Ciertamente, he pasado por algunas crisis emotivas, pues, quien de nosotras no se ha preguntado alguna vez : “¿por qué me toco a mí vivir esta “incongruencia” o “no correspondencia” entre genero y sexo físico?, y ¿no hubiera sido mejor no haberla tenido, evitándonos, de esa manera, alguna penas y sufrimientos? Lo bueno que esas crisis nunca llegaron un plano existencial. En seguida, me daba cuenta de que estas crisis no se debían a mi misma, sino a mis condiciones “externas”, que no me permitían manifestarme como realmente soy. Pero siempre salía de esas crisis, rearmada y fortalecida, y asumía mi proceso como una serie batallas que debía ganar, día tras día.
Estaba clara con respecto a mi “identidad femenina”, pero otra cosa muy diferente es adecuar esa identidad, no solamente con lo físico, sino también, con los espacios y tiempos de mi vida cotidiana, pues es evidente que quiero estar de chica todas las horas del día, y no solamente unos “momentos” o un “ratito”. A pesar de saberme recluida en el “closet”, siempre asumí la posición de defender y reafirmar mi identidad femenina y de avanzar en mi “feminización” en lo que pudiera, poco a poco. Las limitaciones que tenía (y tengo), me las imaginaba como obstáculos que debía superar día tras día. No tanto así, pero me lo imaginaba como una guerra, (jajajajaja). Por ejemplo, ¿cómo depilarse, primero las piernas, y luego el cuerpo? ¡¡tremendo reto!!, Cuando logre hacerlo y mantenerlo permanentemente, fue para mí como ganar una gran batalla dentro de esa guerra. Pero esta postura era un matiz de diferenciación con muchas amigas “travestistas”, las cuales no solamente no se planteaban dar esas pequeñas y cotidianas batallas por la “feminidad", sino que la consideraban innecesarias o demasiado atrevidas y comprometidas. Siempre he considerado que, aún en el “closet”, se puede y se debe mantener nuestra feminidad.
A pesar de las crisis emotivas y de estas batallas cotidianas, me siento muy orgullosa de ser lo que soy. Pienso que aparte de mi pareja y mi familia, no hay nada más hermoso y especial que me hubiera podido suceder en la vida, que tener los sentimientos y la personalidad que tengo, y ser una “mujer transgénero”. El hecho de haber realizado un tramo de mi vida oficialmente como “varón” y luego descubrir mis sentimientos femeninos, me da una invalorable y muy rica visión integral sobre la vida y la naturaleza humana, y sobre las cosas y las circunstancias que nos rodean. Es como si fuésemos alguien reencarnado en una “mujer” pero que perfectamente recuerda y esta plenamente conciente, de una vida anterior como “hombre”. La diferencia sustancial es que las dos vidas se han hecho una sola. O mejor, es como ser una mujer que conoce perfectamente como piensan y actúan los hombres, es decir, el otro género. Y en mi caso, que tengo que pasar y moverme aún entre ellos.
Yo también me he hecho la pregunta que se seguramente se hacen las “mujeres transgénero” adultas como yo: ¿Qué hubiera pasado si hubiese descubierto mi feminidad y mi “identidad de género”, por decir, en la adolescencia? La respuesta fue siempre la misma, inequívoca y contundente: hubiera decidido no sólo defender a capa y espada mi condición transgénero, sino que hubiera hecho lo imposible por iniciar, lo más pronto posible una “transición de género” en términos físicos y sociales. Claro, esta es una respuesta “teórica” y un tanto especulativa, no sólo por que la vida se me presento de otra manera, sino por que sabemos que tener una condición transgénero no es un “lecho de rosas”, sino al contrario, muy difícil y hasta veces trágico, tomando en cuenta nuestro entorno. Pero es bueno saber que, en otros países más avanzados, la gente esta tomando conciencia de esta condición humana, y los padres cada vez más ayudan desde temprano a sus hijas, niñas o adolescentes, a iniciar su “transición de género”.
En mi caso particular, la “feminización” ha sido, sigue y seguirá siendo, un proceso lento, tan lento que a veces desespera, al punto de que tal vez haya constituido un elemento presente en aquellas crisis que mencionaba, pero ese proceso de cambio o de “transición”, siempre lo pensé como propio. Es verdad, de hecho, en comparación con lo que pueden haber avanzado muchas “mujeres transgénero”, en términos físicos y sociales, estoy re-contra atrasada. Reconozco que aquellos objetivos que constituyen una “transición transgénero” aun siguen manteniéndose más como deseos y aspiraciones, y no tanto como realizaciones efectivas, pero aunque avanzo muy lentamente, esas aspiraciones y deseos son muy firmes: más allá de las dudas médicas o clínicas (como por ejemplo la Terapia de Reemplazo Hormonal, TRH), no tengo ninguna duda sobre ellos y de la necesidad de llegar a esas metas. pero permítanme resaltar algo que valoro mucho en mí misma: la “feminización” siempre ha sido mi norte, y aun cuando no avanzará, nunca tuve dudas al respecto. Y persisto en eso.
Pienso que para una “mujer transexual” le es vitalmente indispensable y necesario iniciar y culminar una “transición transexual” por que la “Disforia de Género” es un trastorno altamente destructivo de la persona. Si no se procesa una “transición”, la persona puede ser emotivamente destruida y ser llevada al suicidio. Esto no es ninguna broma. Es por contrario, una lacerante y triste realidad.
En el caso mío (y quizás, en la mayoría de casos de “mujeres transgénero”) también la “transición de género” es indispensable y necesaria para nuestra salud mental y física. Recuérdese que también nosotras queremos vivir permanentemente como “mujeres” (no necesariamente entre y como, las “mujeres biológicas”), sin embargo, al no tener “Disforia de Género”, la incongruencia entre lo físico y la identidad, no se nos plantea, al menos inmediatamente, como de vida o muerte. Se nos plantea más bien como una estrategia de adecuación, de hacer que cada día, cada momento, cada minuto, la brecha entre el físico y nuestra identidad, se vayan acortando y estrechando, pero repito, a un ritmo cuyo avance o retroceso, dependerá de cómo se nos presenten, a cada “mujer transgénero”, los obstáculos y limitaciones de su entorno.
Puede ser que exagero, pero tengo la impresión de que para una “mujer transexual” la CRS es el todo o nada para resolver su “Disforia de Género”. Para una “mujer transgénero” se trata de un largo proceso, con miras y metas claras, es cierto, pero no depende tan sólo de nuestra voluntad, sino también depende de nuestras circunstancias, de nuestras relaciones familiares, laborales, sociales, etc., y sobe todo, de nuestra responsabilidad en tales relaciones. Esta totalmente equivocada aquella persona que piensa que una “mujer transgénero” no sale del “closet”, o “no da la cara” o que “no se enfrenta al mundo” por cobardía. Al contrario, si no puede hacerlo es por que asume, con invalorable valentía, esa responsabilidad frente a los demás, sobre todo, cuando están implicados parejas e hijos.
Yo veo las cosas al revés: lo que debe valorarse, es esa valentía que tienen las “mujeres transgénero” de que a pesar de estar obligadas a asumir esas responsabilidades familiares, laborales y sociales, y hacerlo con entereza y entrega, aún así, persistan en mantener, contra viento y marea, su “identidad de género” femenina.
En toda la historia de la especie humana, esa valentía ha sido una de las características del género femenino, de la mujer, de toda mujer.
* Estas fotos fueron posteadas en el Grupo "Trujillo TV" por Wilder, uno de sus talentosos y finos impulsores, a quien admiro mucho.
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