miércoles, 30 de enero de 2008

Nuevamente sobre los "conceptos": Una nueva advertencia

El “sexo”, el “género”, lo “transgénero” y la “preferencia sexual” son, quizás, los temas más en común pero con diferentes significados, que tienen las opiniones entendidas sobre nuestra condición, y que yo las he reagrupado, quizás de manera arbitraria, en tan solo dos visiones o paradigmas. De la “preferencia”, “gusto” u “orientación sexual”, prefiero hablar después, ya que creo que puede ser mejor entendida luego de tratar el siguiente tema: el de los tipos de “conducta” e “identidades” que se estos “paradigmas” parecen agrupar bajo el término global de lo “transgénero”.

Y esta es, precisamente, la preocupación más directa e inmediata que nos surge en nuestra condición. ¿Qué es lo que significa el ser “fetichista”, “travesti”, “transgénero” o “transexual”?. Estos grandes “clasificaciones” ¿tienen subdivisiones, subgrupos y variantes?, ¿que es una chica “crossdreser”, “shemale”, “drag queen”?

Antes de comentar el tema se me hace necesario volver a insistir el por que y cómo escribo sobre esto. En primer lugar, ya hemos dicho no deben considerarse estos conceptos o términos como “etiquetas” donde “calzar” nuestra experiencia, sino al revés, como estas definiciones nos ayudan a comprender nuestra trayectoria de vida, de dónde venimos, que pensamos y sentimos ahora, y hacía donde estamos yendo o podemos ir. En segundo lugar, si los términos nos son confusos, y eso es lo más normal del mundo, es bueno tener claro, sin mucho “palabreo” ni “verborrea” técnica, cuáles son los criterios sobre los que basan las entendidas y los entendidos para referirse a estas conductas e identidades y cuáles serian los aspectos fundamentales (si los hay) que puedan establecer diferencias entre cada uno de estos términos.

En tercer lugar, debe tenerse en consideración que lo yo que busco, es una precisión de los términos en función de su utilidad para explorar mis sentimientos y estar, más o menos segura de mi autodefinición, para que ésta no sea tan subjetiva y arbitraria (¿Por qué “mujer” transgénero?), pero no creo que pueda existir una separación tajante en la realidad de nuestra propia experiencia de vida: no sólo estamos en constante cambio sino que cambiamos manteniendo cosas de nuestro anterior estado y adquiriendo y afirmando nuevas sensibilidades, en función a cómo avanzamos sobre los obstáculos y prejuicios sociales, y en la medida que vamos superando aquellos obstáculos que creíamos “éticos”, “morales” o “religiosos” en nuestro fuero “interno”, y sobre todo, esos terribles “sentimientos de culpa”, con respecto a esposas, hijos, familiares y amigos.

Pero no solo eso, si no que a veces nos equivocamos y nos arrepentimos cuando hemos ido más lejos de lo que realmente queríamos o podíamos. Piénsese tan sólo en aquellos casos de personas que se asumieron así mismas como “transexuales” y llevaron a cabo una CRS (Cirugía de Reasignación Sexual), en criollo: “se operaron”, y luego se arrepintieron de esa decisión. De hecho es una exageración mía, pero quizás, si hubiesen sabido como ahora, que una “mujer transexual” es tan mujer y femenina como lo es una “mujer transgénero”, no hubiesen tomado esa decisión, o en todo caso, hubiesen medido mucho mejor sus expectativas. Pero igual puede suceder a una persona “crossdresser” o “travesti de closet” que, por ejemplo, decida pasar ser “full time”.

En síntesis, estos términos NO SIRVEN como “casilleros” para poder “encajar” nuestra experiencia, simplemente por que nuestra experiencia es mucho más rica y compleja y definitivamente no puede encajarse perfectamente en tales “clasificaciones”, pero si nos son útiles para explorar nuestros sentimientos y nuestras identidades….nuestra propia personalidad.
Buen

lunes, 28 de enero de 2008

Paradigmas. "Transgénero" como concepto. 2


Para el segundo “paradigma”, es un hecho muy oculto y raramente mencionado el que existan algunos chicos, aparentemente normales, que para nada son varones, y en realidad tendrían que haber sido mujeres. A pesar de que poseen los genes XY normales, genitales masculinos normales, y que han sido educados como niños, a pesar de todo esto, poseen los sentimientos genéricos, las sensaciones corporales y la identidad genérica de chicas. De manera similar, algunas chicas no lo son en realidad, y deberían haber sido chicos. No sucede muy seguido, pero sucede. Y así ha sido siempre.

