Normalizar significa poner en orden. Es
el verbo que la comunidad científica española conjuga sin tregua cuando
el sujeto en la oración es la transexualidad. EFEsalud entrevistó a
varios especialistas en el reciente congreso sobre el tema que se
celebró en Madrid y a una paciente que contó su transición. El predicado
está lleno de debates
MADRID/EFE/LUCÍA ROBLES
Jueves 18.07.2013
EFE/Ulises Rodríguez
“Me llamo Sonia Fernández, tengo 40 años, llevo 6
en tratamiento y únicamente me falta la cirugía de reconstrucción
genital”. Ella es una de las más de 800 personas transexuales tratadas
en la Unidad de Trastornos de Identidad de Género (UTIG) de la Comunidad
de Madrid.
Sonia Fernández en el Parque del Retiro. EFE/Lucía Robles
Ella podría ser la metáfora de la transexualidad en España en este
momento que, todavía, suscita preguntas: qué es exactamente, se debe
diagnosticar y cómo deben ser asistidas las personas transexuales, en
definitiva, qué camino se debe seguir para normalizar el tema. ¿Por
dónde empezar?
“Esto es lo que hay”
El endocrinólogo Antonio Becerra, coordinador de la UTIG, es el
primero en admitir que “los profesionales no se ponen de acuerdo a la
hora de definir el término”. Para él es “una situación de identidad que
provoca alteraciones en la vida diaria que hay que atender”.
El psicólogo clínico de la UTIG de Madrid, José Rodríguez, concluyó
en su ponencia que “la transexualidad consiste en sentirse de forma
clara y persistente pertenecer al sexo contrario del cromosómico”.
Sonia es muy clara: “Por encima de todo soy mujer,
transexual sí, pero mujer, soy igual de mujer que tú o más, porque lo he
sido a costa de todo. Esto es lo que hay”, sentencia. Ella opina que
hay que separar mejor las definiciones.
“Una cosa es la orientación sexual y otra la identidad sexual. La
primera es que te guste una persona del sexo contrario, una del mismo
sexo o ambos. La segunda es la percepción de que se es hombre o mujer.
En el mundo transexual hay gays, lesbianas o bisexuales”.
Asegura que en el origen del movimiento reside parte de la confusión:
“Históricamente hemos estado relacionadas con los gays. Se pensaba que
las mujeres transexuales éramos la manifestación exagerada de los gays y
los hombres transexuales el grado exagerado de lesbianismo, hoy hacemos
hincapié en diferenciar identidad y orientación”.
Doctor Antonio Becerra, coordinador de la UTIG de la Comunidad de Madrid.
EFE/Lucía Robles
Becerra coincide en las dificultades del origen: “cuando se desconoce
la etiología de algo es más difícil definirlo y tratarlo, lo que sí
apuntamos es que la transexualidad causa sufrimiento en sus primeras
fases y eso hay que eliminarlo”. Sobre el sufrimiento y las patologías
se debatió largamente.
Psicopatologías asociadas
Antes de que Sonia usara vestidos, pasó por muchos divanes. Cuando su
madre la pillaba con su ropa, “me mandaba al psicólogo para determinar
si era gay. La idea era que ‘me curaran’. Me sometieron a terapias
aversivas”, cuenta. El tratamiento produce discusiones.
Rodríguez fue enfático en su conferencia: “La transexualidad no es
una enfermedad mental y no precisa diagnósticos psiquiátricos o
psicopatológicos”. Sin embargo, “aunque no exige un diagnóstico, sí
requiere tratamiento”.
Otros expertos, como Marta Serrano, psiquiatra del Hospital Ramón y
Cajal, explicaron las psicopatologías asociadas al transexualismo: “Hay
una tendencia: cuanto más temprano atendemos a estas personas hay una
disminución en la disforia”, expuso.
La Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición define
la disforia de género como “el término para designar la insatisfacción
resultante del conflicto entre identidad de género y sexo asignado”.
Serrano argumentó que “la transexualidad genera sufrimiento en
diversos ámbitos de la vida, como el malestar con el cuerpo y por el
rechazo familiar y social que pueden sufrir, especialmente en las
primeras etapas”.
Sonia conoce ese sufrimiento. Tuvo una experiencia traumática de
transfobia en 1991 que la aisló socialmente: “no encajas entre los
hombres, porque no te identificas como gay, pero tampoco entre las
mujeres porque no compartes su anatomía”. Tener una pareja estable era
otro caos.
La
mesa de transexualidad y psiquiatría durante el 2º Congreso Europeo de
Transexualidad celebrado en el Colegio Oficial de Médicos de Madrid.
