martes, 26 de agosto de 2014

Transexual con galones

 

Jin Xing, la primera persona que cambia de sexo y es aceptada por el Gobierno chino, es digna de película de Almodóvar: del Ejército ha pasado al baile y la televisión

ZIGOR ALDAMA

Jin Xing, en una actuación. :: Z. aldama Si quieres mantener relaciones sexuales conmigo, considérame una mujer; si lo que buscas es hablar de la vida, trátame como a un hombre». Así de rotunda respondió Jin Xing a uno de sus 1,57 millones de seguidores que, en Weibo -el Twitter chino-, le preguntó cómo dirigirse a ella. No en vano, la bailarina que ahora triunfa como estrella de la televisión, ha vivido dos vidas.

«He estado infiltrada entre los hombres durante 28 años», dice para explicar que nació varón en 1967. «A esa edad me quité el disfraz», añade en referencia a la operación de cambio de sexo que llevó a cabo en 1996 para que su cuerpo se correspondiera con lo que le dictaban la mente y el corazón. «Ya cuando tenía 6 años solía salir a la calle en días de lluvia, porque deseaba que me cayese un rayo y me convirtiese en niña». El milagro no sucedió, así que tuvo que enfrentarse a tres operaciones quirúrgicas.

No fue fácil dar ese paso. De hecho, Jin Xing creció en el seno de una familia tradicional, y a los 17 años decidió alistarse en el Ejército Popular de Liberación. «En aquel momento yo ya sentía que era una mujer, pero todo a mi alrededor afianzaba mi masculinidad, así que creí que vestir el uniforme me ayudaría a poner en orden mi identidad. Además, el Ejército me dio la oportunidad de comenzar a dedicarme a lo que más me gustaba: la danza», explica durante una entrevista con este periodista antes de impartir una clase de baile en la academia que ha abierto en Shanghái.

Jin Xing alcanzó rápido el rango de coronel, pero su vida no dio un vuelco hasta que el Gobierno le concedió una beca para perfeccionar su estilo de baile moderno en Nueva York. «Fue un momento decisivo. La libertad que respiré me imprimió el coraje que necesitaba para dar el gran paso. Pero antes contraje matrimonio de conveniencia con una mujer americana, de forma que conseguí la residencia en Estados Unidos. Eso me permitió crecer como artista», cuenta.

Finalmente, aunque en un principio amigos y familiares se negaron a aceptarla como mujer, incluso el gobierno chino decidió darle su beneplácito. Así se convirtió en la primera transexual china que cuenta con el apoyo del régimen comunista. «Yo prefiero decir que soy la primera que se enfrenta a la sociedad de este país sin que le importe lo que digan. Porque no soy la primera que cambia de sexo en China, pero sí la única que habla abiertamente de ello». Y lo hace siempre que se le presenta la ocasión: en entrevistas, cuando ejerce de jurado en el equivalente a 'Operación Triunfo', e incluso cuando salta al escenario.

'Palabras venenosas'

Claro que muchos interpretan su honestidad como una afrenta hacia los valores tradicionales chinos, y eso le ha creado muchas enemistades en el país de Mao. Incluso han acuñado un mote para referirse a ella: Du She, literalmente 'palabras venenosas'. Son las que emplea contra sus críticos. Un periodista incluso escribió sobre ella que, para entrevistarla había que prepararse en dos aspectos diferentes: «En lo profesional para hacer las preguntas correctas, y en lo personal para salir vivo de la conversación». No en vano, Jin mira directamente a los ojos y responde con ráfagas de palabras que siempre dan en el blanco. «No veo razón alguna para irme por las ramas», sentencia.

Ni para callarse. Por eso, un programa musical de la provincia de Zhejiang, que la había contratado para ejercer de jurado, decidió vetarla cuando ella se negó a poner por escrito que no mencionaría nada sobre su sexualidad ante las cámaras. «Soy quien soy, y ya no pienso esconderme jamás», zanja. Así, no es de extrañar que Pedro Almodóvar, durante un viaje que Jin hizo a España, le dijese que, si algún día rodaba una película sobre China, ella sería su protagonista. «Me sentí muy halagada, porque me encanta su cine y porque sus personajes siempre están llenos de fuerza», recuerda.

En cualquier caso, parece que con los años la confrontación cada vez le da más pereza. Cuando uno de sus seguidores le propuso demandar al canal de televisión de Zhejiang, Jin respondió con un escueto «mi tiempo vale mucho más». Y quiere sacarle todo el jugo en el terreno más íntimo. Quizá por eso, Jin se relaja cuando comienza a hablar de su marido, el alemán Heinz-Gerd Oidtmann, y de los tres hijos que ha adoptado la pareja. Se le dibuja una amplia sonrisa, la primera y última en toda la conversación, cuando rememora el momento en que conoció a Gerd. «Fue en un vuelo de París a Shanghái. Hubo un flechazo rápido, pero yo le advertí de que había nacido hombre y él se retrajo». Un año después se dieron el 'sí, quiero', y ahora Jin Xing piensa en dar un paso más. «No me cuesta verme en política», avisa.

MÁS PERSONAL

Marido alemán. Con 28 años decidió cambiarse de sexo y desarrollar una carrera como bailarina, que ha resultado muy exitosa. Pero en lo personal no se asentó hasta que dio con su marido actual, el alemán Heinz-Gerd Oidtmann, con el que ha adoptado tres niños. Antes tuvo tres parejas, todos extranjeros. «No creo que los hombres chinos estén todavía preparados para aceptarme como esposa, aunque luego soy una mujer muy tradicional a ese respecto», cuenta. Ahora, asegura que no le importaría entrar a formar parte del Partido Comunista. «Pero no me callarán», advierte.


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