Quizás en uno de cada 200 o 400 nacimientos algo ocurrió en las etapas tempranas de la gestación de tal manera que las hormonas sexuales no tuvieron la acción usual en la integración del cerebro del feto. En estos casos, los niños nacen con un sexo neurológico y una identidad de género innata opuesta a la que indican sus genes y sus genitales. Este es el caso de las personas transgénero. En muchos casos, quizás en uno de cada 50 niños, parece ser que este "efecto transgenérico" está presente en cierto grado pero es menos pronunciado y esto ocurre tanto en chicos como en chicas.

Tengo la impresión de que se han separados dos perspectivas distintas dentro de esta mismo “paradigma” con respecto al concepto “transgénero”.

Un ejemplo de la primera variante la ubicó en los textos de la página de Linn Conway. Aquí existe una aceptación del uso del término “transgénero” para englobar a todas aquellas personas que independientemente de su conducta, de alguna manera y en algún grado, han sido afectadas por este problema prenatal. Pareciera que esta variante, que antes consideraba como “afectadas” a tan sólo a las personas “transexuales”, y por tanto, las únicas que validamente poseían estos sentimientos femeninos, al punto de considerarse efectivamente como “mujeres” (aunque “atrapadas en un cuerpo de hombre”), se ha “abierto” hasta aceptar utilizar el término “transgénero” para incluir la experiencia de personas “travestis” y personas “transgenéricas” (en el sentido especifico del término del primer “paradigma”).

Ahora, aún aquellas personas que no rechazan sus órganos masculinos o no se plantean su modificación mediante una intervención quirúrgica, es decir, aunque no tengan “Disforia de Genero” o el “Síndrome de Harry Benjamin”, son consideradas como personas “transgénero” (en la medida en que denotan, en algún grado, esos sentimientos genéricos opuestos). En tal sentido, esta “tolerancia” y “apertura” se expresa en el hecho de que ahora consideran a todas estas personas “transgénero” como “mujeres transgénero”, incluyendo a las chicas “transexuales”, que ahora pasan a ser consideradas, no las únicas, sino como las más afectadas por ese “efecto transgénerico”. En resumen, así como en primer “paradigma” la idea clave es el género, para esta variante, la idea principal es este “efecto transgenérico” innato.

Este no es el caso de la segunda variante, la cual rechaza el término “transgénero” pues, para esta perspectiva, no se trata de ningún cruce o transposición de un género a otro, sino que asume el concepto de “intersexualidad”. Se llama personas “intersexuales” a aquellas que estando proyectadas durante el proceso de gestación para nacer de un determinado “sexo” (en este caso, mujeres por ejemplo), nacieron con órganos sexuales con características difíciles de determinar. Se trata pues de de una “falla biológica”. Para esta variante, existen un número de personas que estando proyectados para nacer de un determinado sexo (nuevamente, p.e., en mujeres), nacieron con órganos sexuales pertenecientes al otro “sexo”.

Debido a que ésta “incongruencia” tiene por origen una “falla” biológico-natural, su situación no puede ser llamada “transgenérica” sino corresponde ubicarla dentro de los múltiples casos de “intersexualidad”. En tal sentido, las personas que sufren “Disforia de Generó” o el llamado “Síndrome de Harry Benjamín” (SHB), no deben ser llamadas ni “transgenéricas” ni mucho menos “transexuales”, sino específicamente “intersexuales”. Desde esta perspectiva, las personas travestis y transexuales, mas bien, son casos de personas que expresan femeninamente su homosexualidad latente, siendo en realidad, simplemente varones.

En la medida en tanto el primer “paradigma” como el segundo, utilizan el término o concepto “transgénero” en un sentido “englobador”, seria importante ver cómo ellos definen a las personas o identidades, conductas o comportamientos sexuales, que están “englobando”, esto es, cómo ven y cómo definen a las personas “fetichistas”, “travestis”, “transgénero” (en el sentido especifico) y “transexuales”.



domingo, 27 de enero de 2008

Paradigmas. "Transgénero" como concepto. 1


El concepto “transgénero” es una palabra relativamente nueva que seguramente no se encontrará en el diccionario, por lo menos actualmente. Para quien la ha escuchado ya, la palabra le puede traer a la mente las imágenes de “travestis”, “transexuales” y figuras andróginas.

