jueves, 28 de agosto de 2014

"A partir de hoy soy Amy y estoy saliendo del clóset", dijo una bahiense que trabaja en Clarín

Fotos: entremujeres.clarin.com
   Una bahiense de 29 años que trabaja en el sitio De Autos del grupo Clarín decidió aceptar su condición sexual, apareció trasvestido en la oficina y dijo: “A partir de hoy mi nombre es Amy, soy una chica transgénero y estoy saliendo del clóset. Traje facturas para festejar”.
   “Hubo un aplauso y todo bien, seguimos laburando. Estuvo bueno poder vivirlo así”, la programadora que comenzó a trabajar en el área de tecnología del sitio, cuando aún se hacía llamar Vicente Saraco.

   Según publica entremujeres.clarin.com, Amy nació en Bahía Blanca, provincia de Buenos Aires, y vivió en Neuquén, Córdoba y Rosario, donde llegó para estudiar piano. Viajó a República Dominicana (donde trabajó como pianista en complejos turísticos) y estuvo en Londres con su mamá y uno de sus cinco hermanos. Después de una gran crisis y un breve paso por Neuquén, aterrizó por primera vez en la Ciudad de Buenos Aires. El cielo porteño fue testigo de su transformación, la de asumirse como mujer manteniendo un cuerpo de hombre.

 
 “Siempre hubo cosas que estaban ahí, como escondidas. De chiquita ya sabía que me gustaban los hombres y también las mujeres. Son tendencias que entiendo ahora, con mi identidad”, cuenta Amy.

   “¿Por qué no salí antes con mi identidad femenina? En gran parte, porque no sabía que podía tener una identidad femenina. Durante un montón de años, yo no sabía lo que me pasaba. No entendía qué era lo que estaba mal. Por ejemplo, iba a un negocio a comprar ropa, comentaba ‘qué linda esta remera’ y me decían ‘no, eso es de mujer; lo de hombre está acá’. Y yo no le contestaba ‘pará, ¿si me gusta por qué no puedo usarlo?’”

   A los 26 llegó un momento clave en la vida de Amy. Una gran crisis la hizo frenar y poner todo en cuestión. Necesitaba encontrar respuestas. “Todavía me autopercibía como hombre y me preguntaba por qué me iba tan mal, por qué me sentía diferente, incómodo en tantas situaciones”, cuenta. Investigó, cambió de terapeuta, se conectó con grupos que trabajaban sobre la identidad de género.

   “Empecé a darme ciertas libertades. Conocí chicas trans, chicos trans, cross-dressers [una identidad transgénero en la que se usa la vestimenta del género opuesto sin un motivo específico]. Te lo cuentan con tanta naturalidad, sin esa carga negativa, ese estigma que hay socialmente”, narra Amy, con un café en la mano, una remerita rosa y un saquito haciendo juego.


Contarlo, sacarlo afuera

  En una sesión de fotos de La Marcha de las Putas -movimiento en el que milita- quiso travestirse, quiso vestirse de mujer. Habló con las chicas. Estuvo toda la noche depilándose. Al otro día, cuando llegó a sacarse las fotos, le preguntaron cómo se llamaba, y dijo Amy. “Es un homenaje a mi tía Amanda, es un diminutivo de su nombre, que significa ‘amada por todos’.
Quise cambiarlo por uno relacionado con el amor (el anterior significaba ‘el vencedor’)”.
 
Había algunas personas del entorno de Amy que intuían algo, y fue más fácil asumir esta identidad con ellos. Pero para otros fue sin anestesia. Uno de sus desafíos fue enfrentar a su equipo de trabajo: amplia mayoría de hombres que conviven entre noticias de autos, computadoras y chistes machistas y con doble sentido. “Cuando lo decidí, les dije: ‘Yo no vengo a imponer nada, simplemente, vengo a ejercer el derecho a mi identidad. Quiero expresarme de esta manera, llamarme por este nombre’. Y tuve buena recepción, estoy muy contenta con cómo respondieron mis superiores y mis compañeros. Creo que es un buen antecedente para que se entienda que no hay ningún peligro. No debería haberlo, aunque la realidad es que mucha gente sufre discriminación laboral por esto”. (entremujeres.clarin.com)



No hay comentarios: