Tal vez muchos, si no todos, os habréis
tropezado en los últimos dos años con una extraña mujer en el pueblo,
tomando un café en el Sauco o haciendo la compra en cualquiera de las
tiendas del lugar o cogiendo el tren a intempestivas horas de la mañana,
ella es transexual.
Amanda es una mujer transexual y no pasa desapercibida así como así y menos lejos de la gran ciudad. Yo la conozco bien, he vivido toda la historia de su vida, una historia de conveniencia de más de cuarenta años hasta que pudo alcanzar sus sueños hace poco tiempo. ¿Qué por qué la conozco tan bien?, es muy sencillo, es porque soy yo.
Amanda nació allá por 1963 dentro del cuerpo de un niño y por lo tanto fue bautizada con nombre masculino e inscrita como varón en el registro civil. Lo que nadie sabía es que a pesar de las apariencias tenía el cerebro feminizado, en lo más profundo de su identidad era una niña aunque no fue consciente de ello hasta los cinco años; a partir de ese momento empezó a intuir que había sido condenada de por vida a prisión en una cárcel sin barrotes, sin muros ni alambre de espino y aun así inexpugnable, su cárcel era su propio cuerpo algo que a Franz Kafka le encantaría como argumento para una novela. Su delito, no cumplir con las expectativas sociales, delito severamente castigado, generalmente con la exclusión social y no pocas veces con la muerte.
Amanda vivió así hasta los 47 años, con terror de sí misma y los demás aparentando ser alguien que no era. Algo así le acabó pasando factura a su salud, tuvo dos crisis de ansiedad cuando le cortaban el pelo.
Una crisis de ansiedad es una situación terrible, tu mente te dice que vas a morir, y así lo crees y enfermas de verdad, tu pulso se acelera, sientes un sudor frio, sientes que te falla el corazón y finalmente caes fulminada al suelo sin conocimiento.
Pasados los años Amanda conoció a gente que había pasado por lo mismo, que tenía el poder de derribar las murallas y fugarse de su prisión. Hace unos 15 años ya lo intentó pero le fallaron las fuerzas y la confianza en sí misma. En 2010 lo intentó por segunda vez, pidió cita para psiquiatría. En Octubre se dirigió al Hospital Provincial para su cita en psiquiatría, tuvo sendas entrevistas con dos psiquiatras y contó lo que le pasaba.
Yo: Doctora, es que me siento mujer, creo que tengo trastorno de identidad de género.
Psi: Vaya…. Es la primera vez que un paciente me viene con el diagnóstico, (comentó sonriendo)
Amanda fue sometida a toda clase de preguntas aquella larga mañana, algunas sorprendentes, “¿Cree usted en los ovnis?”. Amanda toda perpleja contestó que no, no obstante de ser consciente que el motivo de semejantes preguntas era descartar una esquizofrenia.
Psi: Bien, después de analizar su caso creo que carece de trastornos mentales y que probablemente sea transexual femenina. ¿Usted qué es lo que quiere de mí?, ¿Iniciar el proceso tal vez?
Yo: Pues sí, es eso lo que quiero.
Psi: El proceso es largo y duro, va a necesitar de todas sus energías, le derivaré a psicología
y…………..
Pasaron los meses, Amanda empezó a tomar hormonas femeninas y anti andrógenos para bloquear la tan odiada testosterona, responsable de haber destruido su pelo y haber desfigurado sus rasgos hasta hacerlos ver ineludiblemente masculinos ante los demás.
Amanda recuerda muy bien el primer el primer comprimido de estrógenos que tomó, una pequeña píldora azul, recuerda ver su cara en el espejo preguntándose a si misma ¿Qué será de mí? ¿A dónde me llevará todo esto?
En Abril de 2011 llegó el momento de enfrentarse al test de la vida real, tan temido e inevitable para toda persona trans. Tuvo que comunicar a su empresa, una importante multinacional de las telecomunicaciones, su condición de transexual y su deseo de vestir y trabajar como mujer a partir del verano. Para alivio suyo tanto sus compañeros como jefes y recursos humanos se portaron de maravilla con ella, le dieron el sí y su apoyo, no podían perder a una de sus valiosas ingenieras. No tuvo que enfrentarse al despido ni a las humillaciones. Amanda nunca quiso tanto a su empresa como aquellos días.
En Junio llegó el deseado y terrible día en que Amanda fue real. Por primera vez tuvo que enfrentarse a sus vecinos cara a cara para tomar el tren a Madrid e ir a trabajar. Alguna cara de sorpresa sí que hubo aunque nada serio, ningún incidente reseñable.
Durante todo un año estuvo aprendiendo a vivir en su nuevo género, ir a trabajar, ir de compras, divertirse, reir y llorar.
Por fín hace pocos meses viajó a Barcelona a librarse de aquello que tanto la ofendía por mano del cirujano. Amanda por fin es feliz, la podéis ver tomando un café o haciendo la compra por el pueblo.
Por último he de confesar que Amanda fue jamás ofendida ni humillada por ninguno de sus vecinos, todo lo contrario, el trato incluso mejoró, lo que son las cosas, y Amanda que esperaba la hecatombe y no pasó nada, sólo una inmensa sensación de cariño hacia sus vecinos.