Se cree que el concepto de “transgénero” ( o “cross gender” en ingles) fue acuñado en la década de los 70's por Virginia Prince, una persona travesti, doctor en ciencia que en la década de los 60´s creó la primera revista para “travestis heterosexuales” y que más tarde fundaría decenas de clubes para hombres que gustaban de expresar está faceta femenina, lo que les permitió darse cuenta que no tenían de que avergonzarse, que no estaban enfermos, ni eran “pervertidos”, empezando a orgnizarse y a luchar por sus derechos, como despues lo harían las personas transexuales. Esos grupos permitieron la investigación de está conducta de la que se sabía muy poco, y es posible que entre estos activistas se empezara a generalizar el uso de la palabra “transgénero”, para referirse a cualquier persona que pasará de un género a otro, por lo que al hablar de “transgénero” se englobó con esta palabra, tanto a “travestis”, como a “transexuales”, y a cualquier otra conducta parecida o intermedia. La clave estaba en el concepto o idea de "género".

No hay un acuerdo final sobre que factores están involucrados en la conducta transgenérica. Hay dos escuelas mayores en conflicto, una enfatiza la naturaleza y la otra la crianza y muchos encuentran la respuesta en varias combinaciones de los dos. Aquellos que enfatizan la naturaleza no solamente miran las variaciones cromosómicas como XXY o X sencilla u otras, sino la influencia de hormonas y otros factores en la embriología.

Sin embargo, para el primer “paradigma”, el mayor desafío para el enfoque psiquiátrico vino de una nueva generación de científicos sociales y de la conducta, quienes desafiaron la medicalización de muchas de las conductas sexuales, colocando como la clave del desafío, el desarrollo del concepto del género. Desde esta perspectiva científico social, por lo general, la ropa y la decoración del cuerpo son los mayores símbolos del género y permiten a la gente (hombres y mujeres) identificar inmediatamente el rol de género de los otros. Hay, sin embargo, otros símbolos, incluyendo manerismos, modo de andar, elección ocupacional y orientación sexual, que hacen parte de su sexualidad. La mayoría de la gente es coincidente con su género, osea, con su “identidad de género”, su “rol de género”, y todas las manifestaciones simbólicas del género, estableciéndose relaciones armoniosas (yo le llamo “de correspondencia”. Cristina) entre su “sexo” y su “genero”.

Pero es un hecho indiscutible e irrebatible de la realidad, que hay una minoría de la población humana que de alguna manera, falla en conformar esas relaciones armoniosas, quizás entre el diez y quince por ciento de la población, dependiendo de cómo uno define la inconformidad con el género. Pero debido a que las definiciones médicas varían mucho, las categorías de diagnóstico largamente favorecidas por la comunidad médica, simplemente no deberían ser más usadas. Tales definiciones fueron hechas cuando la comunidad médica (prejuiciada y con poca información) y la sociedad en general, tienden a creer en un "esencialismo dimórfico sexual". Esto es, que “machos” y “hembras” de la especie deberían exhibir un sexo erótico congruente y características de género congruente con su “sexo”, porque su biología o la naturaleza dada por Dios, era así.

Sin embargo, esta presunción, si uno excava debajo de la superficie y va más allá de lo que comunmente se acepta, no es valida ni en el pasado, ni en el presente. Llamar simplemente a estas personas quienes no se ajustan claramente en las cajas de género de masculino y femenino, como simplemente no conformistas con su genero, implica que ellos deliberadamente violan premeditadamente las normas de la sociedad. Pero no siendo este el caso, la mayoría de los científicos sexuales empezó a usar el término “cross gender” o cada vez más “transgénero”, para evitar este prejuicio. Sin importar que termino se use, los individuos involucrados, no necesariamente se ajustan claramente en las categorías de “masculino” o “femenino”, o bien su conducta no es totalmente congruente con las reglas y expectativas de "genero" que para su “sexo”, se han establecido en la sociedad en la que ellos viven.

