En la familia Albornoz hay unos padres jóvenes, siete hijos,
seis perros, un loro y un nieto que es la estrella del hogar. También
hay dos hermanas trans, Victoria Abigail y Marcia Daniela,
y un pasacalle listo para ser colgado en la cuadra de Tafí Viejo donde
la familia tiene su casa y almacén. Con letras gordas y coloridas, el
cartel comunica la felicidad que sienten los Albornoz porque Marcia ha
concluido sus estudios universitarios con un promedio de 8 y algo, como
dice ella con la imprecisión que maquilla la timidez.
El título de licenciada en Trabajo Social viene con la yapa que implica ser la primera profesional trans de esta disciplina en el país. Ese mérito será celebrado hoy en el agasajo que organizó el Departamento de Trabajo Social de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Tucumán (anfiteatro Elena Rojas, 17 horas, avenida Benjamín Aráoz 800).
En la intimidad del comedor, la homenajeada confiesa que tanto reconocimiento la halaga e incomoda. “Mi situación no debería ser excepcional. Todos tenemos derecho a la educación, a la salud y a la vida: así está previsto en la Constitución”, explica. Pero la realidad muestra otra cosa, según la licenciada Albornoz, que se recibió con la defensa de la tesina titulada “El colectivo trans y su inserción en el ámbito laboral. Una perspectiva desde el Trabajo Social”.
“Durante la carrera estudiamos la situación de grupos vulnerables como la infancia, la adolescencia, la tercera edad y las mujeres. A mí me pareció necesario indagar también sobre los problemas que enfrentan las personas travestis, transgéneros y transexuales”, informa Albornoz, que es ayudante estudiantil en la asignatura “Práctica de Recursos de la Comunidad”. Su investigación confirma que la marginalidad hace estragos y funciona como la barrera que impide el desarrollo pleno e integrado en la sociedad. “Las mujeres trans se prostituyen porque el medio las excluye”, opina Albornoz, y luego se explaya sobre los prejuicios y la mirada acusadora del prójimo. “A la trans le cuesta salir a la luz del día porque se sabe estigmatizada”, añade.
Definirse como trans entraña, para la gran mayoría de los casos, la expulsión de la familia, la interrupción de los estudios y la penuria económica. Pero ese no fue -por suerte- el destino de Albornoz y de su hermana mayor. “¿Qué se suponía que teníamos que hacer? ¿Correrlas? ¿Pegarles?”, pregunta con tranquilidad el padre, Víctor Albornoz. “Nosotros amamos y aceptamos a nuestros hijos como son”, agrega la madre, Elizabeth Salazar.
Aún con el apoyo de los progenitores, vivir la propia verdad cuesta un Perú. Y más cuando esa verdad requiere de todo un cambio de identidad. Marcia Albornoz lo define como una construcción: “es un proceso muy complejo, que empecé en la adolescencia a partir de mirarme en el espejo y no reconocerme en la imagen que veía. Fue muy impactante”. En esa transformación de varón a mujer ayudó la experiencia de Victoria Abigail y la posibilidad de plasmar el cambio en el DNI, opción habilitada en 2012 a partir de la sanción de la Ley de Identidad de Género. Entonces la Marcia que vivía como Marcia pudo también ser Marcia en los papeles.
“Confío en que las nuevas generaciones de trans lo tendrán más fácil”, dice. Para que así sea, hay que erradicar la discriminación, sensibilizar a la comunidad y conseguir que las instituciones sean un ejemplo de inclusión. “El problema siempre es el estereotipo y la condena del grupo hacia los que son diferentes. Mi condición de trans va más allá de una manera de vestir: me siento mujer y sólo pido ser respetada”, expresa Marcia Albornoz, que ya conquistó el título universitario y ahora va por otra conquista: trabajar como una licenciada más.
El título de licenciada en Trabajo Social viene con la yapa que implica ser la primera profesional trans de esta disciplina en el país. Ese mérito será celebrado hoy en el agasajo que organizó el Departamento de Trabajo Social de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Tucumán (anfiteatro Elena Rojas, 17 horas, avenida Benjamín Aráoz 800).
En la intimidad del comedor, la homenajeada confiesa que tanto reconocimiento la halaga e incomoda. “Mi situación no debería ser excepcional. Todos tenemos derecho a la educación, a la salud y a la vida: así está previsto en la Constitución”, explica. Pero la realidad muestra otra cosa, según la licenciada Albornoz, que se recibió con la defensa de la tesina titulada “El colectivo trans y su inserción en el ámbito laboral. Una perspectiva desde el Trabajo Social”.
“Durante la carrera estudiamos la situación de grupos vulnerables como la infancia, la adolescencia, la tercera edad y las mujeres. A mí me pareció necesario indagar también sobre los problemas que enfrentan las personas travestis, transgéneros y transexuales”, informa Albornoz, que es ayudante estudiantil en la asignatura “Práctica de Recursos de la Comunidad”. Su investigación confirma que la marginalidad hace estragos y funciona como la barrera que impide el desarrollo pleno e integrado en la sociedad. “Las mujeres trans se prostituyen porque el medio las excluye”, opina Albornoz, y luego se explaya sobre los prejuicios y la mirada acusadora del prójimo. “A la trans le cuesta salir a la luz del día porque se sabe estigmatizada”, añade.
Definirse como trans entraña, para la gran mayoría de los casos, la expulsión de la familia, la interrupción de los estudios y la penuria económica. Pero ese no fue -por suerte- el destino de Albornoz y de su hermana mayor. “¿Qué se suponía que teníamos que hacer? ¿Correrlas? ¿Pegarles?”, pregunta con tranquilidad el padre, Víctor Albornoz. “Nosotros amamos y aceptamos a nuestros hijos como son”, agrega la madre, Elizabeth Salazar.
Aún con el apoyo de los progenitores, vivir la propia verdad cuesta un Perú. Y más cuando esa verdad requiere de todo un cambio de identidad. Marcia Albornoz lo define como una construcción: “es un proceso muy complejo, que empecé en la adolescencia a partir de mirarme en el espejo y no reconocerme en la imagen que veía. Fue muy impactante”. En esa transformación de varón a mujer ayudó la experiencia de Victoria Abigail y la posibilidad de plasmar el cambio en el DNI, opción habilitada en 2012 a partir de la sanción de la Ley de Identidad de Género. Entonces la Marcia que vivía como Marcia pudo también ser Marcia en los papeles.
“Confío en que las nuevas generaciones de trans lo tendrán más fácil”, dice. Para que así sea, hay que erradicar la discriminación, sensibilizar a la comunidad y conseguir que las instituciones sean un ejemplo de inclusión. “El problema siempre es el estereotipo y la condena del grupo hacia los que son diferentes. Mi condición de trans va más allá de una manera de vestir: me siento mujer y sólo pido ser respetada”, expresa Marcia Albornoz, que ya conquistó el título universitario y ahora va por otra conquista: trabajar como una licenciada más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario