Nadie sabe con precisión qué provoca este trastorno; sólo hay teorías. Sin embargo, cada vez son más los padres que deciden apoyar a sus hijos con tal de evitarles una vida de soledad y dolor.
Hace ocho años se dio a conocer la historia de Jazz
Jennings, una niña muy diferente de las demás. A la temprana edad de
tres años, Jazz fue diagnosticada con Trastorno de Identidad de Género
(TIG), un desorden que provoca que los niños se identifiquen fuertemente
con el sexo opuesto y rechacen el propio.
La historia de Jazz causó conmoción. Esta niña, que
nació siendo varón, desgarraba sus pantalones para que parecieran
vestidos, adoraba las muñecas y se enojaba cuando se referían a ella
como un niño. Los padres de Jazz escondieron el trastorno de su
hija, hasta que un día, en un recital de la escuela, se dieron cuenta de
lo infeliz que era. “No le permitieron usar un tutú como al
resto de las niñas. Estaba parada ahí, tronando sus dedos y moviendo el
pie, y se veía tan triste. Nos rompió el corazón verla así”, recuerda
Renée, madre de Jazz, en entrevista con Abc News.
Mucho más que una etapa
Las personas que padecen TIG se identifican fuertemente con el sexo opuesto, y esta identificación es persistente. Desean vivir como lo hacen las personas del otro sexo, y por ende, se visten y actúan como tales.
Muchos de los niños con este trastorno viven con una ansiedad constante
y desarrollan síntomas de depresión. Otra de sus consecuencias es el
aislamiento social, ya sea por decisión propia o por la incomprensión de
los demás.
“La mayoría de los niños transgénero vive en la sombra,
escondiéndose de un mundo que los considera fenómenos de la naturaleza.
Rechazados por sus familias, crecen odiando sus cuerpos, y se convierten en víctimas de depresión, abuso de drogas, violencia y suicidio”, escriben Alan B. Goldberg y Joneil Adriano en un extenso reportaje de Abc News.
La cura, ¿aceptarlos como son?
Nadie sabe con precisión qué provoca este trastorno;
sólo hay teorías. Sin embargo, cada vez son más los padres que deciden
apoyar a sus hijos con tal de evitarles una vida de soledad y dolor.
Algunas familias van un paso más allá y aprovechan su situación para
ayudar a los demás. Jazz y su madre fundaron The TransKids Purple Rainbow Foundation; ambas imparten pláticas en escuelas, conceden entrevistas y reúnen fondos para otros niños transgénero.
Por supuesto, existen tratamientos que intentan “curar”
este trastorno y devolver a los pequeños su “normalidad”. Pero no están
exentos de polémica: grupos defensores de derechos humanos argumentan
que son equivalentes a las terapias para “corregir la homosexualidad”. Del otro lado están los padres dispuestos a pagar una costosísima terapia
que incluye apoyo psicológico, hormonas, medicamentos e incluso una
cirugía de reasignación de sexo, que puede realizarse hasta los 18 años.
Una cosa es cierta: sólo con el cariño de sus padres y
la comprensión de la sociedad, derivada de la información y el rechazo a
los prejuicios, los pequeños con este trastorno podrán tener vidas
plenas y felices.
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