Los recientes estudios reseñan una mayor
prevalencia de transexuales en las Fuerzas Armadas. Un macroestudio
analizará la circunstancia legal, psicológica y sanitaria de este
colectivo en el Ejército de EEUU, que continua discriminándolos
En abril de 2010, un soldado estadounidense envió a su sargento un
email que arrancaba así: “Este es mi enmarañamiento. He disfrutado
indicios desde hace demasiado tiempo. Ha causado enredaciones en mi
familia. Pensé que una carrera en el ejército me respaldaría a
deshacerme de él”. El correo iba acompañado de un autorretrato en el que
aparecía travestido como mujer. Ese soldado, por en este momento
desconocido, se llamaba Bradley Manning. Pocos días en seguida de ese
email, Manning fue detenido por filtrar material sensible a Wikileaks,
motivación por la que ahora cumple 35 años de prisión. Hace escasísimas
semanas, su abogado difundía un aviso en el que revelaba que es una
mujer y que se llama Chelsea, reabriendo un debate enormemente complejo
sobre la identidad transgénero dentro de la tropa.
“Ya no sé qué más hacer, y la única ‘ayuda’ que parece terminado es
un castigo severo y/o deshacerme de mí”, finalizaba el email de Manning,
mostrando un grave nivel de desesperación. Su caso, por desgracia, no
es en absoluto excepcional. Poco tiempo antes de su anuncio, la sociedad
de EEUU había recordado a la
Princesa Guerrera: Kristin Beck,
una mujer que mostraba su verdadero yo en seguida de servir durante 20
años en uno de los cuerpos armados más rígidos e inaccesibles, los Navy
SEAL. Su historia, divulgada últimamente en un texto, fue la primera
carga de profundidad contra la política del Ejército de EEUU, que
continua discriminando a los transexuales.
“Traté de hacer cosas que me hicieran tener más masculino, como
unirme a la Marina y casarme”, aseguró un transexual veterano del
Ejército
La segunda arribó con la revelación de Manning. Y la tercera puede
que esté gestándose. Pocos días antes de que el soldado revelara que
ahora es Chelsea, se revelaba un macroestudio (11 investigaciones
científicas en total) sobre la transexualidad en las Fuerzas Armadas de
EEUU y su trato por parte de los sistemas galenos del ejército. El
Instituto Kinsey, una de las instituciones más prestigiosas en el ámbito
de la sexualidad humana, se faculta de ejecutar uno de los estudios de
este proyecto, que durará tres años. Cuenta con una inversión de 1,35
millones de dólares (un millón de euros) y desea decir la primera
investigación incorporal de la política del Ejército sobre inserción e
identidad transexual, que así mismo atenderá la salud mental y el acceso
a terapias hormonales en veteranos transexuales.
No obstante, el trabajo se ejecutará al margen del Departamento de
Defensa para impedir interferencias, según explica Jeremy Johnson,
director del Palm Center, la institución dedicada al estudio y cuidado
de las minorías sexuales en las Fuerzas Armadas que es la que promueve
este proyecto. “No hay titubeo de que hay transexuales entre los
militares de EE.UU. Sólo la organización SPART*A (ONG de apoyo al
colectivo LGBT militar) cuenta con más de 100 miembros transexuales”,
explica Johnson.
Una realidad silenciada
Como los transexuales tienen que vivir en silencio su condición, es
enormemente difícil estar al tanto de cuántos hay entre el millón y
medio de soldados que sirven en el ejército de EEUU en este instante.
Pero los especialistas, los psicólogos militares que han tratado estos
casos y estudiado su circunstancia, coinciden en reseñar que hay más
casos que en la sociedad civil. La prevalencia en el ejército sería el
doble, según el último estudio de George Brown, psicólogo de la fuerza
aérea que lleva divulgados 118 trabajos sobre la materia en más de 25
años de estudio y que se basa en el estudio de una base de apuntes con
cinco millones de casos galenos de veteranos.
Según los recientes estudios, la prevalencia de transexuales en la
sociedad ronda el caso entre cada 11.000 personas (aunque ya hay algunos
que aseguran que la transexualidad se da en una de cada 1.000 o 2.000
personas,
On the Calculation of the Prevalence of Transsexualism, PDF).
