viernes, 31 de julio de 2009

Irina Echevarría, una bella y valiente mujer

(Estos son tres artículos y dos videos de hace algunos años, pero sin embargo, constituyen la mejor forma que tengo de rendirle homenaje a a una hermosa y valiente mujer)


Doble discriminación: discapacidad y transexualidad

Rocio Sánchez/Notiese Especia para la Jornada

Irina Echeverría enfrenta dos facetas de la discriminación. Nació con polineuropatía degenerativa crónica, padecimiento que disminuye el movimiento y la sensibilidad en todo el cuerpo, por lo que usa silla de ruedas. La discriminación que aparecía como indiferencia ante su discapacidad motora se transformó en ataques cuando comenzó su proceso de reasignación de sexo, hace cuatro años. Irina, una mujer transexual que preferiría la indiferencia de la gente con tal de que no la agrediera, relata en entrevista con NotieSe los problemas que ha enfrentado tanto a nivel social como institucional.

Hace siete años Irina y una amiga llegaron a vivir a una unidad habitacional en la delegación Tláhuac. La mayoría de sus vecinos son empleados sindicalizados del Gobierno del Distrito Federal. La unidad, con banquetas de hasta 40 centímetros de alto, no contaba con accesos para silla de ruedas. Irina las solicitó al administrador del condominio, pero se negaron a la petición. Tuvo que pagar de su bolsa la construcción de una rampa en la parte trasera del edificio, junto a su departamento.

Cuando inició su proceso transexual los conflictos se incrementaron. El entonces administrador de la unidad y otros tres vecinos comenzaron a insultarla cotidianamente y a reclamarle la rampa. ''Me agreden por la ventana; me avientan basura, tierra, animales muertos; me gritan 'pinche puto', 'pinche maricón', 'lárgate de aquí'".

Una de sus vecinas le reveló que la razón de tal furia es su transexualidad, por lo que ''harán todo para conseguir que se vaya de la unidad''. Irina y su amiga aseguran que si tuvieran los recursos económicos se irían a vivir a otro lugar, "no por salir huyendo, sino para vivir mejor".

Batallas legales

A causa de las agresiones Irina interpuso una denuncia por discriminación, así como un procedimiento ante el juez cívico para resolver el problema de los accesos a su departamento. Además, acudió a interponer sendas quejas en la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal y al Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred).

Al levantar la denuncia por discriminación, el Ministerio Público número uno de Tláhuac trató a Irina con clara actitud discriminatoria. ''Se portó amable conmigo hasta el momento en que vio mis documentos oficiales con mi antigua identidad masculina. En ese momento se volvió déspota y comenzó a hablarme en masculino". También le dijo que las acciones que sus vecinos llevan a cabo en su contra "no constituyen actos de discriminación", por lo que su denuncia no procedía.

Ante este trato, Irina acudió a la Fiscalía para Servidores Públicos del Distrito Federal para denunciar la negligencia del Ministerio Público. La denuncia continúa en proceso.

En Conapred, pese a que el trato inicial tampoco fue adecuado, de acuerdo con Irina, la queja tuvo entrada y se citó a sus agresores para conciliar, pero sólo tres de los cuatro involucrados acudieron. ''Negaron todo; dijeron que están dispuestos a someterse a la audiencia de conciliación y hasta aseguraron que uno de ellos es mi amigo". Los insultos y las burlas continuaron después de tales declaraciones.

Otro proceso interpuesto por Irina fue una queja ante la Procuraduría Social (Prosoc) del Distrito Federal, encargada de normar la convivencia entre condóminos. La afectada envió una carta a la procuradora, María Magdalena Gómez Rivera, narrando los problemas que ha tenido en su unidad debido a su discapacidad y su transexualidad. Le aconsejaron en un escrito que acudiera al Ministerio Público y al Juzgado Cívico y, si nada de esto funciona, a la Comisión de Derechos Humanos del DF. Una vez agotadas estas instancias podría regresar a la Prosoc a interponer una queja. ''Todo eso ya lo hice y antes de que me dieran esa respuesta''. Inconforme, Irina acudió a la oficina de la procuradora. Ahí la atendió su secretaria particular, quien se mostró sorprendida por la respuesta dada y se comprometió a revisar el caso.

