En cumplimiento de un fallo judicial, la actriz recibió el documento que la identifica como una mujer llamada Florencia Trinidad, sin exigirle una intervención quirúrgica. También le entregaron una nueva partida de nacimiento.
“Una se acostumbra al documento”, decía la actriz Florencia de la V a primera hora de la mañana en un bar, mientras repasaba dos páginas de un texto que escribió y reescribió durante días para cuando llegara el momento. Tiempo había tenido. Fueron, primero, dos mañanas de esperas y ceremonias postergadas porque la coyuntura (Villa Soldati, las tomas, las conferencias de prensa) se imponía.
Claro que posiblemente sea más riguroso decir que fueron 35 años los que debió esperar, pero ayer por la tarde finalmente sucedió: el Estado reconoció la identidad de género que ella se construyó, y le expidió el DNI acorde. De impecable vestidito negro, tacos exigentes y sonrisa radiante, al caer la tarde, Florencia de la V recibía el documento que la identifica como una mujer llamada Florencia Trinidad, nacida en marzo de 1975, en Monte Grande. La partida de nacimiento, que reproduce los datos registrados en el libro del Registro Civil, sostienen lo mismo.
Fue un hito para ella, pero también para el concepto de ciudadanía y derechos civiles: el fallo que ordenó modificar los datos con que fue inscripta como ciudadana reconoce que el cambio debe hacerse por respetar la identidad como derecho humano. La resolución judicial, pionera en su tipo, sobrevino tras una acción de amparo presentada por la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans (Falgbt) y la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de Argentina (Attta), y sigue los lineamientos de los proyectos de ley sobre identidad de género presentados en el Congreso por la misma asociación.
La diferencia entre el caso de Florencia Trinidad y sus predecesores es abismal: a ella, la Justicia no le exigió pericias psiquiátricas y médicas para alegar una enfermedad (la disforia de género) capaz de justificar el cambio de los datos registrales. En su caso, el DNI no se le expidió a condición de que se sometiera a una intervención quirúrgica de reasignación de sexo. Tampoco tiene que acudir a controles periódicos, ordenados por el tribunal, realizados en instituciones médicas. Florencia de la V no tuvo que explicar más que una cosa: que tener documentos acordes con la identidad de género que supo construirse en la vida es su derecho. La argumentación es la misma que sustenta los proyectos de ley ingresados en la Cámara de Diputados, con la presentación de la FALGBT y ATTTA. Las iniciativas cuentan con estado parlamentario, y muy posiblemente sean tratadas durante el primer semestre de 2011.
“Hoy, tiempo de emoción y reconocimiento”, había escrito Florencia. Pensaba leer esas palabras el viernes pasado, pero la ocasión debió postergarse. Había llegado hasta Casa Rosada bajo la lluvia intempestiva. “¿Cómo están, chicos?”, había preguntado a los policías destacados en Plaza de Mayo. “Mal, Flor, mojados”, respondían los oficiales con ánimo de berrinche.
Un poco antes, María Rachid, en representación del Programa Nacional de Diversidad Sexual, había sostenido la nueva partida de nacimiento de Florencia con una frase lapidaria: “¿Ves? Naciste de nuevo”. Pero, sin embargo, ese día tuvo que esperar. Ayer en la mañana también: se imponía, una vez más, la coyuntura. A la tarde, finalmente sucedía.
La actriz recibió los dos nuevos documentos (la libreta y la tarjeta), cada uno de manos diferentes: del jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, uno, del ministro del Interior, Florencio Randazzo, el otro. Observaban, también finalmente, el presidente de la Falgbt, Esteban Paulón, la coordinadora de Attta Marcela Romero, la abogada trans Mariana Casas, activistas y referentes jurídicos LGBT.
Florencia llevaba en la cartera las dos hojas que había escrito, impreso y repasado con devoción. “No quiero que me quede nada sin decir –había explicado a esta cronista horas antes–. Es un momento muy importante y no sólo para mí.”
Decía:
“Los que gustan polarizar las opiniones políticas de quienes somos populares en ‘pro o anti’ deberían saber de una buena vez que hacer política es hacer historia, y que cuando este Gobierno pase, cuando esta generación pase, e incluso cuando todos los que estamos de paso en esta vida pasemos, miles de personas que fueron durante tantos años humilladas por su sexualidad podrán ya caminar por la senda que transitan los países verdaderamente civilizados, aquellos que tratan a todos sus ciudadanos como iguales”.
