Hoy se conmemora en todo el mundo el Día de la Mujer. PERFIL entrevistó a quienes, nacidos varones, decidieron convertirse en mujeres. Las diferencias entre transexuales y travestis. Las consecuencias psicológicas de la operación de reasignación de género, que en nuestro país se ha realizado en hospitales públicos. Lo que dice la Justicia argentina.
Por Laura Gambale / Silvina Marquez | 06.03.2010 | 23:28
Alejandra. “Desde chica siento un desequilibrio entre mi cuerpo y mi forma de sentir”, cuenta a PERFIL Alejandra Portatadino, el primer caso público de operación de reasignación de género, realizada en 2006. “En la adolescencia era la consejera de todos mis amigos hombres en temas de amor –recuerda Alejandra–. Ya desde entonces me trataban como bicho raro porque siempre me preocupaba por cuidar al otro, algo así como ocurre con el instinto maternal.” Después de ir al psicólogo, pasar por varios diagnósticos de “personalidades múltiples”, seguir al pie de la letra lo que le decía su psicólogo, “no juntarme con mujeres, hacer actividades de hombres y alejar todo tipo de pensamiento femenino”, intentó suicidarse. “En 2002 me ahorqué por desesperación. Tuve suerte ya que se zafó una viga y por eso sobreviví.” Sin perder tiempo, aprovechó la segunda oportunidad que le regaló la vida: “Me uní a trabajar con el cuerpo médico forense, me contacté con profesionales de distintos hospitales y miembros de la Corte, retomé mis estudios de Antropología Biológica y fui convocada a trabajar como activista en el área jurídica de la CHA (Comunidad Homosexual Argentina). Después de largas investigaciones, confirmé lo que sospechaba: tenía disforia de género, es decir un desequilibrio entre el cuerpo biológico y el sentir. Y no se trata de una patología, por lo tanto, con un buen diagnóstico y con la aprobación de un juez federal, logré que se me autorizaran la operación en un hospital público”. En marzo de 2006 fue intervenida quirúrgicamente en el Hospital de Agudos Ricardo Gutiérrez de la ciudad de La Plata por el doctor Pablo Maldonado, jefe del Servicio de Cirugía Plástica y Reparadora de ese hospital. “El médico te acomoda tu cuerpo al sexo sentido, ¡y es un alivio! Recuerdo que mi primer sentimiento fue de armonía.” En 2008, y con motivo del Día Internacional de la Mujer, fue elegida como “mujer del año” por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, y ese mismo año se ganó un lugar en la ONG Greencross, donde ocupa un cargo ejecutivo “al que llegué por concurso”, y donde continúa desempeñándose.
Brigitte. El profesor de Ecología del Paisaje de la Universidad colombiana Javeriana, regenteada por los jesuitas Luis Guillermo Baptiste usa tacos altos y minifalda, se hace llamar Brigitte desde 2003 y por el momento no piensa en operarse. “Ser mujer (como ser hombre) es una invención cultural”, cuenta Brigitte a PERFIL. “Si bien todas las personas nacen con características físicas diferentes, es durante nuestro crecimiento que el cuerpo se va llenando de significados y va evolucionando hasta adquirir una identidad. Ser mujer es, por tanto, una construcción personal. Cuando me visto como tal me siento, ante todo, con mucha más libertad. Ser hombre implicaba una cantidad de obligaciones y restricciones que me enloquecían, una exigencia de banalización de muchas de mis emociones y sentimientos, limitar la expresión de mis afectos y, sobre todo, un cuerpo mucho menos móvil, sensible y sensual. Lo femenino, en la cultura occidental, está cargado de restricciones y roles, pero permite experimentar otras dimensiones más complejas de la existencia –continúa la profesora colombiana–. En mi caso, es el movimiento de un género a otro lo que me abre posibilidades: soy consciente de que, de haber sido criada como mujer, me estaría trayendo los mismos conflictos y restricciones que experimentan las mujeres hoy en todo el mundo.” De cuerpo llamativo, uñas pintadas y prolijas, ropas de colores fuertes y sin pulgas a la hora de hablar de lo que siente, confiesa que le costó encontrar el camino “para definir el cuerpo con el que me sentía más cómoda. Ahora disfruto mucho más mi erotismo, ha sido como ver la luz, un permanente descubrimiento de mí misma”.