Sin embargo, cuando logró que dieran entrada a su proceso en Prosoc, sus cuatro vecinos ya habían interpuesto una queja por invasión de áreas comunes. Ayer, la solución que propuso el subprocurador de quejas de Posoc, Juan de Dios Izquierdo, da la razón a los quejosos aseverando que Irina está violando la Ley Condominal, por lo que deberá quitar la rampa -su único acceso a su casa- o pagar una multa de 300 días de salario mínimo.

Situación emblemática


Víctor Velasco, sicólogo con amplia experiencia en el tema de transexualidad, dijo a NotieSe que la de Irina es "una situación común porque su condición genera un gran rechazo social debido a la ignorancia y los miedos que mueve.

''Cuando en la vida cotidiana vemos a una persona con discapacidad, tendemos a pensar que es una persona que no ejerce su sexualidad. En la medida en que ella muestra que su sexualidad está ahí presente, provoca más el rechazo de los vecinos porque evidencia dos cosas que desearían no observar: tanto su transexualidad como su discapacidad. Las dos provocan mucho temor", asegura.

Ante los miedos que genera estar cerca de algo que al parecer nos amenaza y no podemos controlar, dice el también director del Centro de Capacitación y Apoyo Sexológico Humanista, la agresión es la reacción más primitiva. La diferencia entre el estado de discapacidad de Irina y la agresión que sufre ahora que es transexual, afirma, "es que en el primero, mediante la indiferencia, pareciera que no existes, pero cuando eso se hace absolutamente evidente (en la transexualidad) ya no puedes jugar a que no ves".

Lucha constante

Irina ya ha ganado otras batallas. Una fue conservar su empleo de 15 años como vigilante en la UNAM. "Me dieron de baja, pero me quejé ante la rectoría y gané, aun sin que el sindicato moviera un dedo. Me reinstalaron, me pagaron salarios caídos y ahora el trato de directores y subdirectores hacia mí es de respeto".
Lo que Irina exige es respeto. Las agresiones hacia ella son injustas, afirma, ya que cualquier persona que la conozca sabe "que no me meto con nadie. Mi vida es privada y lo único que hice fue atravesar un proceso transgénero sin esconderme. La agresividad de la gente es terrible".


“Carta a mi padre. Testimonio de una persona transexual con discapacidad”. Echeverría, Irina.
México

DF - El Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) presentó este jueves Carta a mi padre. Testimonio de una persona transexual con discapacidad, libro en el que la activista Irina Echeverría narra las vicisitudes de su vida.

La autora –quien confesó que sus modelos a seguir son la feminista Marta Lamas y la luchadora social Rosario Ibarra de Piedra, hoy día senadora de la República– comentó que decidió denunciar su caso antes de pasar a las estadísticas de crímenes por odio.“Para mí ser mujer es la culminación de un camino de más de treinta años. Yo no me considero transexual como adjetivo. La transexualidad es un proceso. Comienza, avanza y termina. No importa si hay operación genital o no, a mí me vale un cacahuate. La sexualidad está en el cuerpo y en la mente. Soy mujer porque me siento mujer, no por querer parecerme a alguien, mucho menos a un estereotipo comercial”, expresó.

Irina agradeció públicamente a Nelly, con quien se casó en Cuba hace 14 años. “Yo le quité a su pareja; sin embargo, hace ya más de seis años decidimos vivir juntas. Ella es mi pilar, me ha enseñado el verdadero significado del amor”.

Irina, mujer de dos corazones

Por: Silvia Jiménez G.

A veces la vida es más que generosa y nos da la oportunidad de toparnos con seres humanos de excepción. Hace unos días, al participar en el II Encuentro Nacional de
Escritor@s “Disidencia sexual e identidades sexo-genéricas” en la Ciudad de México, tuve ocasión de conocer a Irina Echeverría, maravillosa mujer que con su vida misma es un ejemplo de entereza, valor y una incansable lucha por la libertad.

