El director del Promusida cree que la inclusión de las personas trans es un camino sin retroceso, pero en el que aún hay mucho que remontar.
Balance. Damián Lavarello elogió el debate.ital.com.ar)
Entre los avances en materia de derechos para todo
el campo de la diversidad sexual que Argentina viene experimentando en
los últimos años, todavía hay lugar de sobra para el reclamo. En el
primer encuentro nacional del colectivo transexual organizado en la
ciudad esta semana por la ONG Red Diversa y Positiva, el director del
Promusida, Damián Lavarello, pasó revista a lo que hoy por hoy puede
ubicarse en las columnas del debe y el haber. Y aunque no dejó de
señalar los grandes pasos que se han dado en materia legislativa, de
adecuación legal y corporal a la autopercepción de género, y de acceso a
la salud, tampoco omitió lo que todavía es deuda. Y pesada. Por
ejemplo, la desigualdad de oportunidades laborales, que aún mantiene a
muchas personas atadas al trabajo sexual, cuando "de ningún modo está
ligado de manera indisoluble ni intrínseca a la transexualidad".
—¿Cómo valora este encuentro?
—Este primer encuentro de la Red, que es de alcance
nacional y reúne a personas trans y de todo el arco de la diversidad
sexual, resulta de gran valor estratégico para todos los que trabajamos
en el campo de la salud y específicamente en la problemática de VIH sida
porque se trata de una población que hasta ahora ha sido muy afectada
por la epidemia, con altas prevalencias, y también por algunos otros
problemas. Hoy, con un programa bastante integral, las propias chicas de
la red y de otras ONG, todas destinatarias de estas políticas sociales,
debaten sobre cuáles son los mejores modos de implementar y hacer
realidad el derecho básico de la inclusión. En la apertura, el ministro
(de Salud provincial, Miguel) Cappiello señaló que este camino es el
decidido y el que va a seguir quien lo suceda si él resulta electo
concejal. Son políticas proactivas.
—¿Los avances legislativos a nivel nacional de los últimos años resultaron determinantes?
—Sí. Hoy permiten que una persona acceda a lo que
necesita para vivir de acuerdo al género sentido. Puede cambiar su
identidad de género: si fue llamado Juan por sus padres puede decidir
que de ahora en adelante se llamará Joana. Puede pedir hormonas en un
centro de salud si elige iniciar un proceso que lo lleve a tener un
cuerpo más acorde a ese género. Y eventualmente ya estamos hablando de
favorecer el acceso a cirugías de adecuación corporal para que puedan
quedar próximos al género sentido. Hay que quitarle dramatismo a esto:
no son amputaciones, sino adecuaciones, cirugías plásticas.
—¿Pero en Rosario esas cirugías no se empezaron a hacer ya?
—Se hacen las mastectomías bilaterales. Y también se
está hablando de aplicar prótesis mamarias en hospitales públicos, algo
que enfrenta el problema de los costos pero que apunta a evitar que una
joven se inyecte 250 centímetros cúbicos de aceite siliconado en cada
mama, una sustancia que le va a traer graves problemas de salud a
mediano o largo plazo porque invariablemente el aceite no es estable en
el cuerpo humano y migra, con muy serias consecuencias para la salud.
—¿Qué otra deuda pendiente importante abordó el encuentro?
—Entre otras, la problemática laboral: poder acceder a
empleos dignos y no a pensiones de pequeños montos. Tener igualdad de
condiciones para acceder a empleo genuino. Hoy una compañera decía por
qué tiene que ser pasante por 700 pesos en una oficina si hace el mismo
trabajo que un empleado por 5 mil. Empleo de favor no: con las mismas
responsabilidades y las mismas condiciones, igualdad ante la ley,
dignidad, ciudadanía. Y, por supuesto, tratar de evitar en la medida de
lo posible el trabajo sexual, que de ningún modo está ligado indisoluble
ni intrínsecamente a la transexualidad. Algunas lo seguirán haciendo,
pero que muchas más tengan otras chances. De hecho, se empieza a
equilibrar esto: hoy no todas las chicas travestis o trans son
trabajadoras sexuales.
—¿Las adicciones siguen siendo un problema grave en este colectivo?
—Sí, muy fuerte, pero increíblemente hasta no hace
mucho no llegaba a los centros de rehabilitación. Es bastante común el
combo de trabajo sexual nocturno y droga. Una cosa muy loca, muy propia
de nuestra época: un tipo que llega a Sarmiento y Pasco en un superauto y
paga por una mezcla de sexo, cocaína, alcohol, y quiere y exige que la
chica trans también consuma. Ella llega doblada a su casa en la
periferia a las 5 de la mañana o al mediodía, con bolsitas de cocaína en
los bolsillos, y tiene una durísima situación que remontar ante la
familia. Lo que pinta como una salida aparentemente fácil, porque ahí
circula mucho dinero, con los años le deja a esa chica un conflicto muy
grave. Ahora ese problema sí está empezando a llegar a los centros de
rehabilitación como Alcohólicos Anónimos o Nazareth.
No hay comentarios:
Publicar un comentario