martes, 23 de septiembre de 2014

Puerto Rico. Identidades Invisibles (Tercera Parte) Las cadenas de una mujer transexual

Por Marcos Billy Guzmán / marcos.guzman@gfrmedia.com

La activista lamenta que, en sociedades como Puerto Rico, pocas personas están preparadas para trabajar con la población transexual y transgénero. (wandaliz.vega@gfrmedia.com)
(Esta historia es la tercera parte de “Identidades invisibles”, serie de ELNUEVODIA.COM sobre la lucha de la comunidad transexual y transgénero).

Es alta y delgada, pero tiene una figura voluptuosa. A Ivana Fred no sólo la miran; la observan, desde los pies hasta la cabeza, cuando llega a un lugar.

Reconoce que esa atención no siempre termina siendo una experiencia agradable para muchas personas transexuales o transgénero. Sin embargo, a ella no le molesta que noten su presencia. La posibilidad de ser humillada ya no la intimida. Han pasado 14 años desde que decidió trabajar como activista a través de iniciativas de prevención y apoyo, como hace actualmente con el ButterfliesTrans Foundation y el Centro Comunitario LGBTT de Puerto Rico. Esa es su mayor motivación.

Recuerda que su transición física y emocional comenzó a los 12 años. “Ya a los 14 me estaba metiendo hormonas clandestinas”, relata. Tampoco olvida cómo tuvo “controversias” en y fuera de su hogar a raíz de la incomprensión. Hoy, sin embargo, agradece que su familia la “acepta”.

Está dispuesta a ser una de las pocas mujeres transexuales que habla públicamente sobre los problemas de su comunidad en Puerto Rico, algo plasmado en el documental puertorriqueño “Mala Mala”. Antes de que puedan preguntarle, va subrayando que interrogantes sobre sus genitales o sobre el nombre de varón que se le asignó al nacer quedan fuera de la ecuación. “Eso no tiene nada constructivo que ofrecer a la sociedad”, subraya en torno a la curiosidad que, según expone, suele tener mucha gente.

A Ivana lo que le importa es aliviar el dolor.

¿Cuál es la preocupación más grande de las personas transexuales y transgénero?

“Es la educación. Por el ‘bullying’ y todo lo demás, muchos son desertores escolares desde temprana edad, incluso desde sexto grado. Te sientes incómodo(a) porque no te ves físicamente como quieres. En cuarto año, no estamos pensando en cómo llegaremos a la universidad, ni en que nuestros padres nos compren un carro. Un o una transexual está pensando en cómo conseguir información porque esto (la incongruencia entre su identidad de género y su sexo) es algo que no me está dejando vivir”.

Fuera de la escuela, ¿qué suelen hacer estos menores?

“Se dedican a hacer otros tipos de cosas”.
¿Cuáles cosas?

“Yo conozco a una persona que salió de la escuela en elemental e incurrió en la vida fácil”.

¿En la prostitución?

“Sí, en el trabajo de la prostitución. Porque no le quedó otra alternativa y ahora, ya de adulto, comienza a tomar los exámenes (para completar su grado).

Existe un estigma de que las personas transexuales y transgénero suelen vender servicios sexuales. ¿Mito o realidad?

“Entiendo que es cierto. Hay muchas chicas transexuales que conozco que están educadas y tienen su trabajo (fuera de la prostitución). Pero, de un 100%, sólo el 40 logra conseguir trabajo tradicional. Es una táctica para sobrevivir que, lamentablemente, viene de años y digo ‘lamentablemente’ porque no es un secreto que se ven expuestas a muchísimas cosas”.

¿Hablas de abusos?

“Se exponen a que las golpeen, las maltraten, las invaliden como seres humanos… Es bien fuerte  poder batallar un mundo así”.

¿Consideras que viven bajo un abandono social?

“La comunidad trans es la más marginada y la que recibe menos tipo de ayuda, de cualquier índole. Digamos que nadie está preparado para trabajar con la comunidad trans”.

¿Cuánto eso complica la transición física y emocional? 

