Una
de las primeras cosas que Thomas Lobel dijo a sus padres fue que
estaban equivocados. El niño de tres años sabía hablar con señas porque
tenía apraxia, un trastorno del habla. Se señaló a sí mismo y dijo con
señas: “Soy una niña”.
Tammy juega con una muñeca en su cuarto. En la pared de fondo, tiene una foto de Thomas (Cortesía de Pauline Moreno)
miércoles, 03 de julio de 2013
(CNN) —“Está confundido”, dijeron sus padres. Tal vez confundió el
signo de niño y niña. Así que le respondieron con señas. “No, no. Thomas
es un niño”.
Pero el pequeño sacudió su cabeza. “Soy una niña”, respondió con señas.
Independientemente de que físicamente era un niño, Thomas siempre
sostuvo que era una niña. Cuando lo molestaban en la escuela por ser
tranquilo y porque le gustaban las muñecas, Thomas repetía la simple
respuesta: “Soy una niña”.
Thomas, ahora de 11 años, se hace llamar Tammy, lleva vestidos a la escuela y vive como una niña.
A sus padres los acusaron sus familiares, amigos y conocidos de ser
imprudentes y provocar un daño permanente en su hijo por permitirle
vivir como una niña.
Cuando los niños insisten en que su género no coincide con su cuerpo,
puede desencadenar confusión y una dolorosa travesía en la familia. La
mayoría de las veces, estas familias enfrentan experiencias de
aislamiento al intentar decidir qué es lo mejor para sus hijos,
especialmente porque las cuestiones de transgénero son vistas como
misteriosas y están llenas de estigmas y juicios.
Los niños transgénero experimentan una desconexión entre su sexo, el de
su anatomía, y su género, el cual incluye conductas, roles y
actividades. En el caso de Thomas, él tiene cuerpo masculino, pero
prefiere las cosas para niñas, como las faldas y las muñecas, en lugar
de los pantalones y los camiones.
La identidad de género a menudo se confunde con la orientación sexual.
La diferencia es que “la identidad de género es lo que eres y la
orientación sexual es con quién quieres tener una relación sexual”,
explica la doctora Joanna Olson, profesora de Pediatría clínica en la
Universidad del Sur de California, quien trata a niños transgénero.
Cuando hablas con niños de aproximadamente tres años, probablemente no
estén interesados en la orientación sexual, dice. Pero los expertos
afirman que algunos niños que son transgénero en la primera infancia y
se volverán gays, lesbianas o bisexuales.
Hay poca asesoría constante para los padres, porque son pocos los
estudios amplios sobre estos casos. Los índices de transgénero fluctúan
entre uno de cada 30,000 personas y uno de cada 1,000, según los
diferentes estudios internacionales.
Al igual que Tammy, algunos niños de tan sólo tres años muestran
señales de una disforia de género o un trastorno de identidad de género,
según los expertos en salud mental que trabajan con niños transgénero.
Estos niños no son intersexuales; no tienen un desorden físico o una
malformación en los órganos sexuales.
"¿Por qué debería ser esta persona falsa?"
Muchos niños transgénero informan que tienen sentimientos de incomodidad con su género desde que pueden recordar.
Mario, un joven de 14 años que vive en California, quien solicitó no
usar su nombre completo, nació como mujer. Se viste y actúa como hombre,
porque —dice— desde que tenía dos años, nunca se sintió realmente como
una niña.
“Me sentía incómodo en ropa femenina”, dice Mario. “Me sentía como:
'¿Por qué tengo que vestir esto cuando no es lo que soy? ¿Por qué
debería ser esta persona falsa?'”
Pero cuando un niño empieza a identificarse con el género opuesto, no se puede determinar si es algo temporal o permanente.
“Es importante reconocer los signos de la disforia de género,
especialmente en los niños”, dice Eli Coleman, quien presidió un comité
para actualizar las guías del tratamiento para la Asociación Mundial de
Profesionales de la Salud Transgénero (World Professional Association
for Transgender Health), un grupo internacional de médicos que se reúne
esta semana en Atlanta. “No hacerle frente podría ser más dañino para al
niño”.
“Es un área muy difícil y hay muchos niños que no están conformes con
su género. Ellos simplemente superarán esto. Muchos de ellos
posteriormente se identificarán como gays o lesbianas, en lugar de
transgénero”.
La American Psychological Association advierte que “no es útil obligar a
los niños a actuar de una manera más acorde a su género”. Cuando se les
obliga a actuar de esa manera, algunos niños caen en la depresión, en
problemas de conducta e incluso llegan a tener pensamientos suicidas.
¿Los niños saben quiénes son?
El cambio de Thomas Lobel se puede contar en fotografías. Después de
que sus madres, Pauline Moreno y Debra Lobel, adoptaron a Thomas a los
dos años, ellas observaron que se aislaba. El pequeño, tímido y con un
rostro lleno de pecas, normalmente se sentaba en una esquina a leer un
libro.
A diferencia de sus dos hermanos mayores, quienes eran ruidosos,
atléticos y masculinos, Thomas era inusualmente tranquilo. Debido a su
impedimento para hablar, tuvo que asistir a educación especial. A pesar
de desarrollar una mejor capacidad para hablar, no quería platicar o
socializar.
“Parecía tan deprimido e infeliz todo el tiempo”, dice Lobel. “No le
gustaba jugar. Se sentaba ahí todo el tiempo, no interactuaba con nadie.
Parecía muy solitario”.
En las fotos, Thomas se ve pequeño, con una sonrisa forzada y una mirada vidriosa y distante.
