domingo, 25 de octubre de 2009

¿Qué hacer con un hijo intersexual?


La medicina y el derecho están de acuerdo en que los niños que nacen con genitales ambiguos tienen derecho a escoger el sexo que definitivamente quieren tener.

El tema de los hermafroditas va y viene en las noticias porque, naturalmente, siempre resultará intrigante el hecho de que un ser humano pueda tener órganos y caracteres sexuales masculinos y femeninos. El más reciente escándalo al respecto es protagonizado por la atleta surafricana Caster Semenya, dado que su apariencia no cumple con los parámetros de lo que se supone debe ser una mujer, sino que se aproxima más al estereotipo del varón.

El episodio es una buena oportunidad para volver a hablar sobre una condición que, si bien no es muy frecuente, puede afectar a cualquier hogar y su manejo inadecuado amenaza con desencadenar infelicidad y confusión. Ya de por sí, el tema es intrincado, porque cuestiona a los seres humanos sobre eso que ellos conocen como “normal” en materia de sexualidad y los pone hoy, por qué no, ante la posibilidad de un tercer sexo.

Dada esa complejidad, hay mucha imprecisión al respecto. Por ejemplo, decir que Caster es hermafrodita porque no tiene ovarios ni útero, pero sí testículos ocultos en su vagina, como lo publicaron los medios, es inexacto, ya que para serlo debería tener tanto testículos como ovarios, además de una combinación de órganos sexuales externos de ambos géneros. En realidad, el hermafroditismo es una muy rara forma del amplio y variado campo de la intersexualidad, como se llama a la combinación en un organismo humano de las características que distinguen a cada sexo. Estos trastornos se dan en la gestación, debido, por ejemplo, a trastornos genéticos o endocrinos.

Como se recuerda, un bebé de sexo masculino se da por los 23 cromosomas Y del padre y 23 cromosomas X de la madre, mientras que una niña es el resultado de los 23 X y 23 X que le aporta cada uno.

Cuando los espermatozoides del padre o el óvulo de la madre poseen más de 23 cromosomas, se presentan conformaciones genéticas como XXY o XXXY, que se traducen en las alteraciones físicas que definen a los intersexuales.

El llamado hermafroditismo verdadero sería el producto de estos desordenes y, en virtud de él, la criatura nace con un ovario de un lado y un testículo en el otro. Otros, pueden presentar un ovotestis, es decir, una gónada con tejidos de ambos tipos. En fin, de acuerdo con los estudios de los doctores Guinet y Decourt, hay 98 variedades de hermafroditismo verdadero.


La intersexualidad es también el reflejo de fallas como el síndrome de Insensibilidad a los Andrógenos, en el cual, un paciente genéticamente masculino nace con algunas o todas las características de una mujer. De igual modo, se debe a trastornos como la hiperplasia renal congénita y la deficiencia de 5 alfa reductasa, entre otros.
Por ello, el nuevo ser puede presentar al nacer desde las citadas mezclas de órganos sexuales, hasta particularidades de seudohermafroditismo como micropenes o clítoris inusualmente largos. Los varones pueden presentar una deformidad llamada hipospadias, en la cual el orificio de la uretra, o meato urinario, no termina en el glande, sino en la unión entre el pene y el escroto.

¿Qué hacer cuando un niño nace intersexual? ¿Es un fenómeno? ¿Bajo qué sexo se le debe criar? Tales son las incógnitas que se les plantean a los padres que afrontan una situación de este tipo y, aunque la ciencia ofrece soluciones a estos trastornos, no todo está dicho, sino que el tema más bien vive un proceso de vuelco total.

Para entenderlo, hay que recordar que hace cosa de cuarenta años surgieron las cirugías de reasignación sexual como la panacea para estos casos. Su auge se basó en la creencia de que la sexualidad es neutral en el momento de nacer, luego se le puede manipular. Médicos pioneros como John Money creían que la apariencia de los genitales es crucial y que, por tanto, la cirugía estaba llamada a eliminar la insana ambigüedad de los intersexuales. Así, una niña con un clítoris muy grande, de más de nueve milímetros, era sometida a una reducción de tal órgano. Por su parte, un niño con un pene de menos de dos centímetros y medio, o micropene, era castrado y a cambio se le construía una vagina y se le criaba como a una niña. Tales intervenciones solían ser realizadas antes de los 2 años de edad y sin estudiar a fondo y de manera personalizada las causas de la intersexualidad.