EFE/Lucía Robles
Esas dificultades pueden generar “depresión, ansiedad, trastornos
psicosomáticos, conductas autodestructivas, abuso de sustancias,
trastornos de personalidad”, entre otras psicopatologías citadas por
Serrano.
No obstante, dijo que muchos estudios señalan que “no encuentran mayor grado de trastornos que en la población general”.
La psiquiatra Esther Gómez, del Hospital Clínic de Barcelona, afirmó
en su exposición que en una investigación sobre psicopatologías habían
concluido que “las medidas en todas las escalas se encontraron dentro de
la normalidad, excepto la de masculinidad y feminidad”.
En este estudio compararon a los transexuales bajo
tratamiento hormonal con los que no estaban recibiendo tratamiento y
encontraron que “las personas sin tratamiento se encuentran peor”.
La relación entre transexualidad y psiquiatría, como se llamó una
sesión, es compleja y se discute en laboratorios. Antonio Guillamón,
catedrático de psicobiología de la Universidad Nacional de Educación a
Distancia (UNED), estudia el cerebro desde hace 30 años y hoy investiga
“el cerebro transexual”, como se tituló su presentación.
Doctor Antonio Guillamón, catedrático de psicobiología de la UNED. EFE/Lucía Robles
“Analizamos cómo sería el fenotipo cerebral transexual, es decir,
dónde se diferencian de los hombres controles y de las mujeres
controles”, explica.
En sus investigaciones ha visto “que esas diferencias se centran en
el hemisferio derecho, en regiones que están relacionadas con la
percepción visual, con la percepción del propio cuerpo y con la
resolución de problemas espaciales y el lenguaje”.
¿Diagnosticar o no?
“Creo que no es posible un diagnóstico eficaz de la transexualidad,
porque si no es una enfermedad no sé con qué instrumentos diagnósticos
podemos contar para determinar si una persona es o no transexual, salvo
la exclusión de una patología que se pueda confundir con la
transexualidad”, aseguró en su turno Cristina Garaizabal, psicóloga del
Centro Ariadna de Madrid.
Para ella, hay un factor decisivo: “los profesionales
tenemos que cambiar la mentalidad y considerar a los pacientes como
sujetos activos, con capacidad de decisión”.
Agregó que deben informar con rigor las consecuencias de la
transición. La profesional concluyó que es necesario “ampliar la mirada
que los modelos médicos han propuesto hasta la actualidad” para tratar
la transexualidad.
Normalización y punto
Al margen de las dificultades en materia de salud mental, a Sonia le
preocupan las económicas: “me da lo mismo que la transexualidad esté en
la lista de enfermedades mentales o no”, afirma mientras mira el
estanque de El Retiro.
Continúa: “tenemos que abogar por la normalización,
porque precisamos una atención médica, me da igual que nos consideren
enfermas mentales o de endocrinología, si me dicen que para operarme
tengo que tirarme a este estanque, me tiro ya”. Normalización también es
una de las palabras favoritas de Becerra.
Para él, el hallazgo principal del evento es que las unidades de
género son cruciales y “tienen que existir” porque “no es cierto que
cualquier profesional puede atender transexuales”.
Los asistentes escuchando una intervención durante el 2º Congreso Europeo de Transexualidad. EFE/Lucía Robles
Cuestionó el manejo de esta situación en España: “hay muchas
comunidades que no saben o no pueden tratar a estos pacientes porque no
tienen profesionales preparados. La administración sanitaria debería
asumir el tema”.
Advierte que desde las unidades de género están “haciendo
una prevención de riesgos importante económicamente, quitando
sufrimientos y evitando complicaciones a largo plazo: estamos
colaborando con la salud en general”. Becerra sueña con que su trabajo
trascienda fronteras y por eso invitó a representantes de otras
geografías.
Segundo Seclén, Presidente de la Sociedad Peruana de Endocrinología,
calificó su paso por el congreso como “enriquecedor”. Para él, “en
España se han dado grandes avances con leyes que permiten a este grupo
acceder a los sistemas de salud”, lo cual aún es una tarea pendiente en
Latinoamérica.
Doctor Segundo Seclén, Presidente de la Sociedad Peruana de Endocrinología. EFE/Lucía Robles
“En nuestros hospitales no hay áreas para el manejo específico de
transexuales, no hay unidades de género, hay servicios de
endocrinología, pero no equipos multidisciplinarios, el tema no ha
alcanzado desarrollo dentro del sistema de salud”. En su maleta se llevó
un peso extra: nuevas herramientas para cimentar el tratamiento de la
transexualidad en su país.
Un ejemplo vivo de la importancia de las unidades es Sonia, que
comenzó su transición cuando “salió la noticia de la creación de la
UTIG, que nos daba acceso a tratamientos y operaciones”.
