Abril, Rosario y María Alejandra nacieron en el cuerpo equivocado. Sus historias son diferentes, pero tienen el factor común de conocer muy de cerca las dificultades que encuentran las mujeres transexuales lesbianas. Durante años han mantenido luchas consigo mismas, con la sociedad, sus familias y el colectivo lésbico para derribar los prejuicios, los miedos y convertirse en lo que siempre han deseado ser: mujeres felices y libres.
Por María Jesús Méndez/Revista Mirales-.
La historia de Abril
El 3 de diciembre Abril está de cumpleaños, aunque nació en mayo. Cumple su primer año, aunque tiene 46. Es un cumpleaños diferente. Conmemora el día en que hace un año atrás salió de su casa con tacones y con la ropa de chica que sólo se atrevía a usar cuando nadie la veía.
Ese 3 de diciembre llegó como cada mañana a su trabajo en un Centro Cultural. “Te noto algo diferente”, le comentó su jefa. “Será que llevo maquillaje y tacones”, le contestó Abril, que hasta el día anterior había acudido siempre a trabajar vestida como hombre.
“En un momento tuve que coger a un par de compañeros de trabajo y llevármelos a tomar un café. Les dije, ‘bueno ya que no comentáis nada, no se si habéis notado algo, como que soy una mujer’. Ellos me dijeron ‘bueno, no, si no hace falta decirlo, ya lo habíamos notado pero no hemos dicho nada porque nos parece algo muy normal’. Yo les dije: ‘bueno, tan normal como que no habéis dicho ni una sola palabra’. Es como si hubiera entrado con un vestido lleno de globos de colores y hubieran asumido que era el día del globo”, cuenta Abril.
Abril nació con el sexo biológico masculino. Creció con la sensación de que le había tocado representar un papel en el que no encajaba, para el que no tenía talento. Desde el pasado 3 de diciembre dejó de estar pendiente de copiar los gestos de los chicos, dejó de fingir un papel que no quería representar. “Desde que tomé la decisión de vivir como mujer no ha pasado ni un solo día que me arrepienta”, admite Abril.
Abril es una mujer transexual lesbiana. El desconocimiento o la ignorancia generan prejuicios en torno a esta realidad, sobre todo cuando se confunden los conceptos de identidad sexual y orientación sexual, mientras la primera define el sentimiento de pertenencia al sexo femenino o masculino, sentirse hombre o mujer, la segunda define la atracción sexual que se etiqueta como homosexualidad, heterosexualidad o bisexualidad.
“¿Por qué no puedes ser maricón como todo el mundo?”, le preguntó a Abril su madre, cuando se enteró de su transexualidad, “¿por qué no puedes ser normal, como Boris Eyzaguirre, que sale en la televisión?”.
Abril recuerda ahora entre risas la confusión de su madre con la orientación y la identidad sexual. Pero sabe que el problema va más allá, que ella misma estuvo más de 40 años sin entender qué le sucedía.
“Aunque nunca había conseguido sentirme como un chico, llegó la adolescencia y me gustaban las chicas, así que las dudas que tenía acerca de lo que me estaba pasando no tenían respuestas, porque si me gustaba las chicas, en realidad no podía estar pasándome nada”, explica Abril.
Abril no tuvo novia hasta los 26 años. “Yo pensaba como una chica, esperaba que se acercaran a mi, no yo a ellas, por eso tardé tanto”. Se casó con su primera novia y estuvieron juntas más de 17 años.
Durante el matrimonio, Abril comenzó a dejarse el pelo más largo y a depilarse la barba con cera caliente. Desarrolló un gusto muy particular por los zapatos de tacón. Al comienzo entraba a las zapaterías para comprarlos para su mujer. Después los compraba para ella. “Como mi mujer y yo enseñábamos en una escuela de bailes de salón, me excusaba diciendo que me los compraba para ensayar los bailes, no era honesta con ella”.
Por Internet comenzó a investigar las posibles causas de su inclinación por el mundo femenino. Dio con la androginia, que es poseer rasgos femeninos y masculinos. “Trataba de hablarlo con mi mujer, pero ella no aguantaba la conversación. Me decía que dejara de creerme todo lo que leía por Internet. Y entonces, hace cuatro años, decidí plantearme las cosas de otra manera, cambiar el enfoque, no como un hombre con pensamientos de mujer, si no como una mujer con pensamientos de mujer. Y ahí, en ese momento, me di cuenta de lo que me pasaba”.
Abril pasó tres años sin saber cómo decírselo a su esposa, hasta que el matrimonio se fue deteriorando y se planteó el divorcio. “Cuando se lo dije tuvo reacciones muy cambiantes, primero que lo sabía, después que no se lo imaginaba. Sólo me pidió que no comenzara mi transición hasta que ella se fuera de la casa. Yo lo respeté, esperé 5 meses y lo primero que hice cuando se fue, fue buscar un buen sitio de fotodepilación y comenzar con los médicos, que conseguir el diagnóstico de transexual es más difícil que sacarte el carnet de conducir, porque lo que hacen es descartar que no tengas ninguna sicopatología ni escuches voces en tu cabeza”.
Hasta ahora Abril no ha tenido ninguna relación con una mujer lesbiana. “Creo que no tendría mucha aceptación, estoy a mitad de mi transición. En un par de años estará todo bien y me podré plantear lo de una relación seria”.
A veces Abril recibe comentarios de que por qué si le gustan las chicas no opta por lo más fácil, por quedarse en el cuerpo de hombre. “Y yo les digo, ‘¿y a qué tipo de relación podría optar así?, ¿qué tipo de felicidad podré escoger? Una día me crucé con una vecina en el ascensor. Le dije: ‘bueno vecina, como ve he hecho algunos cambios’, y ella dijo: ‘sí, sí lo veo, y además se te ve feliz’. Yo antes pensaba que la mayor parte del tiempo era feliz. Ahora tengo la certeza de que soy feliz, no lo pienso, lo siento”.
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