Que
una transexual llegue a ser candidata a diputada (o cualquier otro
cargo político) en un país lleno de ministros y senadores homofóbicos,
misóginos y machistas me parece muy valorable, plausible e incluso
inspirador para muchxs quienes deseamos finalmente que todxs, sea cual
sea la diferencia, podamos tener acceso a los espacios que se nos
ocurran, más aún a esos espacios que están relacionados con el poder.
Infiltrarse en la clase dominante,
siempre represiva y mercantilista, no deja de ser un buen mecanismo de
desarticulación en toda estructura rígida y alienante. Sin embargo,
hasta el “ser” más excluido puede alcanzar un puesto importante en
tiempos como este; no todxs quieren desarticular el esqueleto en
cuestión. Los poderosos suelen llenarse la boca, desde su cómodo sillón,
con cambios y más cambios. Nos intentan vender la imagen de un gobierno
pluralista porque ubican a mujeres en puestos que antes no ocupaban,
porque incluyen a homosexuales en campañas que antes no se nombraban y
ahora tienen entre sus filas a una transexual que aspira a ser diputada
de la República. Nos quieren hacer creer que estamos avanzando, que ha
sido la mejor opción elegir a un presidente de derecha –una de las
peores derechas del mundo, según derechistas de otros países más
“resueltos”- y que cada vez serán una mejor opción para este pueblo
engañado durante 20 años por una Concertación, a mi juicio y de la gran
mayoría, tan derechista como la misma Coalición y responsables del
desarrollo de una herencia constitucional que nos dejó Pinochet.
Sabemos claramente que la doble moral es
la principal característica de estos grupos políticos. Hoy el poder
transformador del capitalismo ha quedado nuevamente en evidencia. La
imagen que antes nos parecía lo más subversiva y peligrosa para el
sistema ha sido reacomodada, incluida y revalorizada por ese mismo
sistema que la vio amenazante un tiempo. La capacidad mutante de este
pulpo que todo lo quiere controlar debe ser siempre la base para
nuestros análisis y mantenernos incrédulos, suspicaces, sin caer en la
misma “ingenuidad” de quienes aplauden satisfechos que una cara
oficialista levante una bandera multicolor. Dejarse engañar y perder la
capacidad crítica ante hechos supuestamente progresistas deja el camino
libre para que sigan reprimiéndonos con sus estructuras asfixiantes. Al
poder le sirven estos cuerpos históricamente victimizados y excluidos.
Le sirven sobre todo cuando estos cuerpos han entrado en las lógicas del
sistema normalizante que nos penetra y, desde su anormalidad, se
convierten en todo lo que impone el poder como “vidas dignas y
respetables”, siempre muy obedientes, descontextualizados, higiénicos y,
finalmente, renormalizados.
Valentina Verbal es una transexual
oficialista, conservadora y muy tradicional. Proviene de una clase media
alta, es profesional, cristiana y derechista. Una (ex)activista de la
diversidad sexual –movimiento bastante debilitado a estas alturas- que
mantiene un discurso identitario y genital. Así como muchos solo se
mueven dentro del binarismo político de izquierda/derecha, Verbal no es
capaz de generar, desde su postura trans, una fractura al siempre
empoderado binarismo político hombre/mujer. Si bien es cierto que
debemos reconocer su gran merito por llegar a visibilizarse como
transexual en medio de un contexto bastante fascista, no podemos pasar
por alto todos estos estatus que la validan como voz política y no así
una critica mucho más subversiva y transgresora que venga a cuestionar
estos parámetros con los que se decide qué cuerpo es más legitimo, que
discurso es más valido. Dentro de las organizaciones trans, la
precandidata a diputada no parece ser representativa. Al igual que su
excompañero de la trizada fundación Iguales, Pablo Simonetti, Valentina
es vista -y desde ahí justamente se posiciona- como “una transexual
acomodada que poco y nada nos representa a nosotras que apenas sabemos
leer”.
¿Habría el mismo revuelo mediático si
una transexual pobre, prostituta, sin partido político oficialista se
candidateara como diputada de la Republica? ¿Es realmente un gran cambio
el que se nos viene con Verbal en el poder? ¿Acaso no sigue manteniendo
los mismos discursos normativos que sólo nos dejan como realidad única
la existencia del hombre y la mujer, cada cual con sus respectivas
definiciones, sin espacio a la fuga, a la desobediencia identitaria? ¿Es
realmente un logro enriquecedor para lxs miles de chilenxs que no
queremos seguir siendo tratadxs como moldes sexuales diseñados por
mentes autoritarias? ¿Valentina Verbal cambia verdaderamente el panorama
ultraconservador de la derecha chilena? ¿Debemos ser conformistas y
aplaudir a ojos cerrados que una transexual llegue al poder sin la más
mínima crítica que todo proceso político merece, siendo del sector
ideológico que sea? Más bien me parece una jugada ilusionista y no una
apertura valórica concreta. No veo mayor diferencia en lo que propone
Verbal ante lo propuesto por Andrés Allamand. Se sostiene el mismo
discurso neoliberal, normativo y cristiano que tanto ha costado extirpar
de un Estado cada vez menos representativo.
No se trata de un asunto personal contra
la misma Valentina. Creo que una figura política debe ser criticable
por muy encantadora que nos parezca, por mucha simpatía y emociones en
común. El capitalismo contemporáneo tiene estas estrategias hoy. El
multiculturalismo y la diversidad sexual se han institucionalizado para
continuar resguardando realidades hegemónicas. Es evidente que muy
pronto el matrimonio homosexual será un hecho y, quizás, no muy después
tengamos nuestro propio Barrio Rojo con una prostitución cómodamente
legalizada. No me opondría, las luchas políticas han apuntado hacia ese
destino en gran parte del mundo, sin embargo, no creo que sea suficiente
dejarnos encantar por el doble filo de estas regularizaciones estatales
y del mercado, perdiendo toda capacidad politizante, crítica y
cuestionadora.
Como prostituto disidente me parece
bastante debilucha la estrategia que el sistema ha decidido frente a las
demandas sexuales. Prefieren seguir validando y fortaleciendo
construcciones excluyentes y capitalizables en vez de generar espacios
para cuestionarnos sobre los derechos de quienes deseen abortar, dejar
de ser hombres sin la necesidad de convertirse en una mujer “hecha y
derecha”, de niñxs que sólo necesitan amor sin importar el núcleo
familiar y así un sinfín de realidades que siguen sin ser atendidas
porque simplemente en gran cambio tiene que ver con lo mismo de siempre
pero disfrazado de muchos colores tolerantes entre sí. Ojalá Valentina
Verbal salga electa diputada de la Republica. Ojalá se vuelva uno de los
personajes políticos más mediáticos y logre hacer vomitar a los cientos
de mojigatos que compartirán con ella el cómodo parlamento, ojalá. Yo,
desde mi posicionamiento más critico y disidente, me mantendré –como
muchos otros cuerpos desbordados- en constante cuestionamientos,
observando los grandes cambios que se suponen luego de su elección,
cambios que nada nuevo traen, cambios sólo para hombres y mujeres
blanc@s, cristian@s, normales y muy obedientes al sistema que siempre se
las arregla para engañarnos con su camaleónica penetración.
Josecarlo Henríquez
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