Claudia Pía. “A los 14 me hice implante de mamas y desde ese momento se me cerraron muchas puertas. Pero también se abrían otras”, relata a PERFIL la activista Claudia Pía Baudracco, coordinadora de enlace de la Asociación Travestis, Transexuales y Transgéneros Argentina (ATTA). Ella es travesti, no tiene decidido operarse los genitales ya que, según sus propias palabras, “la construcción de la identidad va por otro lado”. “Nunca me sentí identificada con los varones y tampoco luché contra mis sentimientos. Tengo la sensibilidad y el instinto del cuidado maternal de una mujer con la fuerza de un hombre”, asegura, y reflexiona: “La identidad no es algo que se elige, yo la sentí desde siempre ligada a lo femenino. Lo único que me faltaba era que el espejo me devolviera la imagen de mujer que siento ser”. Al recordar los días de su adolescencia no puede evitar soltar un suspiro. “Corazón –arroja casi sin pensar–, la adolescencia no existe para nosotras. Por la discriminación que sufrimos estamos condenadas a pasar de ser niñas a adultas, buscando trabajos poco gratos, expuestas a la noche y a lo marginal y sometidas a exigencias de mujeres de mucho más de 14 o 15 años, por eso es fundamental concientizar y cuidar a mis pares. Por otro lado, fui sometida a exámenes psiquiátricos para descartar que no estuviera mentalmente enferma.”
A los 20 años decidió viajar a Europa, donde estuvo tres años conviviendo con un hombre antes de regresar a la Argentina. “Sentí que tenía mucho por hacer en mi país, así que, después de pensarlo un tiempo, me volví. Empecé por sumarme en la lucha por la ley de género, para que nuestros derechos sean respetados, porque cuando era adolescente tuve que pagar multas muy caras por usar la ropa con la que me sentía identificada, no quiero que a mis pares les pase lo mismo.”
Diana. Ella es travesti, tiene 38 años, trabaja como voluntaria en el área de Infectología del Hospital Fernández y tiene una voz que oscila entre la timidez y la dulzura. Diana cuenta a PERFIL que admira profundamente a la mujer “desde que tengo uso de razón”. “¡Es perfecta!, comprensiva, sensible, pero también competitiva y con mucho coraje –confiesa–. Las mujeres tuvieron que atravesar todos los límites que impone una sociedad machista, ganarse su lugar y luchar por sus derechos, cómo no voy a admirarlas. De hecho, cuando me confunden y creen que soy mujer, aviso que soy travesti, pero por dentro siento un gran orgullo.” A los 17 se alejó del núcleo familiar, conservador y militar, y comenzó a tomar hormonas, se hizo “unos retoques en la cola y en las caderas”, y se dedicó a trabajar como actriz cómica de stand up en distintos teatros. Por el momento no tiene pensado operarse ya que “me da mucha impresión”.