Pero toda esa filosofía empezó a agrietarse en los años 80, cuando el que se creía el caso de reasignación sexual más exitoso hasta ese momento, fracasó. Su protagonista, John, o Joan, nació como un niño, pero en una cirugía perdió su pene. De inmediato, se le construyó una vagina y creció como una niña llamada Joan. Al llegar a la adolescencia, recibió un tratamiento de hormonas femeninas que ensancharon sus caderas y le hicieron crecer los senos. “Nadie creería que nació siendo un niño”, decían sus médicos.

Sin embargo, a los 14 años, ella declaró que no se sentía hembra, sino varón, se rebeló contra el tratamiento endocrino y su insistencia fue tanta, que convenció a sus nuevos médicos de construirle un pene, extirparle los senos y darle hormonas masculinas. De ahí en adelante ha vivido como un hombre y hoy es un feliz padre de familia.


Si bien aquel no fue un caso de intersexualidad, es bien ilustrativo, dice el doctor Milton Diamond, uno de los más apasionados defensores de los derechos de los niños intersexuales. Él ha documentado decenas de episodios de pacientes intersexuales a los que se les reasignó su sexo desde temprano y luego se rebelaron contra eso. Entre ellos se destaca la atleta olímpica austriaca Erika Schinegger, quien como Caster fue sometida a un examen de género tras sus sorprendentes logros en los años 60. Resultó que era un hombre que ignoraba que lo habían convertido en mujer por haber nacido con hipospadias.

Decenas de casos como estos empezaron a ser reportados, dice Diamond, al tiempo que nunca se conoció un solo testimonio de una reasignación exitosa de hombre a mujer. La fe en la cirugía también decayó con el auge del fenómeno de los transexuales, quienes, sin ser intersexuales, sienten que no tienen los genitales que creen que deberían tener. Luego entonces, la sexualidad no es tan neutra, arguye Diamond.

La inconveniencia de la reasignación sexual temprana también es delatada por los cada vez más influyentes grupos de presión, como la Sociedad de Intersexo de Norteamérica. Y ha sido un amplio sector de la misma comunidad médica el que se han dedicado a refutar las viejas prácticas. Doctores como el propio Diamond han encontrado que tener un micropene no siempre es motivo de frustración sexual para los hombres si se les trata con ayuda sicológica y curas hormonales. Por el lado de las mujeres con un clítoris largo, está demostrado, de acuerdo con el experto estadounidense, que ello no acarrea peligros ni ventajas, mientras que las operaciones suelen traer efectos nocivos como falta de orgasmo.


Para el doctor Diamond lo más recomendable es actuar con cautela y tomarse todo el tiempo que sea necesario antes de decidir un procedimiento si este se realiza cuando el paciente aún no tiene capacidad de decisión. En caso de que se opte por ella, “la asignación sexual debe ser provisional y sujeta a revisión por el niño intersexual cuando él, o ella, madure”, agrega. Incluso, y esta tendencia hoy lleva la delantera, él cree que un niño con genitales ambiguos puede crecer con ellos tranquilamente hasta llegar a la edad en que pueda escoger el sexo que quiera tener, si se le brinda asesoría sicológica y cuenta con el acompañamiento de su familia.

Al respecto, el derecho ha avalado lo dicho por la ciencia. En Colombia, por ejemplo, la Corte Suprema determinó en los años 90 que estas intervenciones deben contar siempre con la aceptación del paciente. En ese mismo orden de ideas, Diamond y otros colegas abogan porque los niños intersexuales, con o sin cirugías, sean informados acerca de su condición, con el fin de comenzar a derribar el tabú sobre la intersexualidad, ahora que se discute la aceptación de un tercer sexo. Para justificarlo, antropólogos han identificado categorías de este pretendido tercer género en muchas culturas, tales como los Berdache de Norteamérica, los Hijra en India y los Xanith en Omán.

Con todas esas delicadas cuestiones en juego, el reciente simposio ‘Genitales, identidad y género’ reunido en Nueva York, les hizo un llamado a los padres de niños intersexuales para que recuerden que lo importante no son sus prejuicios morales y sociales, sino el bienestar de sus hijos, que no siempre está cifrado en una cirugía prematura que a lo mejor los hará sentirse prisioneros en el cuerpo del hombre o la mujer que no son.



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