Tenemos así, que la palabra “transgénero” tendría dos significados que generalmente producen confusión. El primero, como un concepto general que abarca a varios tipos distintos de conducta que tienen en común el tomar elementos o conductas del otro género, es decir, que abarca a cualquier persona que cruza la barrera de los géneros, o rompe o transgre ese “esencialismo dimórfico sexual”, es decir, esa correspondencia que se cree biológica y naturalmente necesaria entre “sexo” y “genero”, entre “macho” y “masculino, y entre “hembra” y “mujer”. Abarca desde aquellas personas que se travisten ocasionalmente hasta aquellas que buscan modificar sus órganos sexuales mediante cirugía. Esto implica tanto a personas nacidas biológicamente como “machos/hombres”, como también a “hembras/mujeres”. Esto es, a “hombres” con algún grado de “identidad femenina”, como a “mujeres” con algún grado de “identidad masculina”.

El segundo, que se refiere a un solo tipo de conducta que es relativamente distinta al travestismo y a la transexualidad, siendo por ello una conducta relativamente especifica. De este tipo de conducta se hablará luego, conjuntamente con las otras, y que a mi me interesa en lo particular, para mi propia (temporal y relativa) autodefinición de género.

Aunque el estudio científico de estas conductas transgenéricas puedan ubicarse a principios del siglo XX, las personas transgenéricas han existido desde el comienzo de la humanidad. Pero entonces, ¿para qué una palabra nueva para cosas que han existido desde tiempos tan remotos? Recordemos aquí que las palabras o conceptos nos sirven para entender mejor el mundo en que nos movemos, son herramientas, pero no fines en sí mismas. Una palabra como ésta no es eterna ni inmutable, su vigencia dependerá de su utilidad y del conocimiento que tengamos. Si a la luz de nuevos descubrimientos, nuestra información crece, y nuestro concepto se queda limitado, tendremos que cambiarlo o crear toda una serie de palabras nuevas. El significado de transgénero no es estático, ni universalmente acordado, no es una categoría diagnóstica dentro del modelo médico, sino ante todo, refiere a una condición humana más, dentro de la diversidad sexual.

(Esta es una lectura o interpretación muy personal, basado fundamentalmente en el texto de Alejandra Zúñiga Reyes, “Apoyo y Atención para personas transgenéricas, en el 'Grupo Eon, Inteligencia Transgenérica' entre la teoría y la práctica”, Tesis presentada para obtener la Licenciatura en Psicología. México, D.F. febrero de 2003, la cual sugiero su imprescindible lectura)

sábado, 26 de enero de 2008

Paradigmas. Sexo y Género. 2

Permítanme hacer un resumen muy breve y quizás muy esquemático de un segundo “paradigma” al que llamaré “físico-biológico del género”. Insistó en que esta es una lectura muy propia, pero intenta resumir, a partir de algún texto principal, el contenido de muchos textos y artículos con tal posición. Espero haberlo logrado. En todo caso, vale la corrección y los comentarios, pues como señale en otra entrada, el acercanos a la "verdad" solo será posible a partir del intercambio de opiniones y de "verdades relativas" a nuestras propias experiencias y trayectorias de vida.

Para comenzar, no me parece errado indicar que este segundo “paradigma” esta de acuerdo con el primero en la idea de que el “sexo” no puede reducirse sólo a una cuestión de genitales u órganos sexuales, sino que implica, además, cuestiones genéticas, sociales y culturales. La discrepancia parece estar en la naturaleza y el origen del “genero”. En la página de Lynn Conway, se afirma que el “género” es una parte fundamental de nuestra identidad como seres humanos, pero que pesar de su importancia, la mayoría de la gente nunca piensa demasiado acerca de él. El saber popular considera que así como los niños crecen para convertirse en “hombres”, las niñas crecen para convertirse en “mujeres”. Solo existen dos posibilidades, y se es una, u otra. Basta ver el "sexo genital" a la hora del nacimiento y no hay más que hablar. Pero la mayoría de la gente no tiene idea de que es lo que causa la sensación de ser niño o niña, hombre o mujer, y asumen como un hecho su propio género, como que es tan evidente como el aire que respiran, y no hay nada que reflexionar acerca de esto. Tener un género es un incuestionable privilegio de nacimiento.