Nati. El caso de Nati, en 2006, fue el primero en el que una persona menor de 18 años recibía una intervención de readaptación sexual en la Argentina con consentimiento de la Justicia por padecer disforia de género. Se trata de una adolescente cordobesa que desde que tenía 13 se hacía llamar Nati, a pesar de tener un DNI que la identificaba como Marcos. Pero ella no se sentía Marcos. El psicólogo que la acompañó desde los 13 hasta el momento de la operación es Guillermo Borrovinsky. El especialista habló con PERFIL y explicó que “tanto en el caso de Nati como en el del resto de las personas que quieren operarse para cambiar de sexo, no existen causas ni patrones de conducta comunes. La construcción de la identidad psicológica es un proceso complejo. Hay que tener en cuenta que en el caso del transexual, la identidad psicológica difiere con la identidad biológica, y esto trae aparejado mucho sufrimiento, a tal punto que puede llevar al suicidio. Por eso, considero que la operación es una buena forma de aliviar el sufrimiento, siempre y cuando esté bien diagnosticado”. En el caso de Nati, el piscólogo recuerda que le trajo “alivio, mejoramiento de la calidad de vida y el alejamiento definitivo de la posibilidad de suicidio”. Para no dejar lugar a dudas, Borrovinsky remarca que “la cirugía es sólo una parte en el proceso de construcción de identidad de una transexual”. En 2007, Nati consiguió un DNI definitivo con sexo y nombre femeninos. “Ahora no tengo que andar aclarando nada cuando tengo que presentar mi DNI, siento que se están cumpliendo mis derechos como persona”, dijo en ese entonces.
Verónica. El caso de Marcos Giordano es uno de los más recientes de dimensión pública. Se trata del profesor transexual y ex director de Ipem 315 de San Francisco (Córdoba), que en diciembre del año pasado logró que la Justicia fallara a su favor y posibilitara la operación de adecuación sexual, para así poder ser, íntegramente, Verónica. Llegar al voto positivo para la intervención no fue un camino fácil: “Fue un proceso largo que trajo aparejado un montón de pérdidas, tanto en la vida pública como privada”, dijo al diario cordobés La Voz. El comité consultivo de Bioética comunicó al Juzgado de 4ª Nominación en lo Civil de San Francisco la opinión favorable del grupo de expertos para que Giordano fuera sometido a una cirugía de adecuación sexual. Aunque todavía no tiene fecha confirmada, la iniciativa continúa firme.
Entre las noticias de mayor relevancia que enorgullecieron a las comunidades transexuales, ocupa el primer lugar lo ocurrido el jueves en los Estados Unidos. La administración de Barack Obama contrató a una transexual para que ocupe un puesto de alto nivel en el Gobierno. Se llama Amanda Simpson, tiene 49 años y fue designada “asesora técnica senior” en el Departamento de Comercio. Su nombre anterior era Mitchell Simpson y realizó un cambio de sexo hace una década. Ella está orgullosa por ser “una de las primeras transexuales que ha recibido un nombramiento presidencial para el gobierno federal, espero que pronto sea una de cientos y que este nombramiento abra oportunidades”, dijo en un comunicado.
La operación. “Hoy en día las ciencias médicas han comprendido que las cirugías de adecuación sexual no son una mera cirugía estética”, asegura el Dr. Pablo Maldonado, jefe del Servicio de Cirugía Plástica Reparadora del Hospital de Agudos Ricardo Gutiérrez, La Plata, y el primer médico en realizar la operación en el país de adecuación de género. Al tipo de intervención la llama cirugía reparadora, “ya que significa reparar la anatomía de la persona, con técnicas de cirugía plástica, y adecuarla a su verdadera identidad, ser y sentir”. Entre los requisitos prequirúrgicos, menciona un diagnóstico psicológico, un examen psiquiátrico y un tratamiento endocrinológico profesional. “Cuando me preguntan sobre las técnicas y métodos empleados en mis cirugías, explico que mi trabajo consiste en modelar, dar forma y sentimiento a los diferentes tejidos del cuerpo humano, poner en armonía y dar vida a lo que la naturaleza o un factor externo alteró o modificó. Mi técnica es la observación, es el arte de crear, de modelar la materia y los tejidos; cada persona reúne características propias, inigualables e irrepetibles, y sobre esa premisa baso mis técnicas; por eso mismo, a mis pacientes les digo: no me pidan las técnicas, porque trabajo sobre los resultados”, expresó Maldonado.
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