viernes, 23 de diciembre de 2011

España – Mujer transexual de Canarias, años combatiendo el Sida y la marginación

Se le hace tarde y lo sabe. Su enfermedad le acosa y su salud se resiente a pasos agigantados: Manoli Trujillo Guedes, 39 años, mujer transexual, sufre VHI-Sida desde hace 17 cuando tenía 22, un diagnóstico el suyo que con los años se hizo resistentes a los retrovirales y que le ha situado de forma permanente en el filo de la navaja. De hecho, desde hace tres años, Manoli recibe un tratamiento médico cuyos fármacos son de «uso compasivo» y que se enviaban directamente desde los EE.UU. al SCS pero ya se comercializan en España. «Mi médico me dice que me cuide mucho porque si me organismo se hace también resistente a ellos, pues eso…».

Canarias7/Diario Digital Transexual-. Manoli vive en un barracón de latón y tiene por vecino las inclemencias del tiempo, el azufre de los tomateros que se cuela por las rendijas, ratas y un piso que se hunde, como su salud. Para ella todos los cuidados médicos y de convivencia son pocos para evitar que la enfermedad explosione y acabe con su vida. «Soy una de veteranas de sida…», comenta echándole humor a su estado.

Sin inconvenientes. La atención médica que Manoli recibe en la Unidad de Infecciosos del Hospital Universitario Insular del SCS es magnífica y gracias a ello ha podido rebasar situaciones de salud que le han colocado al borde de la muerte en dos ocasiones, 2006 y 2008.

Pero sin embargo no ha recibido la misma generosidad por parte de la administración municipal de San Bartolomé de Tirajana, municipio en el que habita, ni del Gobierno canario para poder disponer de una vivienda que le permita combatir su estado de salud en condiciones de dignidad. No sabe bien las razones de ese rechazo, ni tampoco por qué vecinos suyos han sido agraciados con una viviendas y a ella, «que estoy muy malita», ni «puto caso».

Cuando el olor de azufre con el que fumigan los tomateros, a cincuenta metros de su vivienda, se cuela por las rendijas del barracón Manoli se mete en el baño diminuto para proteger mínimamente sus enfermos pulmones. «¡No hables, no hables…!…¡escucha…!», dice.

Los ratones se han instalado en el techo del barracón y sus carreras se escuchan con nitidez.

Lo cierto es que frente a esta situación nadie, ningún político de su ayuntamiento, especialmente Mari Pino Torres, una excaldesa que conoce bien la situación que sufre Manoli, ha movido un dedo.

Sectarismo. Manoli sabe que a los políticos no les hace mucha gracia que los medios se hagan eco de la marginación y el sectarismo del que ha sido objeto, tal vez por su condición de transexual. «Un día fui me enfadé mucho y me fui al ayuntamiento. Es que otra vez me habían dejado fuera de las listas. Les dije que eran unos sinvergüenzas y eso me cerró más puertas pero es que ya no sé qué hacer».

Los Amigos Contra el Sida de Vecindario han batallado en los despachos para que Manoli tenga, por fin, un techo pero han salido con el fracaso bajo el brazo. «Promesas, promesas y mentiras. Nada…».

Manoli habla poco pero se expresa aunque cuando más cómoda – Mi DNI dice que soy una mujer, así que trátame con en femenino» -se siente es cuando saca decenas de informes médicos, recursos y peticiones. «Llevo más de 15 años viviendo así y se más de papeles que una gestoría. Al año que me dijeron que tenía sida, en 1994, me tuve que ir a vivir a una cuartería. Tenía 24 años, un chiquillo, y ni una peseta. Allí viví hasta que el ayuntamiento las tiró abajo y me dijeron que me metiera en este barracón solo por un par de meses. Han pasado 14 años y aquí sigo».

Ignorancia. Cuenta Manoli que su sida es producto de la ignorancia, de la falta de precauciones.

Cuando tenía 22 años, en 1994, se fue a Lanzarote para trabajar y reunir el dinero que le permitiera ponerse pechos: «Ejercí la prostitución, no lo niego. Cuando tenía el dinero suficiente me vine a Las Palmas para operarme. En el primer análisis me dijeron que tenía sida; recuerdo que yo no sabía bien qué enfermedad era ésa pero tenía claro que era algo malo. Mi pobre madre fue conmigo y lloramos las dos. Desde ese día cambió para siempre mi vida, por siempre le a la gente que tome precauciones para que les pase lo mismo que me pasó a mí».


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