Alejandra Ironicci tiene 33 años y vive en Santa Fe. Ella nació en Tostado en el seno de una familia típica. Su padre es jubilado ferroviario, su mamá era ama de casa y tiene cuatro hermanos, tres varones y una mujer. En su documento figura un nombre que no se corresponde con su identidad, ella es una mujer trans.
“Una persona transexual encuentra que su identidad sexual está en conflicto con su anatomía sexual. Es decir, se produce una disconformidad entre su sexo biológico y su sexo social y el sexo psicológico. Una mujer transexual es aquella que nace con anatomía masculina y un hombre transexual es el que nace con anatomía femenina. Es decir, se les designa por el sexo con el que se sienten identificados y no por el sexo al que al nacer corresponden, por ejemplo, sus genitales”, aclaró al momento de comenzar la nota.
La historia de Alejandra es la de muchas mujeres que todos los días se enfrentan con tenacidad al desprecio, las burlas y la ignorancia de una sociedad que aún no acepta que las diferencias son las que enriquecen y promueven el crecimiento.
“Mi infancia fue muy difícil, a los cinco años sabía que nada en mi vida iba a ser lo que yo soñaba y que todo se complicaría, no era lo que todos querían que fuera: un varón. Siempre sentí que no era como papá anhelaba”, contó y siguió: “Tuve una adolescencia con varios tumbos y altibajos, porque es la edad en la que empezás a descubrirte como persona. Y te das cuenta que tus afectos, caricias y los primeros amores apuntan a lo que no es «normal». Te sentís diferente pero depende de uno ser capaz de integrarse a esos cambios y saber aceptarlos, mucho más cuando venís de ciudades con mentalidades y culturas pueblerinas donde enseguida te ponen un rótulo”.
La transformación
Una vez que asumió su sexualidad comenzó otro camino, el de poder mostrarle al mundo quién era realmente. Y en ese recorrido fueron fundamentales los apoyos afectivos.
“Mis amigos siempre me acompañaron ya que la mayoría eran gay o mucho más grandes que yo. Fueron los que me ayudaron en mi construcción, junto a amigas mujeres, familiares y gente conocida”, relató y aclaró: “Mi familia en primera instancia lo tomó muy mal, me pegaron, hubo un rechazo muy fuerte por parte de mi madre. Pasé por muy malos momentos. Incluso un médico tuvo que certificar que no era nene sino nena con conceptos maliciosos. En ese momento el único que me defendió fue mi hermano del medio. Después de la muerte de mi madre me convertí en una amiga y madre para mi hermana”.
Pese a las dificultades que se le plantearon dentro de su propia familia, Alejandra destacó que el más difícil fue el período en el que tuvo que ocultar quién era en realidad. “Tuve que vivir durante diez años una situación en la cual por cuestiones laborales no podía ser lo que era. Tenía que ocultar una condición que siempre estuvo en mí para poder trabajar”, manifestó.
Y destacó el momento en que tuvo la posibilidad de mostrarse tal cual es: “Cuando me convertí en Selenia Alejandra todo cambió, me sentí plena y realizada. Otra persona empezaba a nacer. Era mi sueño y se estaba cumpliendo. A partir de ese momento quería bailar, cantar, disfrutar, ser feliz. Hacer todo lo que antes no podía.
“Pero –continuó– cuando desperté me encontré con una realidad más dura porque nada es lo que parece. No conseguís trabajo, todo gira en torno a la discriminación constante”.
Sin posibilidades
El ser quien es le ha costado mucho a Alejandra y a otras mujeres como ella. El camino de la inclusión es difícil y se las confina a espacios en los que sólo pueden trabajar en la calle satisfaciendo deseos que muchos hombres mantienen ocultos.
“Una vez fui a inscribirme a la Municipalidad para un puesto de trabajo y lo único que me ofrecían eran empleos de albañil, electricista, plomero, gasista. Yo pregunté en cuál de todos ellos me iban a inscribir y me contestaron: «Donde te pongamos me vas a calentar todos los muchachos»”, contó. Además relató Alejandra que tiene títulos terciarios de profesora de danzas, tallerista, costurera y tres años de la carrera de Contador Pública Nacional en la universidad.
La pareja y los prejuicios
Al ser mujeres las trans son heterosexuales porque se inclinan por tener relaciones sentimentales con hombres. Consultada sobre cómo se llevan las relaciones sentimentales en un marco de tanta discriminación, comentó: “Es muy difícil. Si es duro luchar con una sociedad que condena lo diferente, imaginá lo que es luchar con una familia constituida, donde vos estás saliendo con el hijo de fulanito”.