La historia de Irina es reflejo fiel de nuestra incapacidad -como sociedad- de entender y, sobre todo, de aceptar a los demás tal y como son y sin pretender imponerles un estilo de vida determinado.

Ella nació con polineuropatía degenerativa crónica, enfermedad que disminuye la movilidad y la sensibilidad en todo el cuerpo y que la ha obligado a usar una silla de ruedas.

El asunto no termina ahí. Además del padecimiento, Irina nació con un cuerpo que nuestra sociedad ha determinado que es exclusivo de los varones; y como tal fue registrada, nombrada y educada, pero con la enorme y profunda convicción de ser una mujer.
Fueron años muy difíciles en los que tuvo que enfrentar un reto por partida doble, su discapacidad y su transexualidad.

Los daños que esto le ha acarreado se ven reflejados en el problema que ahora enfrenta con sus vecinos de una unidad habitacional en la delegación Tláhuac, en el Distrito Federal, a donde llegó hace siete años.

Como la inmensa mayoría de los edificios habitacionales en la Ciudad de México, el condominio no contaba con rampas de acceso para silla de ruedas. Irina la solicitó al administrador que se negó a ponerla, por lo que ella misma tuvo que mandarla construir y sufragar los gastos.

Hasta ahí el asunto no para ser un claro ejemplo de indiferencia y apatía ante las necesidades especiales de una persona con capacidades diferentes. Sin embargo, hace cuatro años Irina inició su proceso de transexualidad y fue cuando comenzó su verdadero calvario.

De la indiferencia, los vecinos pasaron a la agresión: Ante los medios de comunicación Irina ha expresado que “me agreden por la ventana, me avientan basura, tierra, animales muertos; me gritan ‘pinche puto’, ‘pinche maricón’, ‘lárgate de aquí’”.

Encima de todo, los vecinos le han interpuesto una demanda en donde afirman que la construcción de la rampa es una invasión a las áreas comunes.

Y, como una bola de nieve, el absurdo ha seguido creciendo. Irina vive ya como la mujer que es –muy atractiva, por cierto- y no deja lugar a dudas para cualquiera que la ve que, efectivamente, es una mujer.

Así es que al llegar con el Ministerio Público para enfrentar la demanda, el funcionario se portó amable con ella en un principio, pero en cuanto vio sus documentos oficiales que la acreditan como varón, el trato hacia ella cambió radicalmente.

En ese momento –ha declarado Irina- el agente del Ministerio Público se volvió déspota y empezó a hablarme en masculino”.

La resolución se ha venido posponiendo y a pesar de que Irina ha recurrido a instancias como el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) y la Procuraduría Social del DF, la mujer corre el riesgo de ser obligada a retirar la rampa o a pagar una multa de 300 días de salario mínimo.

Buena parte de la información expuesta hasta este momento es del dominio público, toda vez que ha aparecido en los diarios. Pero el encuentro personal con Irina rebasó con creces la frialdad que puede tener una nota informativa.

Lo primero fue verla en al foro del auditorio de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, sede del Encuentro. Con su cabello rubio, sus ojos claros, sus facciones delicadas y un cuerpo delgado y frágil que se mueve con dificultad sobre la silla de ruedas.

Pero si su cuerpo es frágil, su corazón es poderoso, tanto, que yo creo que Irina es una mujer de dos corazones, uno para enfrentar la indiferencia ante su discapacidad física, y otro para resistir las agresiones debido a su transexualidad. Ambos le han servido, sobre todo, para atreverse a vivir en libertad, sin importar sus limitaciones físicas y sin que hagan mella el rechazo, la burla y las agresiones de todo tipo.

