Quito, 1 jul (EFE).- Una veintena de prostitutas transexuales desafían todas las noches los peligros de las calles de Quito y el rechazo social sin más armas que sus agallas y la formación que les da el colectivo Proyecto Transgénero.
Expuestas a todo tipo de riesgos, como atracos, la discriminación por parte de transeúntes o la policía, e incluso la muerte, como manifiestan varios casos recientes, chicas de entre 14 y 35 años ejercen de trabajadoras sexuales en un país en donde la aceptación de su colectivo es aún incipiente.
"La noche es a veces buena y a veces mala, a veces te tiran piedras, botellas.... a veces te sacas para la comida y a veces no, es una vida en la que nunca sabes si vas a llegar a tu casa", explicó a Efe Diana Carolina, que con 34 años es una de las veteranas de la Y, un sector del norte de Quito.
Experimentada y superviviente, recordó cómo se vio abocada a la prostitución tras ser rechazada por su familia por nacer en un cuerpo que no sentía suyo.
Diana Carolina asume hoy todos los riesgos de su profesión por 10 o 20 dólares por servicio con miedo desde que un grupo de homófobos le propinaron una paliza hace 10 años en Guayaquil.
Aunque todas coinciden en que las noches actuales están mucho más calmadas que antaño, las trabajadoras sexuales se arriesgan a que las arrojen botellas con líquidos, desde huevos a orines, e incluso gas pimienta, según dicen, pues el odio hacia lo diverso por parte de algunos convierte sus salidas en una ruleta.
"Me asusta mucho cada vez que subo a un coche, parece que si subo, no sé si bajaré muerta o viva", resumió Emily, manabita de 23 años, que con cinco meses en Quito es una de las más novatas.
El panorama ha mejorado en los últimos años gracias al Proyecto Transgénero, una organización sin ánimo de lucro creada en 2002 que ha conseguido enormes avances para los transexuales en Ecuador.
La ley antidiscriminación, la tipificación en 2009 de los crímenes de odio, la inclusión en la Constitución del 2008 de la "Libertad estética" y la "No discriminación por identidad de género", y el derecho a escoger libremente el nombre en el registro civil son algunos de sus logros.
Miembros del proyecto integran la llamada "patrulla legal", que recorre tres noches por semana los principales sitios de prostitución para velar por las transexuales, a las que ayudaron a constituirse en asociaciones e informan de sus derechos.
"Desde que descubrieron que tienen derechos, la violencia en la calle empezó a disminuir", señaló Ana Almeida, arquitecta y directora ejecutiva del proyecto.
Incluso mejoró la relación con la policía, que antes perseguía y detenía arbitrariamente a las chicas e incluso las llevaban a "hacer natación", es decir, las arrojaban al lago del parque de la Carolina, según recuerdan Almeida y las muchachas.
"Antes te llevaban presa y cuando les daba la gana te soltaban -recuerda Diana Carolina-. O si no, te venían, te pegaban y te gaseaban. Porque vestirse de mujer era un delito, cuando en realidad no es así".
"Eran dos grupos históricamente encontrados, era violencia contra violencia, no había diálogo. Ahora la policía sabe que después de varios crímenes de odio en zonas de trabajo sexual también están para proteger a este grupo tan vulnerable", afirmó Elizabeth Vásquez, abogada y fundadora del proyecto.
Aunque el viento les sopla ligeramente a favor, las chicas siguen dependiendo de ellas mismas para seguir adelante.
"Cuando una persona trabaja en la calle lo más cercano que tiene a una familia son sus amigas o conocidas. En la calle quienes están son tus amigas, si te llevan presa te vienen a visitar, o si no tienes para comer te ayudan", subrayó "la José", presidenta de la Asociación de la Y, quien actúa habitualmente como mediadora entre los organismos públicos y las otras chicas transexuales.
La José, también apodada "La Cariño" o "Belinda", quien como otras compañeras tiene estudios superiores, denunció el enorme camino que queda para una total integración.
"Me he sentido discriminada demasiadas veces. Por ejemplo, cuando vas a un centro, a un mall y uno va a comprar, la gente te tiene que respetar por lo que vamos a hacer, pero se niegan a atenderte", dijo.
Martí Quintana
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