Tiene 23 años y se dedica al arte performático. Sus diferencias con el travestismo y la lucha por la ley de igualdad de género.
Definición. “Cuando la gente ve lo que hago, la primera reacción es de rechazo.”
No hizo un reseteo ni un entierro. Mati –como la llamaban hasta hace tres años– siempre supo que era ella, Elizabeth “Effy” Chorubczyk. “Solamente cambié mi nombre y la percepción del mundo con respecto a mí. Pero yo soy la misma”, dispara “Effy”, una auténtica mujer transexual, como le gusta definirse. Provocadora, la joven de 23 años se dedica al arte performático siendo ella misma su propia obra de arte y llevando la causa del género como bandera ante el mundo. “Hago arte conceptual porque para mí ser mujer es un concepto”.
–¿Cuándo comenzó la transformación?
–La reasignación de género me tomo bastante tiempo. Desde chica percibo varias diferencias, pero a los 17 le conté a una persona que mi identidad era otra, que yo no era como me presentaba ante el mundo. Crecí con una representación social tanto del travesti como del transexual donde no hay forma de vida distinta a la prostitución o a la humillación. Ante eso preferí seguir conservando mi disfraz de hombre, pero no me fue muy bien. A mis 21 años tomé la decisión de comenzar con el proceso hormonal.
–¿Por qué no se considera travesti?
–Porque el travestismo construye su identidad en base a lo femenino, a la femineidad. Yo, al contrario, soy feminista y quiero romper justamente con el hecho de que ser mujer sea vestirse de rosa y ser una muñeca. No digo que las travestis buscan eso, pero hay una cuestión de que quieren derribar al género en general y algunas ni siquiera quieren que las llamen mujeres. Yo reivindico al género femenino.
–¿Cómo empezó a interesarle el mundo de la performance?
–Yo entré al IUNA porque quería estudiar pintura. Pero paradójicamente, mi primer día de clases fue cuando empecé con el tratamiento de hormonas. No lo planeé, pero en mis trabajos se empezó a palpar mi propia historia porque empecé a experimentar cosas con mi propio cuerpo, con la identidad, con el cómo me ven y cómo me veo yo misma.
–En su blog (effymia.blogspot.com) se percibe que es muy provocadora, que juega permanentemente con el límite. Por ejemplo, en la marcha del orgullo gay estaba vestida y lo único que dejó expuesto a la vista fue su falo, mientras llevaba una tijera gigante...
–En las marchas las chicas suelen mostrar el cuerpo con mucho orgullo mostrando su lado femenino y ocultando lo que las hace diferentes o lo que las hace menos femeninas. Yo, por el contrario, quería demostrar que no me da vergüenza una parte de mi cuerpo. Hay un tabú muy grande respecto del deseo de la mutilación. Quise romper un poco con eso.
–¿El arte es su propio medio de comunicación con la sociedad?
–Creo que el arte sirve para problematizar. Quizá cuando la gente ve lo que hago la primera reacción es de rechazo, pero después les gana la curiosidad, como todo, y profundizan en el asunto. No busco lo estético en el arte, sino la reflexión.
–En una de sus performances, usted pedía que la dibujaran, ¿quería ver la mirada de los otros?
–Yo el arte lo uso como espejo, vos te acercás a mi obra y no me vas a ver a mí, sino que te vas a ver a vos mismo. Lo que pasó de interesante con esa experiencia fue que de los 270 dibujos que obtuve sobre mí, en realidad ninguno tenía que ver conmigo, sino que eran el propio reflejo de los que me dibujaron.
–En unas semanas se estará debatiendo en el Congreso la Ley de Identidad de Género. ¿Cree que es un avance?
–Va a ser algo muy importante porque es un paso más hacia la igualdad.
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