Hasta aquí pareciera que llegan las coincidencias. En realidad el argumento sobre las cuestiones de género y de sexo físico que desarrolla el texto, se basan en el caso de personas "intersexuales" y de las malas y arbitrarias prácticas médicas quirúrgicas que se realizan para adecuar un órgano genital y atribuir, también de modo arbitrario, una “identidad de genero” a estas personas "intersexuales". Es por eso que analizando dichos casos, la autora llega a la conclusión de que no son los genes los que determinan la “identidad de género” de una persona ni sus genitales, pero tampoco la educación ni los procesos de socialización. Entonces, ¿qué es y de donde proviene la “identidad de generó”? En líneas anteriores se señalaba que para la autora el “género” es, ante todo una “sensación” relacionada a una pertenencia a un sexo específico. El argumento que desarrolla y defiende el segundo “paradigma” es que el “género” y la “identidad de género” (a diferencia del otro “paradigma”), son innatos y no socio-culturales, pues existen estudios científicos que revelan “la verdadera y subyacente naturaleza de la identidad del género”. El argumento es el siguiente:

Ha venido creciendo cierta evidencia de que ciertas estructuras cerebrales en el hipotálamo (en la región BSTc ) determinan en cada persona, el núcleo de los sentimientos de género y una "identidad de género" innata. Estas estructuras cerebrales se "instalan" prenatalmente en los centros de la parte baja del cerebro y el Sistema Nervioso Central (SNC) durante las etapas tempranas del embarazo, y durante un proceso de imprenta, en el mismo Sistema Nervioso Central, modulado hormonalmente. Si tales estructuras en el cerebro y el SNC del feto son masculinizadas por las hormonas durante el embarazo temprano, entonces el niño tendrá una autopercepción e “identidad de género” masculinas, independientemente de sus genes o sus posteriores genitales. Si tales estructuras no son masculinizadas en ese periodo, el niño tendrá entonces una autopercepcion e “identidad de género” femeninas, de nuevo, independientemente de sus genes o genitales. Así que se puede considerar la “identidad de género” como un resultado complejo de la interacción entre la diferenciación anterior del cerebro y las hormonas embriónicas posteriores.

Un primer punto importante que señala esta perspectiva, es que las personas clasificadas erróneamente en su género (nuevamente, los casos de personas intersexuales), han reportado que sus problemas no provenían sólo de los “pensamientos”, sino de “percepciones de género cruzadas" y de “sensaciones corporales”: un niño percibe “sensaciones de género” quele "dicen" cómo le gustaría que su cuerpo se moviese, cuál es la respuesta al ser tocado, que tan agresivo o tierno se percibe, o como interactuar con otros niños. Y después de la pubertad, al comienzo de las “sensaciones sexuales”, se distinguen las que son “sensaciones sexuales varoniles” (necesidad de montar y penetrar) o “sensaciones sexuales femeninas” (necesidad de ser penetrada y manipulada).

Un segundo punto importante es que, una persona no construye estas “sensaciones sexuales” masculinas/femeninas, que son realmente producidas por el SNC. Simplemente las experimenta. Los mecanismos básicos de percepción involucrados, (los "pensamientos", las "sensaciones corporales" y las "sensaciones sexuales") están "integrados" de manera innata en la persona y no pueden ser cambiados por ningún medio. “la identidad de género es fija, inmutable, e irreversible por cualquier medio médico o psicológico” y “cualquiera que sea el proceso "in-útero" que las produce, las "sensaciones de género" y la "identidad de género" de la persona se encuentran en lo más profundo de su núcleo cerebral. Un tercer punto importante para este paradigma, es que existe solo un medio para determinar la identidad de género de una persona y es ¡preguntándoselo!:El “genero” es una “percepción” y solo la persona conoce con seguridad cual es, y nadie más puede decirlo.

En resumen, para este paradigma, con seguridad, el “sexo” no es igual a tan sólo los órganos sexuales internos o externos, pero el “género” y la “identidad de género”, no son productos social ni culturalmente construidos ni atribuidos, sino que son sensaciones “corporales” y “sexuales”, así como "psicológicas", son “sentimientos”, “conductas”, “comportamientos”, cuya naturaleza y origen es físico y biológico: se encuentran en determinadas estructuras ubicadas en el cerebro.