En ese sentido, reconoció: “Por lo general los varones nos ven como objetos sexuales, objetos económicos y por último como personas. Por eso es común que las travestis estemos solas, somos muy ermitañas. No es fácil conseguir una persona que te quiera por lo que das como ser humano: amor. Y mucho menos recibir del otro lado lo mismo”.
Ella está sola desde hace seis años y contó que amó mucho a una persona que “fue y será siempre su talón de Aquiles”.
Uno de los prejuicios que surge al momento de pensar que un varón se puede fijar en una mujer trans es la pérdida de la virilidad. En relación a ese punto Alejandra comentó: “Todos los hombres tienen ese mito de perder la hombría, qué dirán mi amigo, mis conocidos, la sociedad. Esos mitos son reales y en muchos casos certeros”.
Las más demandadas de la calle
El año pasado, Diario UNO había publicado una nota sobre la oferta sexual en Santa Fe y las entrevistadas –prostitutas y travestis– habían señalado que las mujeres trans son las más buscadas por los varones santafesinos y, por lo tanto, las que pueden exigir un mejor pago por sus servicios.
“La prostitución es la única alternativa de trabajo que le queda a las travestis, hay realidades que son dolorosas tanto para mí como para mi comunidad trans”, indicó Alejandra y siguió: “Es verdad que son las que más trabajan en la noche por esta cuestión de ver lo más parecido a una mujer con falo. Muy explícita en este tema no puedo ser por cuestiones de pudor y de respeto hacia los clientes en sí que consumen este mercado pero ellos saben de lo que se habla y entienden muy bien esta temática”.
El reconocimiento
Alejandra Ironicci, que es integrante de la organización Miser (Movimiento Integración Sexual, Étnica y Religiosa), tiene metas en su vida que muchos dan por sentadas. “Como primera medida quiere tener mi identidad de género, o sea, mi documento femenino. Porque sino soy una muerta civil. También quiero una reconstrucción de mi sexo, poder insertarme en un mercado laboral y demostrar así también que el trabajo dignifica al ser humano, poder tener mi propia vivienda y terminar mis estudios universitarios en Gestoría Judicial”, manifestó.
Además agregó: “Me gustaría como referente de la Miser lograr que la sociedad santafesina nos permita incluirnos, ser visibilizadas. Que se entienda que formamos parte de una cultura social, política y económica, que somos personas más allá de nuestro genero o identidad que tantas veces fue tema de discusión. Desearía que se terminen las hipocresías sociales y que todos podamos vivir en armonía sin ver en los demás nuestros propios defectos”.
“Una persona transexual encuentra que su identidad sexual está en conflicto con su anatomía sexual. Es decir, se produce una disconformidad entre su sexo biológico y su sexo social y el sexo psicológico. Una mujer transexual es aquella que nace con anatomía masculina y un hombre transexual es el que nace con anatomía femenina. Es decir, se les designa por el sexo con el que se sienten identificados y no por el sexo al que al nacer corresponden, por ejemplo, sus genitales”, aclaró al momento de comenzar la nota.
La historia de Alejandra es la de muchas mujeres que todos los días se enfrentan con tenacidad al desprecio, las burlas y la ignorancia de una sociedad que aún no acepta que las diferencias son las que enriquecen y promueven el crecimiento.
“Mi infancia fue muy difícil, a los cinco años sabía que nada en mi vida iba a ser lo que yo soñaba y que todo se complicaría, no era lo que todos querían que fuera: un varón. Siempre sentí que no era como papá anhelaba”, contó y siguió: “Tuve una adolescencia con varios tumbos y altibajos, porque es la edad en la que empezás a descubrirte como persona. Y te das cuenta que tus afectos, caricias y los primeros amores apuntan a lo que no es «normal». Te sentís diferente pero depende de uno ser capaz de integrarse a esos cambios y saber aceptarlos, mucho más cuando venís de ciudades con mentalidades y culturas pueblerinas donde enseguida te ponen un rótulo”.
La transformación
Una vez que asumió su sexualidad comenzó otro camino, el de poder mostrarle al mundo quién era realmente. Y en ese recorrido fueron fundamentales los apoyos afectivos.
“Mis amigos siempre me acompañaron ya que la mayoría eran gay o mucho más grandes que yo. Fueron los que me ayudaron en mi construcción, junto a amigas mujeres, familiares y gente conocida”, relató y aclaró: “Mi familia en primera instancia lo tomó muy mal, me pegaron, hubo un rechazo muy fuerte por parte de mi madre. Pasé por muy malos momentos. Incluso un médico tuvo que certificar que no era nene sino nena con conceptos maliciosos. En ese momento el único que me defendió fue mi hermano del medio. Después de la muerte de mi madre me convertí en una amiga y madre para mi hermana”.