Como el trabajo de Brown, que se basa en los índices galenos de la
Administración de Salud de los Veteranos, la prevalencia sería de más
del doble: en rededor a 23 de cada 100.000 veteranos habrían un
diagnóstico de disforia de género. Teniendo en cuenta que en la
actualidad hay 1,5 millones de militares en activo en EEUU, vendrían a
ser unos 350.
Pero los especialistas así mismo reseñan que el estigma empuja a que
excelentísima parte de los veteranos oculten a las autoridades
sanitarias del Ejército su verdadera condición. Una estimación ejecutada
por el Centro Nacional para la Igualdad Transgénero conversa de que hoy
hay entre 6.000 y 10.000 transexuales sirviendo en las Fuerzas Armadas
de EEUU.
Manning dio a estar al tanto de a sus superiores “su enmarañamiento” poco antes de ser arrestado por las filtraciones
“Algunos estudios clínicos aluden que la proporción de veteranos en
la comunidad transgénero es elevada”, aseguró Brandon Hill, quien
coordinará el estudio del Instituto Kinsey. “Los casos de Kristin Beck y
Chelsea Manning muestran una inflexible conexión entre la comunidad
transgénero y los militares en EE.UU”, explicaba al revelarse su
investigación. Se aguarda que este macroestudio ayude a paliar la
ausenia de apuntes fiables, derrumbe la prohibición de transexuales en
uniforme y consolide el giro de mentalidad de excelentísima parte de la
comunidad médica, que afronta esta circunstancia más allá de la
patología.
En ese punto radica excelentísima parte del enmarañamiento del
Ejército de EEUU: no hay que ley que prohíba a los transexuales
alistarse, sino que el obstáculo se asienta sobre una “objeción médica”.
“Las barreras a eclipsar están en políticas médicas obsoletas”, explica
Johnson, “en reglamentos militares que exponen que las personas
transexuales no pueden servir por razones médicas“. Si reconocen su
circunstancia ante sus superiores, como sucedió en el caso de Manning,
pueden ser enviados a un médico para su evaluación y posterior
expulsión.
Los transexuales continuan prohibidos en el Ejército de EEUU; otros diez países, entre estos España, los aceptan
Tras la arribada de Barack Obama a la Casa Blanca, el Departamento de
Defensa se ha abierto a las minorías sexuales. En 2011 se retiraba la
legislación denominada
Don’t Ask, Don’t Tell (
No preguntes, no lo cuentes)
que permitía a gays, lesbianas y bisexuales alistarse a condición de no
revelar su condición sexual. Incluso el Pentágono festejó el año pasado
su primer Orgullo Gay y el nombramiento de la primera lesbiana
ascendida a general de cuatro estrellas (el máximo estado), Tammy Smith,
que no solamente no oculta su homosexualidad, sino que está casada con
otra veterana de la Armada.
Sin embargo, los transexuales están fuera de esta apertura salvo que
Manning, Beck y este último estudio logren despertar conciencias. En
pequeñisima, un documental aclamado
Transmilitary se sumará a
este esfuerzo. Junto con España, que cambió la normativa en 2009 durante
el mandato de Carme Chacón en Defensa, ya son 10 los países que dejan
transexuales en sus Fuerzas Armadas: Australia, Bélgica, Canadá,
República Checa, Israel, Países Bajos, Suecia, Tailandia y el Reino
Unido. En EEUU, lógicamente, inician el procedimiento de transformación
física, con hormonas o cirugía, cuando ya son veteranos.
Manning examinéa estudios sobre transexualidad en Bagdad
En total, habría entre 100.000 y 140.000 transexuales veteranos de
las Fuerzas Armadas de EEUU, según distintas plataformas de apoyo a las
minorías sexuales. Y una encuesta entre 6.450 transexuales reseñaba que
el 20% se habían alistado en el Ejército (y el 32% de los
travestidos), ¿de en el que surge esta trasendente prevalencia de
transexuales en el Ejército? En excelentísima medida, forma parte del
periplo de aceptación de su condición, a juzgar por el trabajo de George
Brown. Ahora en su estudio pionero de 1988 (
Transsexuais in the Military: Flight Into Hypermasculinity,
PDF) reveló que demasiados transexuales se enrolaban en ese “vuelo
hacia la hipermasculinidad” que involucra el Ejército. Manning leyó este
trabajo, de los pocos accesibles en la red, en tanto titubeoba si dar
el paso hacia una reciente vida en tanto estaba en Bagdad.