Hormonas, cirugía de cuerdas vocales, raspado de nuez y aumento de
mamas llenan su historia clínica; sólo espera el toque final para el que
se siente preparada “desde hace 20 años”. Su miedo quedó atrás e invita
a quienes se sienten extraños dentro de sus cuerpos a buscar ayuda
profesional.
La transexualidad no es nueva, pero su tratamiento
todavía tiene grietas, porque falta “formación e información hacia la
población y ampliar las unidades o el acceso de todas las regiones a
unidades de género”, como señala Becerra.
Sonia se siente una “paciente fundadora” de la UTIG local. Aunque
dudó por un instante que su transición tuviera sentido pasados los 30,
se preguntó: “¿Ahora me voy a meter en este jardín? ¿Por qué no? Nunca
es tarde si la dicha es buena”. Tampoco es tarde para normalizar el
tema.
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Nota. Aunque no no estoy de acuerdo con el contenido de este artículo, he creido importante colocarlo por que nos informa y nos permite una visión panorámica de lo que se debatío en el II Congreso Europeo de Transexualidad, realizado en Madrid, España. Lo que se constata, es la gran brecha que aún existe entre como nosotras teorizamos y vemos el asunto de la llamada "transexualidad" y como lo ven los médicos y profesionales de la salud, aún quienes sienten empatía y desean ayudar a las personas "transexuales".
Y es que no se sale dos grandes dilemas (entre varios más), por una parte, las mujeres "biologicas" pos-modernas, pos estructuralistas y post-feministas, al momento de enfrentar la realidad de las "mujeres transexuales", las consideran como experiencias subjetivas y meramente culturales que, girando en torno a la premeditada y voluntaria "construción" del "cuerpo", manifiestan una rebeldía contra la "normatividad" y la "biopolitica" del poder. Sólo que no se dan cuenta que bajo este planteamiento se sigue reproduciendo la "norma" misma de que el "hombre es un pene y una mujer una vagina", pues una persona transexual no sería es sino "otro cuerpo" y "otro sexo", con lo cual se pruebaría su axioma de que el "cuerpo" y el "sexo" no son sino otras "construcciones" culturales y subjetivas, pudiendo haber varias clases de sexo y varias clases de género.Es decir, la interpretan la "transexualidad" a la luz no de la realidad de la persona "transexual", sino de su propia teoría.
Por otro lado, los médicos y profesionales de la salud (psiquiatras, endocrinologos, psicólogos) no van más alla del prejuicio de considerar como patológica cuaquien condición huamana en la que la identidad de género se encuentre en desarmonía y en no correspondencia con la identidad sexo-genital y cromozómica, para lo cual, el tratamiento más adecuado es la "normlización" de la persona, esto es, para llevar a la persona que se dice sentir mujer hacia una "normalidad" es necesario el tratamiento de terapia hormonal y la cirugía de reasignación o reconstrucción genital. Esto es, el hombre es un pene, y una mujer es una vagina.
En el fondo, ambas posiciones no son capaces de reconocer y enfrentar una realidad que manfiestan todas mujeres transexuales, al menos la mayoría: independientemente del cuerpo, somos ante todo MUJERES,todo lo que se quiera, transexual, transgenero, diversas, etc, pero SOMOS mujeres, nos sentimos mujeres y nos identificamos del género femenino. Quien no se identifique como mujer, tiene todo el derecho a identicarse como quiera. Eso hay que respetarlo, pero ni modo, simplemente no podría autodefinirse como una "mujer transexual". Y esta es una condición humana, no una enfemedad ni una patología.
¿Cómo así, si no es una enfermedad ni una patología podrían demandar las mujeres transexuales que la sociedad y el Estado les de tratamiento y corra con el costo de "terapias hormonales" y cirugías de "reasignación sexual"?
Por la sencilla razón que es la propia sociedad y el Estado quienes niegan nuestra realidad, nuestra existencia, y no nos acepta, nos nos integra, no nos respeta, sino que nos discrimina, nos excluye y hasta nos mata. Y eso nos causa graves problemas de salud. Pero para ello, debe comprenderse el concepto de SALUD que los organismos internacionales hace ya muchos años recambiaron: la salud no es la falta de una enfermedad o patología, sino una condición de un bienestar integral.
Por eso no necesitamos "tratamiento", sino ATENCION en Salud. Y si una, varias, o todas consideramos que nuestra SALUD se encuentra vulnerada, agredida o en riesgo, debido a que se nos discrimina y excluye, debe el Estado proporcionarnos esta ATENCION en salud, que por lo demás, no es para nosotras gratis, por que somos nosotras las que tambien aportamos a los sistemas del salud del Estado con nuestro trabajo y con nuestros impuestos.