Como cada día, Valeria se planta frente al espejo, para complementar su aspecto femenino. Foto: Stevens Novsak
Tacones altos, vestidos brillantes, pintalabios y largas pestañas marcan las noches de quienes durante los últimos años se han dedicado a adaptar cada parte de su cuerpo a cómo quieren verse en el espejo, el cual devela el reflejo refinado de lo que al principio fue una proyección mental. Casi como en una realidad intermitente viven los transgéneros, quienes se embellecen más cada vez para lucir como mujeres, pero prefieren dejar intacto el más notable indicador de su sexo.
“Me ponía a llorar porque no me veía como quería”, así recuerda su adolescencia quien desde hace algún tiempo decidió llamarse Valeria Irons. Ella, artículo gramatical que denota cómo se siente internamente, tiene curvas, una larga cabellera negra muy bien cuidada, y una cara de finos trazos, esculpidos poco a poco con tratamientos y e intervenciones estéticas.
A sus 22 años. Valeria no es solo un nombre de mujer adoptado, es la consagración de una imagen por la que ha trabajado desde que era menor de edad, cuando se reveló ante su familia para lograr verse como ahora, como una mujer, aunque su acta de nacimiento diga lo contrario.
“Yo me siento una mujer, como cualquier otra” dice convencida, y es que ante los cuidados que se da pocos notarían la diferencia -salvo por ciertos aspectos- si es que ella no habla del tema, del que no se avergüenza, pues tras un proceso de aceptación sentencia que es nula la importancia que le da a las críticas: “es mi vida y ya está hecha”.
Valeria relata que desde su adolescencia reconoció sus preferencias, y al poco tiempo comenzó la transformación. Foto: Stevens Novsak
Irons relata que desde que tenía alrededor de 16 años ya estaba segura de que le gustaban jóvenes del género masculino. Comenzó a salir con algunos amigos, quienes lo apoyaron en su decisión de comenzar la transición de masculino a femenino, pero el inicio fue tormentoso.
“Me veía al espejo y me ponía a llorar porque no me veía como quería”, y cualquier vestimenta que se colocara, develaba lo que genéticamente era, un hombre.
Un concurso de belleza que hace el gremio fue la chispa que inició todo. “Representé a Miss Zulia en varios estados y gané”, y recuerda que aunque no pensaba que le sentaría bien el maquillaje que sus compañeros le habían aplicado, pudo reconocer en el espejo el comienzo de lo que sería el camino a emprender: transformarse físicamente para lucir como una dama.
La primera intervención, relata, fue un aumento de glúteos. Luego siguieron otras operaciones estéticas: senos, liposucción y caderas. Aunado a ello, un tratamiento que se realizó en Italia para inhibir el crecimiento de vellos. Alemania, Austria y España son otros países en los que ha vivido por corto tiempo.
“Vivo mi sexualidad como homosexual”
Una sonrisa generosa y mirada pícara identifican a “La Beba”, como cariñosamente le dicen a Giovanna Bonomie. Ese es el nombre que escogió hace cuatro años, aproximadamente. Anteriormente se presentaba como Larís, rápido cambio gracias a una de las ventajas de tener “prefectura propia”, bromea.
"La Beba" huyó de su casa cuando enfrentó a su familia sobre su orientación sexual. Actualmente se lleva muy bien, y la han asumido como una mujer. Foto: Eris Vásquez
En su aspecto exterior inmediato no hay indicios de que es hombre, pues su voz no la delata, no hay barba ni vestimenta masculina. Al contrario, se viste marcadamente femenina, con maquillaje favorecedor y su cabello y uñas demuestran el cuidado que cualquier otra dama le daría a las suyas.
Giovanna tiene ya 30 años, es una transgénero adulta con más de 15 años de haber decidido verse como mujer, y los años vividos como tal le han dejado un saldo de madurez que le permite distinguir lo que al principio se negaba a admitir: Sabe que es un hombre que ha pasado por una transformación para verse como una persona distinta a su género sexual de nacimiento: “Vivo mi sexualidad como homosexual”, dice con amplia confianza y seguridad.
A la edad de 15 años “La Beba” ya se sentía clara en cuanto a sus preferencias sexuales hacia su mismo género. El primer cambio que experimentó fue dejar larga su cabellera. Sus actitudes femeninas eran notables en su adolescencia, por lo que a temprana edad se fue de su casa para iniciar su transición sexual.
Posteriormente reunió dinero y se realizó otras modificaciones: busto, nariz y mentón para afinar su rostro. Asimismo se ha hecho tratamientos con láser para disminuir el crecimiento de vellos y peelings (procedimiento para regenerar la piel y suavizarla).