Los cálculos oscilan entre los 350 y los 10.000 transexuales en activo en las Fuerzas Armadas de EEUU
Kristin Beck advirtió en una entrevista que se realizó SEAL
precisamente porque era “lo más rígido de entre lo rígido”. Los avances
de Brown con 11 veteranos de la Guerra de Vietnam en la década de los
1980 muestran un perfil igual: “Traté de hacer cosas que me hicieran
tener más masculino, como unirme a la Marina y casarme”, le habló uno de
los pacientes. “Me uní a la Marina con la aguardanza de que el
enmarañamiento desapareciera. Funcionó por un tiempo, aunque sin embargo
está aquí”, lamentó otro. Y otro más: “Me apunté a la Fuerza Aérea como
una coartada. En uniforme, mi masculinidad no sería cuestionada”.
Brown considera que antes de arribar a una etapa de aceptación, las
personas transgénero a menudo tratan de demostrarse a sí mismos que no
son transexuales. Demasiados veteranos reconocen haberse enrolado en
misiones arriesgadas, sino suicidas, como prueba de masculinidad. En
Vietnam, se ofrecían como “ratas de túnel“: agresións extrañeza a
posiciones enemigas a través de sus conductos subterráneos, pistola en
mano, para matar el mayor número factible de
charlies. Matar para experimentar su hombría o morir en el tentativa.
Más suicidios que el resto de veteranos
Además, según el último trabajo de Brown, los tentativas de suicidio
entre los veteranos con desórdenes de género son 20 veces mayores que
entre el resto de excombatientes. Como habló Manning, una solución
viable a su enmarañamiento era “deshacerse” de sí mismo. Es factible que
el peligro de suicidio se deba a la tensión, al aislamiento y al
estigma se proyecta sobre los transexuales. Pero es inalcanzable estar
al tanto delo dado que los soldados no deben acudir con su
enmarañamiento al despacho del doctor, a no ser que deseen ser
expulsados del cuerpo.
Manning cumple una doble condena, porque en la prisión no recibirá tratamiento para la reasignación de sexo
Quizá Manning realizó su filtración a Wikileaks como una demostración
de hombría o como reacción frente al decepcionante planeta
hipermasculino que le rodeaba. Como expresó en 2010, no le importaba ir a
prisión o así mismo ser ejecutada: su primordial temor era el de salir
retratada en todos los medios “como un chico”. Durante su juicio, y como
parte de la táctica de su salvaguarda, se supo que sus superiores
descubrieron una copia del estudio de Brown entre sus cosas. Para su
abogado, cuando se supo que tenía un alter ego en internet aclamado
Breanna, el aislamiento al que le sometieron trasladó a Manning a la
espiral destructiva que terminó en la mayor filtración de la historia.
Todo este procedimiento ha llevado a Chelsea Manning a una doble
condena. Por un lado, 35 años de cárcel en el aflicciónl militar de
Fuerte Leavenworth. Y lo que quizá sea peor, 35 años sin poder tratarse
para lograr un físico de mujer. Lo dejó enormemente obvio un director de
la prisión a la cadena NBC: “El Ejército no proporciona terapia
hormonal o cirugía de reasignación de sexo para el trastorno de
identidad de género”.
“Hay algunos transexuales cuya condición es conocida en su unidad.
Sus amigos lo conocen y a veces así mismo sus supervisores. Esto no es
común, aunque a veces sucede”, explica Jeremy Johnson, del Palm Center.
Pero reconoce que carecen de apuntes para estar al tanto de cuáles son
sus motivaciones o si hay casos de presiones por parte de amigos. De ahí
la necesidad de este macroestudio, con 11 investigaciones paralelas,
para tratar de entender porqué hay tantos transexuales en el Ejército,
cuál es su circunstancia y cómo se ubican física y psicológicamente.