Sally Abdullah Mursi, foto, entra en la sala como si fuera un huracán, con un aire de suma seguridad en sí misma, agarrando firmemente un bolso de cuero con su mano derecha y un teléfono móvil con la izquierda.
DPA-. Lleva 20 años viviendo como mujer, y a lo largo de tres décadas se ha casado con tres hombres. Sally nació varón en 1962. Cuando cumplió los 26, tras años de un terremoto emocional, se sometió a una operación de reasignación de sexo en el conservador Egipto.
Ahora, su objetivo es terminar la carrera en medicina y ayudar a quienes luchan por definirse sexualmente. Pero, como ocurre con muchos aspectos de su vida, terminar sus estudios se está convirtiendo en toda una odisea, que ahora Sally ha decidido llevar a la Corte Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos.
Sally comenzó a darse cuenta de que era diferente a los 14 años, cuando todavía se llamaba Sayyed, contó a dpa. Su problema médico, un desequilibrio hormonal proveniente de un cromosoma Y anormal, pudo deberse probablemente a que su madre ingirió pastillas para abortar durante el embarazo.
"Cuando mi padre se negó a que me operara la primera vez, dijo al doctor: 'Quiero un varón, aunque sea artificial'", dice Sally, que ahora tiene 48 años.
Sayyed tuvo que tomar pastillas con hormonas masculinas y recibió asesoramiento psicológico. Su padre, que trabajaba para la compañía nacional de ferrocarriles egipcios, quería que fuera un hombre duro.
Así, sacó al joven Sayyed del colegio francés en El Cairo y lo llevó al instituto sólo para chicos de Al Azhar, vinculado a una privilegiada universidad islámica sunita homónima.
"Intenté soportarlo concentrándome en estudiar y aislándome del resto de chicos", explica Sally. Y el resultado fue la excelencia académica: Mursi acabó el instituto con unas notas que la situaban entre los diez mejores estudiantes del país y allanaban su camino a graduarse en la facultad de medicina de Al Azhar.
"La frustración fue lo que me llevó a estudiar medicina y aprender más sobre mi enfermedad. Cuanto más leía, peor me sentía", afirma.
En esa universidad sólo para chicos, Sayyed comenzó a ser Sally, vistiéndose gradualmente con ropa neutral, dejándose el pelo largo y poco a poco siendo cada vez más femenina. En una ocasión, fue sancionada por "imitar a las mujeres" y se le prohibió asistir a clase durante dos meses.
"Quise posponer la operación (de cambio de sexo) hasta la graduación, pero me resultó demasiado difícil", dijo Sally. "Incluso intenté suicidarme".
Sin embargo, fue a una clínica privada de El Cairo y se operó, de forma que en 1988 se convirtió en una mujer.
Mientras que el Ministerio del Interior de El Cairo rechazó una solicitud de datos sobre el número de personas que han cambiado de sexo en el país, Sally enseña su carné de identidad, donde se lee que es una mujer.
Sin embargo, la universidad de Al Azhar no la permitió cambiarse a la facultad para mujeres, sino que la expulsó por haber cometido "una operación inmoral" y haberse convertido en "asexual".
"Eso es una estupidez", dice indignada Sally, mientras se ajusta su hiyab o velo islámico. "El problema de Al Azhar es que rechazan todo lo que es diferente", sostiene, elevando la voz. "Me sorprendió encontrar tanta ignorancia dentro de Al Azhar."
La facultad rechazó comentar el caso de Mursi. Tras la expulsión de la universidad, Sally comenzó a trabajar como bailarina de danza del vientre. "Pensé que demostraría mi feminidad con el trabajo", contó, pero descubrió que todo fue usado en su contra. Al Azhar volvió a rechazarla, alegando que el baile era un problema.
Aunque Sally deseaba formar una familia, su incapacidad para tener hijos acabó desembocando en tres divorcios.
Sally recuerda con cariño al antiguo gran jeque de Al Azhar, Muhammad Sayyid Tantawy, que falleció a principios de año, pero no antes de haber emitido una fatwa para que se permitiera el cambio de sexo.
"Tantawy era muy sabio", dice Sally, pero su sucesor, Ali Gomaa, emitió una nueva fatwa que anula la anterior. "Ahora hay dos fatwas totalmente opuestas sobre mí", añade.
Por eso ha decidido llevar su caso a un foro internacional, y junto con la Iniciativa Egipcia para los Derechos Personales, un centro de asesoramiento jurídico, se dirigió a la Corte Africana. En noviembre, espera que el tribunal con sede en Tanzania acepte su caso y la permita convertirse en médico.
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