“Una se acostumbra al documento”, decía la actriz Florencia de la V a primera hora de la mañana en un bar, mientras repasaba dos páginas de un texto que escribió y reescribió durante días para cuando llegara el momento. Tiempo había tenido. Fueron, primero, dos mañanas de esperas y ceremonias postergadas porque la coyuntura (Villa Soldati, las tomas, las conferencias de prensa) se imponía.
Claro que posiblemente sea más riguroso decir que fueron 35 años los que debió esperar, pero ayer por la tarde finalmente sucedió: el Estado reconoció la identidad de género que ella se construyó, y le expidió el DNI acorde. De impecable vestidito negro, tacos exigentes y sonrisa radiante, al caer la tarde, Florencia de la V recibía el documento que la identifica como una mujer llamada Florencia Trinidad, nacida en marzo de 1975, en Monte Grande. La partida de nacimiento, que reproduce los datos registrados en el libro del Registro Civil, sostienen lo mismo.
Fue un hito para ella, pero también para el concepto de ciudadanía y derechos civiles: el fallo que ordenó modificar los datos con que fue inscripta como ciudadana reconoce que el cambio debe hacerse por respetar la identidad como derecho humano. La resolución judicial, pionera en su tipo, sobrevino tras una acción de amparo presentada por la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans (Falgbt) y la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de Argentina (Attta), y sigue los lineamientos de los proyectos de ley sobre identidad de género presentados en el Congreso por la misma asociación.
La diferencia entre el caso de Florencia Trinidad y sus predecesores es abismal: a ella, la Justicia no le exigió pericias psiquiátricas y médicas para alegar una enfermedad (la disforia de género) capaz de justificar el cambio de los datos registrales. En su caso, el DNI no se le expidió a condición de que se sometiera a una intervención quirúrgica de reasignación de sexo. Tampoco tiene que acudir a controles periódicos, ordenados por el tribunal, realizados en instituciones médicas. Florencia de la V no tuvo que explicar más que una cosa: que tener documentos acordes con la identidad de género que supo construirse en la vida es su derecho. La argumentación es la misma que sustenta los proyectos de ley ingresados en la Cámara de Diputados, con la presentación de la FALGBT y ATTTA. Las iniciativas cuentan con estado parlamentario, y muy posiblemente sean tratadas durante el primer semestre de 2011.
“Hoy, tiempo de emoción y reconocimiento”, había escrito Florencia. Pensaba leer esas palabras el viernes pasado, pero la ocasión debió postergarse. Había llegado hasta Casa Rosada bajo la lluvia intempestiva. “¿Cómo están, chicos?”, había preguntado a los policías destacados en Plaza de Mayo. “Mal, Flor, mojados”, respondían los oficiales con ánimo de berrinche.
Un poco antes, María Rachid, en representación del Programa Nacional de Diversidad Sexual, había sostenido la nueva partida de nacimiento de Florencia con una frase lapidaria: “¿Ves? Naciste de nuevo”. Pero, sin embargo, ese día tuvo que esperar. Ayer en la mañana también: se imponía, una vez más, la coyuntura. A la tarde, finalmente sucedía.
La actriz recibió los dos nuevos documentos (la libreta y la tarjeta), cada uno de manos diferentes: del jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, uno, del ministro del Interior, Florencio Randazzo, el otro. Observaban, también finalmente, el presidente de la Falgbt, Esteban Paulón, la coordinadora de Attta Marcela Romero, la abogada trans Mariana Casas, activistas y referentes jurídicos LGBT.
Florencia llevaba en la cartera las dos hojas que había escrito, impreso y repasado con devoción. “No quiero que me quede nada sin decir –había explicado a esta cronista horas antes–. Es un momento muy importante y no sólo para mí.”
Decía:
“Los que gustan polarizar las opiniones políticas de quienes somos populares en ‘pro o anti’ deberían saber de una buena vez que hacer política es hacer historia, y que cuando este Gobierno pase, cuando esta generación pase, e incluso cuando todos los que estamos de paso en esta vida pasemos, miles de personas que fueron durante tantos años humilladas por su sexualidad podrán ya caminar por la senda que transitan los países verdaderamente civilizados, aquellos que tratan a todos sus ciudadanos como iguales”.
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