jueves, 24 de enero de 2008

Paradigmas. Sexo y Género. 1

Luego de leer muchas cosas sobre la condición de una persona transgénero, me pareció que las posiciones sobre el tema podrían ser reducidas a dos esquemas teóricos o “paradigmas”. Al primero lo llamaría el “paradigma socio-cultural del género” y al segundo “paradigma físico-biológico de género”. Al abordar el tema, ambos han logrado establecer un campo común de indagación sobre lo transgénero, pero al mismo tiempo, mantienen opiniones muy discrepantes sobre puntos específicos. Quizás por ello, cuando indagamos sobre nuestra condición, al encontrar estas opiniones discrepantes, salimos muy confundidas y generalmente frustradas. A mi me parece que un punto partida es tener muy en claro, la diferencia entre lo que es el “sexo” y lo que es el “genero” de una persona.

Para el “primer paradigma”, el “sexo” es la serie de características físicas, determinadas genéticamente, que colocan a los individuos de una especie en algún punto de un continuun, que tiene como extremos a dos individuos reproductivamente complementarios. Esas características físicas y biológicas le permitirán a una persona, si así lo desea, participar en la reproducción de la especie. Estas características nos dividen en seres “fecundadores” y “gestadores” o para ser más convencionales, en “machos” y “hembras” de la especie.

Lo más común y trivial es que sean los “órganos sexuales externos” como el pene o la vulva, los rasgos más claros de esta diferencia, pero también hay “órganos sexuales internos”, como los testículos u ovarios, además de las hormonas, cromosomas, genes, y diferencias a nivel cerebral. Todo esto forma el “sexo” y no sólo los órganos externos. Son todas estas características en su conjunto, las que definen el “sexo” de una persona y no únicamente sus “genitales”. En este sentido, el “sexo” se limita a la biología, a este “conjunto” de características físicas con las cuales nacemos y que nos clasifica como “machos” o “hembras”, según el papel que nos tocaría en una potencial función reproductiva. Pero decir “machos” o “hembras” (en referencia a los aspectos físicos y biológicos, es decir, al “sexo”), no es decir “hombre” o “mujer”, por que estos conceptos son atributos del “género” y no del “sexo”.

La autora señala que cuando un nuevo ser nace, lo más común es que se observe su “sexo” (es decir, se observan sus “órganos sexuales externos”) para poder clasificar al infante como un “macho” o como una “hembra”, pero son nuestras costumbres sociales y culturales las que nos hacen suponer que “machos” y “hembras” deben “comportarse” de forma “distinta”, y le iremos enseñando la forma en que creemos debe “comportarse” de acuerdo a su “sexo”. Esas costumbres, hábitos, comportamientos y actitudes sociales, que son adscritas a “machos” y a “hembras” (como la forma de caminar, vestir, de sentir, de ver las cosas que nos rodean, etc.,) son las que conforman el “genero”, que son distintos, pues son distribuidos en comportamientos y actitudes “masculinas” y comportamientos y actitudes “femeninas”.

Es así que empezamos a enseñar a este nuevo ser que los niños visten de azul y las niñas de rosa; le daremos un nombre diferente, pues tenemos nombres “masculinos” y “femeninos”. El nuevo ser va aprendiendo todo esto y lo va reconociendo como suyo, de tal forma que en algún momento podrá identificarse con un “soy un niño” o “soy niña” y se dará cuenta que en el mundo social, hay papás y mamás, señores y señoras, hombres y mujeres. Esta identidad representa el aspecto psicológico (sentimientos, valores, creencias, formas de ver el entorno) y cuando establece una igualdad o una equivalencia con uno de estos grupos, de manera que llegue a decir “yo soy igual ” a estos o a estas, decimos que se ha identificado y que tiene una identidad. Ha aprendido a ser “hombre” o “mujer”.

Para la autora, queda claro que, mientras que nacemos con un “sexo” biológico determinado, vamos a ir aprendiendo, poco a poco, nuestro “rol de género” y que cuando conjuntamos los aspectos sociales con los psicológicos, obtenemos lo que podemos llamar “género”. ¿Entonces es lo mismo hablar de sexo que de género?, para la autora la respuesta es NO, porque para ella el “sexo” es biológico: nacemos con él y nos diferencia en “machos” y “hembras”. Pero el “género” lo vamos aprendiendo, esto es, aprendemos a ser “hombres” y “mujeres” y esto se va volviendo parte de nuestra identidad. Según la autora, los antecedentes de la diferencia los encontramos en 1949 con el libro de Simone de Beauvoir, “El segundo sexo”, en donde se plantea que las características humanas consideradas como “femeninas” son adquiridas por las mujeres mediante un complejo proceso individual y social, en vez de derivarse “naturalmente” de su sexo biológico. Con la afirmación “Una no nace, sino que se hace mujer”, se formula la primera declaración celebre para el género.


Desde esta perspectiva, La “identidad de género” es la unidad de una individualidad que se define y auto-reconoce como “masculino” o “femenino”, en mayor o menor grado, especialmente como se lo experimenta en el proceso subjetivo de un “darse cuenta” y en la conducta propia. El “rol del género” es todo lo que una persona dice y hace para indicar a otros, o así mismo, el grado en el cual se es subjetivamente “masculino”, o “femenino”. Ambos constituyen los lados de una misma unidad que se procesa en la socialización de una persona. La “identidad de género” es la experiencia privada del “rol de género” y el “rol de género” es la manifestación pública de la “identidad de género”.

Remarco la idea central: el “sexo”, que refiere a lo físico y biológico, y que nos divide en “machos” y “hembras” (en un plano potencialmente reproductivo) NO es lo mismo que el “género”, que implica la adquisición de un comportamiento y de una identidad subjetiva: el definirse como “hombre” o “mujer” mediante un proceso social, histórica y culturalmente determinados, y que no se deriva, necesariamente, de nuestro “sexo” físico o biológico, sino que depende de lo que una determinada sociedad y cultura, determine como “comportamiento” y como “identidad” correspondientes a un “macho” o a una “hembra” de nuestra especie. Es decir, que esa “correspondencia” entre el “sexo” biologico (p.e., “macho”) y el género (p.e. “masculino”) no es natural ni viene determinada biológicamente, sino que es establecida y distribuida por las costumbres y creencias de una sociedad.

La pregunta crucial para mi es: ¿y qué pasa cuando no existe esa “correspondencia” socialmente establecida entre el “sexo” biológico de una persona y su “identidad de género”?, Es decir, ¿qué ocurre y que explica que una persona nacida con el “sexo” de un “macho” de la especie, tiene o desarrolla una “identidad de género” distinta a la esperada socialmente, esto es, tiene una “identidad de genero femenino”?

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