Maracaibo, sociedad “oculta”
A nivel mundial son reconocidas y aceptadas figuras transgénero y transexuales. Sin embargo, en Venezuela y específicamente en Maracaibo la tendencia sigue siendo hacia el tabú, lo que devenga en una sociedad “oculta” en la que el 80% de la comunidad gay no revela su verdadera orientación e identidad sexual, señala Ricardo Hung, representante de la Organización No Gubernamental de tipo GLBTI (siglas de gay, lesbiana, bisexual, transformista, transexual e intersexual) LAMBDA de Venezuela, la cual lucha por los derechos de la comunidad que los agrupa.
Hung indica que el cambio de sexo rondaría los 40 millones de bolívares. LAMBDA es una organización que existe desde 1998. En Venezuela hay un aproximado de 20 organizaciones GLBTI (Foto: Cortesía)
Hung destaca la gran diversidad sexual que existe, y explica una diferencia: “Transgénero, también conocido como transformista, es aquél que se coloca mamas o se hace adecuaciones en su cuerpo” con el fin de lucir como una dama, pero conservan su órgano genital, algo que no hacen los transexuales, quienes sí cambian por completo.
En Venezuela -según el último cálculo en los años 70- de un 10 al 15% de la población es homosexual, cita Jesús Medina, presidente de LAMBDA. Por tanto se estima que haya más de 3 millones de venezolanos con orientación homosexual. Aunque no hay un cálculo preciso sobre ello, se estima que el 1% sea transgénero, y no hay aún una cifra exacta de cuántos han cambiado de sexo.
Según Hung, esta comunidad no escapa a los estratos sociales: Están los estilistas y trabajadores sexuales -que juntos agrupan la mayor concentración de los miembros GLBTI-, los que están en la calle en situación de indigencia, y quienes han tenido éxito al completar su transición hacia el sexo opuesto, que por lo general tienen poder económico y trabajan para empresas privadas o son reconocidos en la televisión, como Gianina Cárdenas.
Completar el ciclo de cambio de género requiere tiempo y pasos a seguir, dice Hung, como contar con un informe psicológico que determine que realmente la persona amerita el cambio de sexo, y un tratamiento avalado por un endocrinólogo, quien recetaría por un año al paciente antes de la intervención quirúrgica.
Detalle genital
Aunque el objetivo de los cambios exteriores sea el de lucir como mujer, los transgéneros conservan su pene, lo cual hace que se distingan dentro de la comunidad GLBTI.
Dos términos deben destacarse a este punto: Orientación sexual se refiere al gusto hacia el género del mismo sexo o el opuesto, y la identidad, referida a cómo se sienten, hombre o mujer.
“Ellos (transgéneros masculinos) no se agrupan en homosexuales. Desde el punto de vista psicológico son mujeres, y como tal las consideramos”, afirma Medina, quien resalta el respeto que tratan de cultivar hacia la diversidad y “romper la barreras de la discriminación contra la comunidad gay”.
Por ahora Giovanna y Valeria no tienen planteado someterse a alguna intervención quirúrgica para cambiar por completo su género
Solo un aspecto diferencia a los transgéneros de los transexuales en cuanto a la identidad: el cambio de órgano genital. Este sería el último paso hacia la conversión en cuanto a aspecto físico, y es el que no todos se atreven a dar.
Hung destaca que para los transgénero –en específico los que se dedican al trabajo sexual- es muy importante conservar su miembro, pues la “dicotomía de una mujer muy femenina con un pene” es lo que buscan los clientes.
Valeria y Giovanna conservan sus partes íntimas de hombre. Cada una tiene razones distintas de por qué no lo han hecho. Irons asegura que está conforme con lo que tiene, y que siente –además- temor a perder sensibilidad en esa zona.
Bonomie, por su parte, no descarta del todo la posibilidad irreversible, pero sabe que ello implicaría que se complete un proceso de cambio que inició hace más de 15 años.
Algunas veces piensa en cómo habría sido si hubiese vivido su vida como un homosexual con apariencia masculina, pero al verse en el espejo piensa que “esta soy yo, esta es mi vida”, y recuerda el modo en que prefirió vivirla.
La convicción y aceptación de quiénes decidieron ser las anima a continuar en el proceso de transición hacia la feminidad. Aunque el ciclo no se llegue a completar -y a pesar de las críticas-, ellos lucen, piensan y actúan como se sienten, como mujeres.
Noticia al Día
La coquetería y feminidad afloran de "La Beba", quien en ocasiones debe endurecer su rostro y emitir una voz sobre todo cuando anima shows de su comunidad, porque piensan que es una mujer. Foto: Eris Vásquez
"Yo no tengo nada de ropa de hombre", manifiesta Valeria al referirse a una etapa de su pasado. Ahora solo ropa vistosa y sandalias de distintos colores adornan su closet. Foto: Stevens Novsak
"La Beba" ha ganado varios concursos de belleza en las distintas actividades que hace la comunidad GLBT. "Gordi Linda" y Miss Venezuela GLBT en la categoría plus, son algunos de sus reconocimientos. Foto: Eris Vásquez/Cortesía