Medios LGTB y no específicamente LGTB de todo el mundo se
hacían eco esta semana de la decisión de la Asociación Americana de
Psiquiatría (APA) de sustituir en la próxima versión del DSM (Diagnostic
and Statistical Manual of Mental Disorders) el diagnóstico de “trastorno de la identidad sexual” por el de “disforia de género”,
interpretándolo en no pocos casos como la consecución de la
reivindicación de despatologización de la transexualidad. No es del todo
cierto, como explicábamos hace pocos días. Asociaciones LGTB y de personas transexuales españolas coinciden en esta apreciación.
La decisión rebaja la carga patologizante en tanto se deshace de las
connotaciones negativas de la palabra “trastorno”, pero -a la espera de
conocer la versión definitiva del DSM-5, no disponible hasta mayo-
mantendría el diagnóstico de “disforia de género”, término por
otra parte ya utilizado desde hace años en otros ámbitos (es el que
incluye, por ejemplo, la legislación española a la hora de proceder al
cambio de la identidad registral). “Disforia” hace referencia
al malestar que la persona siente por haberle sido asignado un género
distinto a aquel con el que se identifica. Una opción cada vez menos
comprensible tanto para el movimiento LGTB (cuyos sectores más a la
vanguardia comenzaron a movilizarse hace años, hasta hacer de la
despatologización una reivindicación asumida por todo el movimiento)
como para responsables políticos de la talla del comisario de Derechos Humanos del Consejo de Europa, Thomas Hammarberg. También el pleno del Parlamento Europeo se pronunció al respecto.
ATA lo considera una “operación de maquillaje”
Especialmente dura ha sido la valoración de la Asociación de
Transexuales de Andalucía (ATA), que califica al cambio de operación de “maquillaje”. “Si
la transexualidad no es ninguna enfermedad mental, no tiene que ser
diagnosticada por ningún psiquiatra. La necesidad de atención médica,
sin embargo, esta sobradamente demostrada. La atención a personas
transexuales es necesaria para adecuar el cuerpo a su sexo subconsciente
(poniendo fin al sufrimiento que supone vivir con un cuerpo que no se
corresponde con su identidad sexual) y paliar el efecto perjudicial de
la transfobia social (la negación de la verdadera identidad sexual)”, explica esta organización. “‘Disforia de género’, se refiere única y exclusivamente (…)
a la aversión manifestada a los propios genitales. No es sinónimo en
ningún caso de transexualidad. El que las personas transexuales
necesiten tener unos genitales acordes a su identidad sexual no implica
necesariamente que aborrezcan sus genitales de nacimiento. El grado de
disforia es variable e incluso inexistente en muchas personas
transexuales”. ATA se refiere en este punto a las conclusiones del
Grupo de trabajo sobre Transexualidad de la sección de Derechos Humanos
de la Asociación Española de Neuropsiquiatría.
“Si aplicamos la nueva definición propuesta por la APA, (Disforia
de género = la angustia que sufre la persona que no se identifica con
su sexo masculino o femenino) inducimos a mantener ese error asimilando
‘transexualidad’ a ‘disforia de género’ y alentando con ello la
persistencia de la patologización de la transexualidad y perpetuando el
estigmatización de las personas transexuales”, continúa el
comunicado de ATA. Para su presidenta, Mar Cambrollé, se trata de una
maniobra que perpetúa el estigma aunque lo haga de una forma más sutil, “negando
que la transexualidad no es sino una muestra mas de la inmensa
diversidad existente en el ser humano, y, por supuesto, en la naturaleza
en general”.
LA FELGTB pide a la APA “valentía”
La FELGTB, por su parte, ha pedido a la APA “que sea valiente”
y retire del DSM-5 cualquier referencia que patologice mínimamente la
transexualidad. Aunque reconociendo como positiva la supresión del
diagnóstico de “trastorno de la identidad sexual”, esta organización considera que no es suficiente. “La
permanencia del concepto de ‘disforia de género’ sigue vinculando la
transexualidad, de algún modo, con desórdenes mentales. Esta sombra de
patologización seguirá suponiendo un estigma social para miles de
personas transexuales”, afirma en su comunicado. “El estigma social no viene tanto por el término utilizado en el catálogo como por la inclusión en el mismo”, explica Mané Fernández, coordinador del Área de Transexualidad de la FELGTB.
“El gesto valiente de retirar la homosexualidad del catálogo de
desórdenes mentales fue un paso decisivo en el camino de la igualdad
para lesbianas, gais y bisexuales. Gracias a esa despatologización se
pudieron conseguir numerosos logros legales y sociales. Ya es hora de
hacer lo mismo con las personas transexuales”, ha declarado por su parte la presidenta de la FELGTB,
Boti García Rodrigo.
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