El testimonio de Irina es, sin duda, un clarísimo ejemplo –por si alguien lo dudara- de que la transexualidad no tiene nada de capricho, de ocurrencia o de locura.
Una persona cargada de buenas intenciones, pero con escasa información, podría pensar que no tiene sentido para una persona que de por sí sufre una discapacidad, involucrarse en un proceso tan complicado como la transexualidad, a sabiendas de todo lo que tendrá que enfrentar.

Quienes hemos conocido a Irina sabemos, sin embargo, que no es la clase de mujer que se doblegue ante los retos. Ni la discapacidad, ni las agresiones, ni mucho menos la ignorancia de algunos, podría impedirle vivir, por fin, en el género con el que desde muy chica se identificó.

Gilberto Rincón Gallardo –director de Conapred- ha dicho que en México la mayor discriminación la sufren las personas con discapacidad y los individuos con orientaciones sexo-genéricas diferentes a las aceptadas socialmente.

Qué triste que en una sola persona haya tenido que recaer esta doble condición de vulnerabilidad ante una sociedad que no acaba de entender que la verdadera naturaleza de los seres humanos, y de la vida misma, es la diversidad.

La maravilla es que, pese a que desde muy chica Irina sufrió el rechazo de su padre por no asumir a plenitud el rol masculino que se le imponía, y pese a tener que batallar contra la polineumopatía degenerativa crónica, nunca se dio por vencida.

Y no se ha doblegado ante la incomprensión de los demás. Si acaso su cuerpo ha debido doblegarse frente a la enfermedad, pero su espíritu está más firme y más fuerte que nunca.

Lamenta, eso sí, la ignorancia y el odio de quienes no son capaces de liberarse de tantos prejuicios.

Frente a una taza de café nos confesó que sí ha sido severa la discriminación que ha debido sufrir por su discapacidad. Pero, palabras más, palabras menos, nos dijo que esa es una discriminación pasiva, silenciosa.

Te ignoran, dijo, simplemente no existes; puedes necesitar que te ayuden a cruzar una calle o a subir una escalera y no hay quien se ofrezca a hacerlo, pero hasta ahí. La discriminación por ser transexual, en cambio, esa sí es violenta; te agreden, te insultan, te maltratan.

Vaya una a saber qué clase de bichos tendrán en la mente, cuántos miedos, cuántas frustraciones, cuántos fantasmas, para que el solo hecho que una mujer transexual decida expresarse con libertad pueda generar tanto odio en algunas personas.Por eso es que urge empezar a cambiar las cosas.

Habría que empezar, por ejemplo, con campañas como aquella que lanzaría la Secretaría de Salud y otras organizaciones sociales para combatir la homofobia, pero que no tuvo el impacto deseado debido a presiones de sectores conservadores encabezados por el alto clero de la iglesia católica.

Urge, también, que los legisladores respondan a los tiempos que vivimos y promuevan leyes que protejan efectivamente a las personas transexuales; al menos que les permitan contar con un reconocimiento jurídico de manera que si han decidido vivir como las mujeres que son –o como hombres, en al caso de los transexuales de femenino a masculino- cuenten con documentación que las identifique, efectivamente, como tales.

Irina ha recibido numerosos apoyos, algunos por parte de organizaciones como Amnistia Internacional y otras que velan por los derechos humanos. Ojalá que muy pronto se resuelva su situación y que pueda llevar una vida en paz, como la de cualquier ciudadana que lo único que desea es alcanzar la felicidad.

En un futuro, cuando se escriba la historia de las reivindicaciones sociales y políticas de las personas transexuales en México, la biografía de Irina ocupará, sin duda, un lugar muy especial.

Por eso es que el valor y la entereza que ha mostrado deberá movernos a trabajar cada vez con mayor empeño para construir una sociedad más justa en donde, recordando al poeta Mario Benedetti, la gente viva feliz, aunque no tenga permiso.


Silvia Jimenez. Escritora y Videoasta, ha sido coordinadora del grupo Eon Inteligencia y Transgenero. Escribió "Mayela, Retrato de una Mujer Transgenérica" y realizó el cortometraje "Adios, Hombre, Adios". Actualmente es vicepresidenta de Humana, Nación Trans.





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