¿Qué sentiríamos si uno de nuestros hijos o hijas nos dijeran, ya con cierta edad, que no se sienten niño, sino niña, o viceversa? ¿Qué pasaría si ese niño o niña se hiciera adolescente y persistiera en sus sentimientos de estar encerrado en un cuerpo que no le pertenece?
Hay padres y madres que van a reprimir desde el principio ese tipo de inclinaciones. Pero también hay otros que van a procurar ser comprensivos. ¿En qué medida? Si un niño de seis años dice que desea salir a la calle con vestidos y peinados de chica, ¿le dejaremos hacerlo?Cuando la identidad de género de una persona no se corresponde con el género que le fue asignado al nacer, esto se conoce como transgénero. Estos días se ha podido ver en un canal de televisión nacional de los Estados Unidos un programa que explicaba varios casos en este sentido, con niños pequeños y adultos testimoniando su -corta o larga- lucha interior con la asignación de los roles; también por supuesto, los sentimientos y reacciones de sus padres.
Está el caso de Jack, un niño de 10 años que ahora es conocido como Jackie, se viste como niña y se maquilla. Hace lo que antes hacía a escondidas de sus padres, y esto gracias a su comprensión. En poco tiempo, Jackie probará un tratamiento que bloquea la pubertad, para que su cuerpo no se desarrolle como el de un chico.
O la historia de Dyson, quien desde los dos años se aficionó a probarse los disfraces de su hermana. Al principio, como juego, los padres lo toleraron. Más recientemente, la cosa se ha puesto seria: tiene cinco años y se llama a sí mismo "el chico princesa". La experiencia de vivir con este pequeño le ha enseñado, dice su madre, mucho sobre la capacidad de aceptación y los roles de género que se imponen sobre las personas desde que nacen.
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También hemos podido conocer a Tanya, una chica que conforme se fue haciendo mayor no podía ocultar su inclinación por todo tipo de actitudes masculinas. Llegó incluso a integrarse en un equipo de rugby con sus compañeros de la Secundaria. Hoy, ya mayor, nadie podría decir que fue una mujer en otro tiempo. Su madre, quien al principio no la entendía, es la primera persona que le llama por su nuevo nombre.
Desde luego, ser hombre o mujer no depende de jugar a ciertos deportes o ponerse cierta ropa. ¿Cómo reaccionaríamos nosotros ante un caso así, en nuestra propia casa?
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