A lo largo de su infancia, Thomas quería leer los cómics de la Mujer
Maravilla en lugar de los de Superman; usar diademas con diamantes de
imitación, en lugar de gorras de béisbol y jugar con muñecas, no con
figuras de acción. Y, dicen sus padres, insistía en que era una niña.
Su situación empeoró cuando Thomas dijo a sus mamás que quería cortarse
el pene. Sus padres intentaron racionalizar con él, advirtiéndole que
se podría desangrar hasta morir. Pero su solicitud fue una señal para
ellas de que esto era serio y que requería de ayuda profesional.
A los siete años, después de ver a varios terapeutas y psiquiatras, los
especialistas en salud mental confirmaron que Thomas tenía un trastorno
de identidad de género.
Fue difícil para Moreno y Lobel aceptar el diagnóstico. “El hecho de
que ella es transgénero la pone en un camino más difícil, un camino
absolutamente más difícil”, dice Moreno.
A ellas las acusaron sus amigos, familiares y conocidos de ser unos padres terribles, que “la empujaron a hacer esto”.
“Soy lesbiana. Mi pareja es lesbiana. Lo que súbitamente cae en el
lugar de: “Oh, ustedes querían que ella fuera parte del estilo de vida
que ustedes viven”, dice Moreno.
“(Pero) ningún padre quiere estar en esta situación”, dice Lisa Kenney,
directora de Gender Spectrum, una conferencia para familias con hijos
no conformes con su género. “Nadie que tiene un hijo e imagina que le
pasará esto”.
Los niños transgénero no vienen de una crianza laxa en donde los
adultos “se rinden” ante los caprichos de sus hijos, dice Olson, quien
trata a menores transgénero.
“A los padres los tortura esto. No son decisiones fáciles. Los padres pasan por un largo proceso”, explica.
Moreno y Lobel le permitieron a su hijo escoger su propia ropa a los
ocho años. Thomas escogió ropa de niña, incluyendo cuatro sujetadores.
Después, Thomas quiso cambiar su nombre a Tammy y usar el pronombre
femenino. A esto se le llama transición social y puede incluir nuevos
estilos de corte de pelo y guardarropa. Esta etapa no incluye
intervenciones médicas, con excepción de la de salud mental.
La transición social es completamente reversible, dice Olson, una
especialista en identidad de género. En cada etapa del camino, sus
madres le dijeron a Tammy: “en cualquier momento que quieras regresar a
tu ropa de niño, puedes regresar a ser Thomas. Está bien”. Tammy se negó
en cada ocasión.
Ella sigue asistiendo a terapia. Su habitación está pintada de color
amarillo dorado brillante, decorada con animales de peluche y llena de
tenis rosas. En casa, Tammy baila en el pasillo y da vueltas en su
vestido rosa.
“Tan pronto como le dejamos ponerse un vestido, su personalidad cambió
de un niño muy triste que se quedaba quieto y que no hacía muchas cosas,
a una niña pequeña muy feliz que estaba emocionada de estar viva”, dice
Moreno.
La cuestión hormonal
Este verano, Tammy comenzó la siguiente fase de la transición, toma medicamentos que bloquean las hormonas.
Las niñas que se sienten más como niños, toman medicamentos que
suprimen las hormonas y de esa manera no desarrollarán pechos ni
comenzarán a menstruar. Los niños que se identifican como niñas, toman
bloqueadores para evitar desarrollar hombros amplios, voces profundas y
cabello facial.
Los medicamentos le ponen una pausa a la pubertad, para que de esa
manera puedan averiguar si quieren la transición de género. Además son
reversibles, porque una vez que el niño deja de tomarlos, comienza la
pubertad natural, dice el doctor Stephen Rosenthal, endocrinólogo
pediatra de la UC San Francisco.
Pero si el niño quiere que la transición hacia el otro género, él o
ella puede tomar un tratamiento de testosterona o estrógeno para pasar
por la pubertad del otro género.
La terapia hormonal para niños transgénero existe en varias ciudades de
Estados Unidos como Boston, Los Ángeles, Seattle y San Francisco. Los
niños son tratados por endocrinólogos pediatras después de largas
evaluaciones por parte de los profesionales de salud mental.
No existen estadísticas sobre el número de niños transgénero que toman estos tratamientos.
Los médicos deben de tener cuidado con los niños con problemas de
identidad de género, porque darles bloqueadores hormonales a niños
menores de 13 años es demasiado pronto, dice el doctor Kenneth Zucker,
director del Servicio de Identidad de Género en el Programa de Niños,
Jóvenes y Familia y profesor de la Universidad de Toronto.
Zucker realizó un estudio en donde se dio seguimiento a 109 niños con
trastorno de identidad de género de entre 3 y 12 años de edad, y hasta
que cumplieron 20 años. Los investigadores encontraron que el 12% de
estos niños todavía querían cambiar de género.
“La gran mayoría de los niños perdieron después su deseo de pertenecer
al otro género”, dice. “Lo que quiere decir que uno debe ser muy
precavido al asumir que un niño de 6 años que tiene un fuerte deseo de
pertenecer al otro género, sienta lo mismo 10 años después”.
Todo esto lleva a inquietantes respuestas para las familias que
intentan entender a sus hijos. Nadie sabe si la disforia de género de un
niño será permanente o temporal.
La respuesta insatisfactoria que repiten los expertos es que sólo el tiempo lo dirá.
A pesar de la ciencia oscura y el estigma social que confunde a los
adultos, Mario, que vive como chico desde cuarto grado, tiene una
respuesta sencilla: “No cambies por nadie más”, dice. “Sólo tienes que
ser tú y ser feliz”.
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