Pese a las dificultades que se le plantearon dentro de su propia familia, Alejandra destacó que el más difícil fue el período en el que tuvo que ocultar quién era en realidad. “Tuve que vivir durante diez años una situación en la cual por cuestiones laborales no podía ser lo que era. Tenía que ocultar una condición que siempre estuvo en mí para poder trabajar”, manifestó.
Y destacó el momento en que tuvo la posibilidad de mostrarse tal cual es: “Cuando me convertí en Selenia Alejandra todo cambió, me sentí plena y realizada. Otra persona empezaba a nacer. Era mi sueño y se estaba cumpliendo. A partir de ese momento quería bailar, cantar, disfrutar, ser feliz. Hacer todo lo que antes no podía.
“Pero –continuó– cuando desperté me encontré con una realidad más dura porque nada es lo que parece. No conseguís trabajo, todo gira en torno a la discriminación constante”.
Sin posibilidades
El ser quien es le ha costado mucho a Alejandra y a otras mujeres como ella. El camino de la inclusión es difícil y se las confina a espacios en los que sólo pueden trabajar en la calle satisfaciendo deseos que muchos hombres mantienen ocultos.
“Una vez fui a inscribirme a la Municipalidad para un puesto de trabajo y lo único que me ofrecían eran empleos de albañil, electricista, plomero, gasista. Yo pregunté en cuál de todos ellos me iban a inscribir y me contestaron: «Donde te pongamos me vas a calentar todos los muchachos»”, contó. Además relató Alejandra que tiene títulos terciarios de profesora de danzas, tallerista, costurera y tres años de la carrera de Contador Pública Nacional en la universidad.
La pareja y los prejuicios
Al ser mujeres las trans son heterosexuales porque se inclinan por tener relaciones sentimentales con hombres. Consultada sobre cómo se llevan las relaciones sentimentales en un marco de tanta discriminación, comentó: “Es muy difícil. Si es duro luchar con una sociedad que condena lo diferente, imaginá lo que es luchar con una familia constituida, donde vos estás saliendo con el hijo de fulanito”.
En ese sentido, reconoció: “Por lo general los varones nos ven como objetos sexuales, objetos económicos y por último como personas. Por eso es común que las travestis estemos solas, somos muy ermitañas. No es fácil conseguir una persona que te quiera por lo que das como ser humano: amor. Y mucho menos recibir del otro lado lo mismo”.
Ella está sola desde hace seis años y contó que amó mucho a una persona que “fue y será siempre su talón de Aquiles”.
Uno de los prejuicios que surge al momento de pensar que un varón se puede fijar en una mujer trans es la pérdida de la virilidad. En relación a ese punto Alejandra comentó: “Todos los hombres tienen ese mito de perder la hombría, qué dirán mi amigo, mis conocidos, la sociedad. Esos mitos son reales y en muchos casos certeros”.
Las más demandadas de la calle
El año pasado, Diario UNO había publicado una nota sobre la oferta sexual en Santa Fe y las entrevistadas –prostitutas y travestis– habían señalado que las mujeres trans son las más buscadas por los varones santafesinos y, por lo tanto, las que pueden exigir un mejor pago por sus servicios.
“La prostitución es la única alternativa de trabajo que le queda a las travestis, hay realidades que son dolorosas tanto para mí como para mi comunidad trans”, indicó Alejandra y siguió: “Es verdad que son las que más trabajan en la noche por esta cuestión de ver lo más parecido a una mujer con falo. Muy explícita en este tema no puedo ser por cuestiones de pudor y de respeto hacia los clientes en sí que consumen este mercado pero ellos saben de lo que se habla y entienden muy bien esta temática”.
El reconocimiento
Alejandra Ironicci, que es integrante de la organización Miser (Movimiento Integración Sexual, Étnica y Religiosa), tiene metas en su vida que muchos dan por sentadas. “Como primera medida quiere tener mi identidad de género, o sea, mi documento femenino. Porque sino soy una muerta civil. También quiero una reconstrucción de mi sexo, poder insertarme en un mercado laboral y demostrar así también que el trabajo dignifica al ser humano, poder tener mi propia vivienda y terminar mis estudios universitarios en Gestoría Judicial”, manifestó.
Además agregó: “Me gustaría como referente de la Miser lograr que la sociedad santafesina nos permita incluirnos, ser visibilizadas. Que se entienda que formamos parte de una cultura social, política y económica, que somos personas más allá de nuestro genero o identidad que tantas veces fue tema de discusión. Desearía que se terminen las hipocresías sociales y que todos podamos vivir en armonía sin ver en los demás nuestros propios defectos”.
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