En contraposición con el primer “paradigma, se diría que en términos generales, existe una relación directa entre la características físico-biológicas de la persona y su “genero” e “identidad de genero”, por tanto, lo física y biológicamente “normal” es que se desarrolle una correspondencia necesaria entre ellos, por lo que independientemente de los “genitales” (“órganos sexuales externos” como es el caso de las personas intersexuales), a un “macho” de la especie, le corresponde generar, necesariamente, un “genero” y una “identidad de genero" masculino, mientras que a una “hembra” de la especie, le debe corresponder, necesariamente, un “genero” y una “identidad de genero” femeninos. A cada uno de ellos le debe corresponder, necesariamente, una autopercepción de su correspondiente “sexo” y deben desarrollar, necesariamente, “sensaciones sexuales” de su propio “género”: El deseo de ser penetrada sexualmente, por ejemplo, sería una “sensación sexual” de “genero femenino”. El “macho” no se hace “hombre”,
sino que ya nace “hombre”; y la “hembra” no se hace “mujer”, sino que nace “mujer”.



Nuevamente la pregunta crucial: ¿y qué pasa cuando no existe esa “correspondencia”, física y biológicamente establecida entre las caracteristicas geneticas y sexuales de una persona y su “identidad de género”?, es decir, ¿qué ocurre y que explica que una persona nacida con los genes y características físicas de un “hombre”, tiene o desarrolla una “identidad de género” distinta a la que se supone debió desarrollar, en este caso, una “identidad de genero femenino”? Y una última pregunta más crucial para mi: si el genero y su identidad, es una sensación, una percepción, un sentimiento, ¿existira un criterio objetivo para saber si la persona no se esta atribuyendo, de manera arbitraria y subjetiva, tales sensaciones de genero?, ¿basta decir, "me siento mujer" pára sostener con fundamento que una persona es una mujer?

jueves, 24 de enero de 2008

Paradigmas. Sexo y Género. 1

Luego de leer muchas cosas sobre la condición de una persona transgénero, me pareció que las posiciones sobre el tema podrían ser reducidas a dos esquemas teóricos o “paradigmas”. Al primero lo llamaría el “paradigma socio-cultural del género” y al segundo “paradigma físico-biológico de género”. Al abordar el tema, ambos han logrado establecer un campo común de indagación sobre lo transgénero, pero al mismo tiempo, mantienen opiniones muy discrepantes sobre puntos específicos. Quizás por ello, cuando indagamos sobre nuestra condición, al encontrar estas opiniones discrepantes, salimos muy confundidas y generalmente frustradas. A mi me parece que un punto partida es tener muy en claro, la diferencia entre lo que es el “sexo” y lo que es el “genero” de una persona.

Para el “primer paradigma”, el “sexo” es la serie de características físicas, determinadas genéticamente, que colocan a los individuos de una especie en algún punto de un continuun, que tiene como extremos a dos individuos reproductivamente complementarios. Esas características físicas y biológicas le permitirán a una persona, si así lo desea, participar en la reproducción de la especie. Estas características nos dividen en seres “fecundadores” y “gestadores” o para ser más convencionales, en “machos” y “hembras” de la especie.

Lo más común y trivial es que sean los “órganos sexuales externos” como el pene o la vulva, los rasgos más claros de esta diferencia, pero también hay “órganos sexuales internos”, como los testículos u ovarios, además de las hormonas, cromosomas, genes, y diferencias a nivel cerebral. Todo esto forma el “sexo” y no sólo los órganos externos. Son todas estas características en su conjunto, las que definen el “sexo” de una persona y no únicamente sus “genitales”. En este sentido, el “sexo” se limita a la biología, a este “conjunto” de características físicas con las cuales nacemos y que nos clasifica como “machos” o “hembras”, según el papel que nos tocaría en una potencial función reproductiva. Pero decir “machos” o “hembras” (en referencia a los aspectos físicos y biológicos, es decir, al “sexo”), no es decir “hombre” o “mujer”, por que estos conceptos son atributos del “género” y no del “sexo”.

