Como parte de DIVERCIUDAD: VIII Festival de la Diversidad Amorosa y Sexual, el sábado 17 de abril recibió un reconocimiento por su trayectoria Amaranta Gómez Regalado, investigadora social, activista en la prevención de VIH/sida en poblaciones vulnerables, promotora de la cultura indígena y la diversidad sexual, y la primera mujer transgénero en ser candidata a diputada. Fue seleccionada para ser homenajeada por la Asociación Sonorense por una Ciudad Diversa e Incluyente, A. C. por encarnar lo que significa defender los derechos humanos actualmente en nuestro país.
Amaranta es indígena zapoteca de Juchitán, Oaxaca. Mucho de su trabajo se centra en promover la prevención del VIH/sida en poblaciones indígenas, pero desde un enfoque que refuerza el empoderamiento y no el paternalismo. Amaranta reconoce que las políticas públicas que buscan mejorar la condición de las comunidades indígenas, para tener éxito, deben originarse desde las comunidades mismas, e incluir a personas indígenas en la toma de decisiones, en la definición de qué hacer y cómo hacerlo, en el diseño, implementación y evaluación de proyectos, y en la asignación de recursos.
Además, deben ser sensibles a las diferencias culturales y a las necesidades reales de cada comunidad, y no tratar a los pueblos indígenas como homogéneos, sino reconocer y respetar la diversidad al interior de cada uno.
Amaranta también es muxhe. Así se le conoce en el Istmo de Tehuantepec a un varón con identidad genérica femenina, es decir, a una persona que nace con las características biológicas de un hombre pero que no se identifica con la identidad masculina, sino con la identidad femenina, y asume la vestimenta, el comportamiento y los quehaceres que se esperan socialmente de una mujer.
A diferencia de otras regiones del país, en el Istmo las personas transgénero no son rechazadas, sino que encuentran un rol y una identidad como muxhe (o ngüío en el caso de las mujeres que asumen el rol génerico masculino) que les permite vivir dentro de las normas aceptables de su comunidad.
En 2002, Amaranta perdió un brazo en un accidente automovilístico. Esa experiencia precipitó un proceso de autodefinición, autoaceptación y empoderamiento que la llevó a recuperar su cuerpo y enfocar su activismo. Uno de sus trabajos más importantes es investigar la identidad cultural zapoteca y muxhe en términos de su propia comunidad y más allá de los estereotipos folclóricos.
A las personas indígenas, con capacidades diferentes e incluso a las muxhes se tiende a verlas como personas asexuadas o extrañas, íconos pintorescos sin prácticas erótico-afectivas como cualquier otra persona, y Amaranta promueve la investigación realizada por y para zapotecos y muxhes. También ha dedicado gran parte de su trabajo a explorar cómo las múltiples vulnerabilidades y la discriminación ponen en mayor riesgo a ciertas personas de vivir una vida menos saludable y con mayor violencia.
Amaranta transgrede todas las expectativas denigrantes que todavía persisten con respecto a las personas que son transgénero, indígenas o con capacidades diferentes: que no son normales, que están traumadas, que no pueden funcionar al 100 por ciento en la sociedad, que siempre serán rechazadas, que sufren mucho, que no tienen ímpetu de mejorar su situación, que son amargadas, y una triste y larga lista de etcéteras.
La aceptación de su familia y comunidad, su nivel educativo, y su proceso de introspección y empoderamiento le han permitido a Amaranta, a pesar de los prejuicios y la discriminación que enfrenta una persona como ella, superar muchas desventajas y lograr su potencial. Pero, no obstante los honores que se merece, es importante que su trayecto de vida y sus logros no se consideren insólitos e irrepetibles, sino más bien un común denominador a lograr.
Ninguna persona en este planeta es igual a otra, y sin embargo compartimos los mismos deseos: cumplir nuestras necesidades básicas, ser felices, y poder disfrutar de una vida plena.
Estos deseos no se pueden cumplir sin el ejercicio íntegro de los derechos humanos. Garantizar los derechos humanos para todas y todos implica admitir la dignidad inherente a todas las personas, lo cual conlleva aceptar que las personas indígenas no son ciudadanos de segunda, las transgénero no son personas defectuosas, y las que tienen capacidades diferentes no están incompletas.
Implica reconocer que siempre hay algo que aprender de los demás, cosa difícil si no tenemos la capacidad de reconocer y transformar la ignorancia, el temor, o la lástima hacia los demás que pueden existir en nuestro interior y que nos impiden acercarnos a una persona tan admirable y maravillosa como Amaranta Gómez Regalado, o alguien como ella que quizás no sea tan reconocida pero que también es digna de respeto y amor.
*Asistente de investigación del Centro de Estudios en Salud y Sociedad de El Colegio de Sonora.
Correo electrónico: ecorne@colson.edu.mx
No hay comentarios:
Publicar un comentario