Por Jorge Alberto Chávez Reyes / Notigay Lima, Perú (Mayo, 2005).
“La transexualidad es una posición revolucionaria que atraviesa la rígida línea demarcatoria del poder en la división tradicional de los sexos, por lo tanto es subversiva”, Fiorella Cava, en su libro "Identidad Cultura y Sociedad", CISNE, Lima, 2004.
Sergio Cava fue integrante de dos de las bandas más destacadas del rock hecho en el Perú, Hielo y sobre todo JAS, banda cuyo nombre es un acrónimo de los nombres de sus fundadores: Jotache, Atilio y Sergio. Cuando pasó la época de las bandas de rock nacional, Sergio desapareció de la escena y JAS se convirtió sólo en un grato recuerdo.
Pasaron más de 10 años y de pronto una escritora transexual presentó un libro y toda la prensa se volcó hacia ella con inusitado interés. La autora se presentaba como Fiorella Cava y sí, confesó, antes había sido Sergio.
Luego de su éxito como escritora, Fiorella retomó su carrera musical hace dos meses, al presentarse al frente de un reconstituido JAS en un concierto que despertó la nostalgia de los que vivieron la época dorada del rock peruano, allá por los años 80. Desde entonces ha seguido presentándose en locales de Lima y otras ciudades del interior del país, aunque su música ha sido ignorada por la mayoría de radioemisoras y su presencia ha sido vetada en el canal de televisión estatal. Ella opina que al ser una mujer transexual, no encaja en lo “correcto” y que por eso los anunciantes no quieren asociar su imagen ni a ella, ni a la música que hace con JAS.
Aquí una semblanza de ella, invitada por la UNAM a visitar México dentro de algunos meses.
Fiorella tiene muy claras las cosas, siempre fue ella, aún cuando todos insistían en tratarlo como él. Siente que fue una niña que nació con un defecto físico –ya corregido gracias a la cirugía– y no un niño “desviado”. Aunque le tomó muchos años de sufrimiento en silencio –y también de estudio y reflexión– convencerse de lo que ahora proclama, y tomar la decisión de someterse a la cirugía. La convicción con la que habla y las razones que esgrime, son suficientes para hacer creer a cualquiera en sus palabras. “Mi identidad como mujer transexual es diferente. Yo no soy un ‘travesti operado’ ni tampoco un homosexual confundido, fingido o no asumido.”
Vive en un departamento en Pueblo Libre, distrito donde siempre vivió, la acompaña una joven –transexual también a quien llama su “hija”. Su aparición en la revista “Somos” y en reportajes de la televisión la han devuelto a ese mundo de flashes y cámaras, de reportajes y entrevistas, que conoció muy bien hasta hace algo más de una década, cuando era uno de los músicos y cantantes más destacados de la escena musical peruana.
Alta, con el abundante cabello de color entre castaño y rojizo, Fiorella se viste de manera austera y elegante, aunque con un toque de extravagancia. Sus ademanes son coquetos sin ser exagerados y su voz algo grave. Mientras converso con ella, en mi cabeza no deja de sonar No quiero más ska.
“Tuve muchos problemas porque la gente de mi entorno, incluso mis amigos, no me entendían. Ellos pensaban que era gay, pero a mí en verdad no me atraían los hombres, siempre me gustaron y todavía me gustan las mujeres, al menos principalmente. Sí, ya sé que es difícil de entender, requiere de una explicación larga y algo complicada. Tiene que ver con que la orientación sexual y la identidad de género son cosas distintas aunque ambas sean componentes de la identidad. Eso es algo que intento explicar en el libro que he escrito”.
Más o menos a los 8 años, su madre lo descubrió vestido con su ropa y maquillada. La impresión que le dejó el ceño fruncido que vio y las palabras de desaprobación que escuchó fueron algo que le costó mucho trabajo superar. Sin embargo, muchos años después, poco antes de morir, su madre alcanzó a darle algunos consejos respecto de “cómo debe comportarse una mujer”, consejos que Fiorella atesora y recuerda con inmenso cariño.
Su padre siempre creyó que era demasiado débil, demasiado “delicado” y por eso lo obligó a hacer el servicio militar en la modalidad de “movilizable”. Acudía cada fin de semana al cuartel a hacer prácticas. La situación le causó mucho sufrimiento pero aprendió a disparar, habilidad de la que se siente orgullosa.“Yo creo que para la Iglesia Católica, admitir abiertamente la existencia de otras identidades sexuales, además del varón y la “varona” bíblicos, pondría en entredicho el mito del paraíso terrenal, por eso nunca lo van a hacer.”
Sergio fue criado en una familia tradicionalmente católica y estudió en un colegio de “curas casi fascistas”, como era el La Salle de los años 60. La lucha entre lo que sentía que era y lo que le inculcaron que debía ser, le provocó graves conflictos sicológicos, que estuvieron a punto de llevarla al suicidio. Reconoce que encontró sacerdotes comprensivos, pero en general la actitud fue de rechazo y, por eso, dejó de creer en la iglesia, aunque sigue considerándose católica.
“En vista que la “justicia” peruana rechazó mi cambio de identidad, tuve que recurrir a “Azángaro” (**) para conseguirme un DNI. Además, sin trabajo y rechazada por mis hermanos, que con las justas me permitían vivir en la casa que fue de mis padres, necesitaba cobrar las regalías de las canciones que escribí. No era un monto muy grande, pero en esos momentos me hacía falta. Lo que hice, porque jamás quiero volver a tener que ponerme el “disfraz” masculino que usaba antes, fue hacer una carta poder por la cual mi “hermano” Sergio –que ahora vive en España– me autorizaba a cobrar ese dinero”.
Le gustaba surfear desde niño, pero en su adolescencia, su cuerpo empezó a cambiar, le salieron pechos y por eso, por vergüenza, abandonó la práctica de la tabla. Desde entonces usó siempre ropa holgada para disimular su anatomía andrógina. Estando todavía en la facultad de Derecho, estudiando su segunda carrera, a mediados de los años 90, inició el tratamiento hormonal previo a la operación, por lo que su cuerpo adquirió formas más decididamente femeninas y se dejó crecer también el pelo.
Se vistió con ropa masculina por última vez el día en que recibió su colegiatura en el Colegio de Abogados de Lima. A partir de ese momento, Sergio “se fue de viaje” y nació Fiorella.
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(**) Azangaro. Nombre de una calle céntrica de Lima, donde el "negocio" principal es la falsificación de toda clase de documentos.
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