La autora señala que cuando un nuevo ser nace, lo más común es que se observe su “sexo” (es decir, se observan sus “órganos sexuales externos”) para poder clasificar al infante como un “macho” o como una “hembra”, pero son nuestras costumbres sociales y culturales las que nos hacen suponer que “machos” y “hembras” deben “comportarse” de forma “distinta”, y le iremos enseñando la forma en que creemos debe “comportarse” de acuerdo a su “sexo”. Esas costumbres, hábitos, comportamientos y actitudes sociales, que son adscritas a “machos” y a “hembras” (como la forma de caminar, vestir, de sentir, de ver las cosas que nos rodean, etc.,) son las que conforman el “genero”, que son distintos, pues son distribuidos en comportamientos y actitudes “masculinas” y comportamientos y actitudes “femeninas”.

Es así que empezamos a enseñar a este nuevo ser que los niños visten de azul y las niñas de rosa; le daremos un nombre diferente, pues tenemos nombres “masculinos” y “femeninos”. El nuevo ser va aprendiendo todo esto y lo va reconociendo como suyo, de tal forma que en algún momento podrá identificarse con un “soy un niño” o “soy niña” y se dará cuenta que en el mundo social, hay papás y mamás, señores y señoras, hombres y mujeres. Esta identidad representa el aspecto psicológico (sentimientos, valores, creencias, formas de ver el entorno) y cuando establece una igualdad o una equivalencia con uno de estos grupos, de manera que llegue a decir “yo soy igual ” a estos o a estas, decimos que se ha identificado y que tiene una identidad. Ha aprendido a ser “hombre” o “mujer”.

Para la autora, queda claro que, mientras que nacemos con un “sexo” biológico determinado, vamos a ir aprendiendo, poco a poco, nuestro “rol de género” y que cuando conjuntamos los aspectos sociales con los psicológicos, obtenemos lo que podemos llamar “género”. ¿Entonces es lo mismo hablar de sexo que de género?, para la autora la respuesta es NO, porque para ella el “sexo” es biológico: nacemos con él y nos diferencia en “machos” y “hembras”. Pero el “género” lo vamos aprendiendo, esto es, aprendemos a ser “hombres” y “mujeres” y esto se va volviendo parte de nuestra identidad. Según la autora, los antecedentes de la diferencia los encontramos en 1949 con el libro de Simone de Beauvoir, “El segundo sexo”, en donde se plantea que las características humanas consideradas como “femeninas” son adquiridas por las mujeres mediante un complejo proceso individual y social, en vez de derivarse “naturalmente” de su sexo biológico. Con la afirmación “Una no nace, sino que se hace mujer”, se formula la primera declaración celebre para el género.


Desde esta perspectiva, La “identidad de género” es la unidad de una individualidad que se define y auto-reconoce como “masculino” o “femenino”, en mayor o menor grado, especialmente como se lo experimenta en el proceso subjetivo de un “darse cuenta” y en la conducta propia. El “rol del género” es todo lo que una persona dice y hace para indicar a otros, o así mismo, el grado en el cual se es subjetivamente “masculino”, o “femenino”. Ambos constituyen los lados de una misma unidad que se procesa en la socialización de una persona. La “identidad de género” es la experiencia privada del “rol de género” y el “rol de género” es la manifestación pública de la “identidad de género”.

Remarco la idea central: el “sexo”, que refiere a lo físico y biológico, y que nos divide en “machos” y “hembras” (en un plano potencialmente reproductivo) NO es lo mismo que el “género”, que implica la adquisición de un comportamiento y de una identidad subjetiva: el definirse como “hombre” o “mujer” mediante un proceso social, histórica y culturalmente determinados, y que no se deriva, necesariamente, de nuestro “sexo” físico o biológico, sino que depende de lo que una determinada sociedad y cultura, determine como “comportamiento” y como “identidad” correspondientes a un “macho” o a una “hembra” de nuestra especie. Es decir, que esa “correspondencia” entre el “sexo” biologico (p.e., “macho”) y el género (p.e. “masculino”) no es natural ni viene determinada biológicamente, sino que es establecida y distribuida por las costumbres y creencias de una sociedad.

La pregunta crucial para mi es: ¿y qué pasa cuando no existe esa “correspondencia” socialmente establecida entre el “sexo” biológico de una persona y su “identidad de género”?, Es decir, ¿qué ocurre y que explica que una persona nacida con el “sexo” de un “macho” de la especie, tiene o desarrolla una “identidad de género” distinta a la esperada socialmente, esto es, tiene una “identidad de genero femenino”?