Así que ya sabéis algo más de mí
Con todo el cariño a Las Navas y sus gentes
Amanda Azañón
Amanda es una mujer transexual y no pasa desapercibida así como así y menos lejos de la gran ciudad. Yo la conozco bien, he vivido toda la historia de su vida, una historia de conveniencia de más de cuarenta años hasta que pudo alcanzar sus sueños hace poco tiempo. ¿Qué por qué la conozco tan bien?, es muy sencillo, es porque soy yo.
Amanda nació allá por 1963 dentro del cuerpo de un niño y por lo tanto fue bautizada con nombre masculino e inscrita como varón en el registro civil. Lo que nadie sabía es que a pesar de las apariencias tenía el cerebro feminizado, en lo más profundo de su identidad era una niña aunque no fue consciente de ello hasta los cinco años; a partir de ese momento empezó a intuir que había sido condenada de por vida a prisión en una cárcel sin barrotes, sin muros ni alambre de espino y aun así inexpugnable, su cárcel era su propio cuerpo algo que a Franz Kafka le encantaría como argumento para una novela. Su delito, no cumplir con las expectativas sociales, delito severamente castigado, generalmente con la exclusión social y no pocas veces con la muerte.
Amanda vivió así hasta los 47 años, con terror de sí misma y los demás aparentando ser alguien que no era. Algo así le acabó pasando factura a su salud, tuvo dos crisis de ansiedad cuando le cortaban el pelo.
Una crisis de ansiedad es una situación terrible, tu mente te dice que vas a morir, y así lo crees y enfermas de verdad, tu pulso se acelera, sientes un sudor frio, sientes que te falla el corazón y finalmente caes fulminada al suelo sin conocimiento.
Pasados los años Amanda conoció a gente que había pasado por lo mismo, que tenía el poder de derribar las murallas y fugarse de su prisión. Hace unos 15 años ya lo intentó pero le fallaron las fuerzas y la confianza en sí misma. En 2010 lo intentó por segunda vez, pidió cita para psiquiatría. En Octubre se dirigió al Hospital Provincial para su cita en psiquiatría, tuvo sendas entrevistas con dos psiquiatras y contó lo que le pasaba.
Yo: Doctora, es que me siento mujer, creo que tengo trastorno de identidad de género.
Psi: Vaya…. Es la primera vez que un paciente me viene con el diagnóstico, (comentó sonriendo)
Amanda fue sometida a toda clase de preguntas aquella larga mañana, algunas sorprendentes, “¿Cree usted en los ovnis?”. Amanda toda perpleja contestó que no, no obstante de ser consciente que el motivo de semejantes preguntas era descartar una esquizofrenia.
Psi: Bien, después de analizar su caso creo que carece de trastornos mentales y que probablemente sea transexual femenina. ¿Usted qué es lo que quiere de mí?, ¿Iniciar el proceso tal vez?
Yo: Pues sí, es eso lo que quiero.
Psi: El proceso es largo y duro, va a necesitar de todas sus energías, le derivaré a psicología
y…………..
Pasaron los meses, Amanda empezó a tomar hormonas femeninas y anti andrógenos para bloquear la tan odiada testosterona, responsable de haber destruido su pelo y haber desfigurado sus rasgos hasta hacerlos ver ineludiblemente masculinos ante los demás.
Amanda recuerda muy bien el primer el primer comprimido de estrógenos que tomó, una pequeña píldora azul, recuerda ver su cara en el espejo preguntándose a si misma ¿Qué será de mí? ¿A dónde me llevará todo esto?
En Abril de 2011 llegó el momento de enfrentarse al test de la vida real, tan temido e inevitable para toda persona trans. Tuvo que comunicar a su empresa, una importante multinacional de las telecomunicaciones, su condición de transexual y su deseo de vestir y trabajar como mujer a partir del verano. Para alivio suyo tanto sus compañeros como jefes y recursos humanos se portaron de maravilla con ella, le dieron el sí y su apoyo, no podían perder a una de sus valiosas ingenieras. No tuvo que enfrentarse al despido ni a las humillaciones. Amanda nunca quiso tanto a su empresa como aquellos días.
En Junio llegó el deseado y terrible día en que Amanda fue real. Por primera vez tuvo que enfrentarse a sus vecinos cara a cara para tomar el tren a Madrid e ir a trabajar. Alguna cara de sorpresa sí que hubo aunque nada serio, ningún incidente reseñable.
Durante todo un año estuvo aprendiendo a vivir en su nuevo género, ir a trabajar, ir de compras, divertirse, reir y llorar.
Por fín hace pocos meses viajó a Barcelona a librarse de aquello que tanto la ofendía por mano del cirujano. Amanda por fin es feliz, la podéis ver tomando un café o haciendo la compra por el pueblo.
Por último he de confesar que Amanda fue jamás ofendida ni humillada por ninguno de sus vecinos, todo lo contrario, el trato incluso mejoró, lo que son las cosas, y Amanda que esperaba la hecatombe y no pasó nada, sólo una inmensa sensación de cariño hacia sus vecinos.
Así que ya sabéis algo más de mí
Con todo el cariño a Las Navas y sus gentes
Amanda Azañón
(Tomado de página ElNaviero.com)
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