se comenzó a reconocer la necesidad de ampliar el programa.


—¿Crees que las legislaciones específicas para este grupo ayudarán a que se resuelva el problema del acceso a la salud?


—Es un paso en una buena dirección porque generalmente decimos que hay transgéneros. Sin embargo, ninguna de las categorías capta la diversidad existente. Es importante reconocer que existen transgéneros masculinos y femeninos.

Hay muchos problemas con la terminología porque incluso entre especialistas los mismos términos tienen diferentes significaciones y puede ser bastante confuso.


Me gusta hablar de trans de manera general porque implica que no es ni una cosa ni otra y capta una serie de subpoblaciones que no se sienten identificadas con su sexo biológico. Es importante reconocer esa manera de definirse porque sino caemos en errores de programación.

Me acuerdo que conversé con un trans de mujer a hombre que estaba en una discoteca gay y la habían abordado unos promotores de salud que consideraron que era un joven gay y le hablaron de sexo seguro. Esa persona me dice que se sintió molesta porque nadie se preocupó por preguntar quién era.


Si uno no contempla el género vamos a seguir cometiendo errores. Esa persona se fue de la discoteca sin la información que le podía ayudar.
Tengo un paciente trans que cuando era pequeño todos pensaban que era gay, a pesar de que siempre le gustaron sexualmente las mujeres. En términos de orientación sexual sería lesbiana.

—Indagas sobre la relación entre mayor apoyo social y percepción de riego ante el VIH/sida, ¿por qué?


—Una de las cosas que se han dicho es un arma de doble filo porque gracias al hecho de que están accediendo a antirretrovirales y tratamientos ha existido un cambio en el enfoque en el que el VIH no se ha visto como un problema de salud mayor, y con eso viene un cambio de comportamiento porque todos sabemos que no es fácil llevar las cosas como hay que hacerlo en estos tiempos de VIH. Muchas veces sucede que cuando empiezan a ver el VIH como una enfermedad crónica tienen cambios de comportamiento muy riesgosos y son menos vigilantes. Eso es preocupante.


—¿Cuál es el saldo del encuentro con las personas transgénero que entrevistaste en el Cenesex?


—Básicamente, la preocupación mayor que tienen es en cuanto a los aspectos de transformación del cuerpo.
Cuando alguien se pone esto como planteamiento principal sugiere que muchos de los problemas de base de salud están resueltos y eso habla acerca del buen trabajo del Cenesex.

Obviamente, esto es muy importante para cualquier persona trans en el Caribe o en la India, porque cuando más pasable eres en la identidad sexual que has asumido menos problemas tienes. (2010)


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