“En la mayoría de los casos, todo es clandestino o hay que emigrar a otros países. Para las hormonas, nos autorrecetamos. Le decimos al médico: ‘Necesitamos esto’. El doctor decide si te lo da o no. Usualmente, no se arriesgan a perder su licencia, porque esas hormonas están hechas para las mujeres. En mi caso, como ya me veo mujer, me las dan”.

Pero… ¿qué sucede en casos de emergencia?

“Cuando llegas a una sala de emergencia, los documentos están estructurados para hombre o mujer. Hay muchas mujeres transexuales que se sienten intimidadas y no quieren decir: ‘Mira, yo fui nene’. Entonces puede que haya irregularidades”.

¿Cuáles irregularidades?

“Por ejemplo, yo tengo silicona en mis glúteos, así que no hay ningún medicamento que me pueden poner allí. Tengo que instruir al médico. No es culpa de que no quieran ayudarte. Es que no están preparados para atendernos”.

Entonces, ¿quién sirve de guía en su proceso de transición?

“Sea endocrinólogo, psicólogo o psiquiatra, la mayoría no están preparados. Por mi experiencia, en la mayoría de los casos, nos dejamos guiar por las trans de mayor edad. Pero el psicólogo sigue siendo fundamental, porque ahí es que determinas si incurres o no al cambio de sexo”.

El año pasado, en Puerto Rico se aprobó la Ley 22, que prohíbe el discrimen en el trabajo por identidad de género y orientación sexual. ¿Qué impacto ha tenido esta medida?

“En Puerto Rico, a nivel legal, lo que hay de no al discrimen en contra de nosotras (las personas transgénero o transexuales) es eso que se aprobó hace un tiempo. Es un logro. Pero no vemos transexual doctora, abogada, secretaria… El discrimen sigue, más allá de una ley establecida”.

¿Consideras que un sector amplio de nuestra sociedad se burla de ustedes al mismo tiempo que evita reconocer su existencia?

“Puerto Rico es uno de los países que está atrasado. La comunidad trans es invisible en nuestra sociedad. Sólo tiene un poco de visibilidad por una Samantha Love, una Verona, una Ivana (ella), quienes se han dejado ver.

¿Los hombres transexuales tienen aún menos visibilidad en la cultura?

“En Puerto Rico he conocido a solamente dos y es tan y tan difícil para ellos. Por ejemplo, conseguir testosterona es algo bien difícil porque es menos común. Es una población que no tiene exposición (pública)”.

¿Concluirías que la falta de voces atrasa la lucha por la equidad para esta comunidad? 

“Sí. Me quedo en shock, aún no veo movimiento”.

¿No quieren hablar por el mismo prejuicio?

“Por el miedo y el peligro de enfrentar el prejuicio. No quieren contar sus historias porque se enfrentan a la burla. No quieren que su vida se haga pública para que no se las vacilen”.

¿Notas ese prejuicio incluso dentro de la misma comunidad gay?

“Claro que sí… La misma comunidad (gay) burla a las y los transexuales. Hay personas que ni siquiera aceptan que alguien utilice ropa del sexo opuesto. Es falta de educación y es miedo. Muchos piensan que estamos ridiculizando a la comunidad (gay).

¿Lo percibes como una traición?

“Duele. Tengo a muchas personas cercanas que lo han sufrido y me lo cuentan, y duele”.

¿Esa desunión provoca inconsistencias a la hora de definir conceptos como ‘transexual’ y ‘transgénero’?

“Para mí transexual es toda aquella persona que siente incongruencia con su sexo biológico, independientemente de que haya tenido cirugía plástica. Tránsgenero es toda aquella persona que vaya en contra de lo que es su género. Pero sí existen diferencias entre nosotras y nosotros. Todo individuo es un mundo distinto. A veces, lo mejor es preguntar.

Pregunto: ¿cómo te identificas?

“Soy una mujer transexual”.

¿Cuán importante es destacar la palabra ‘transexual’ cuando te describes?

“Yo nunca diría -y lo digo con orgullo- que soy una mujer. Siempre digo que soy una mujer transexual porque negarlo sería una manera de invalidar el proceso de transición, que -en sí- es muy complejo y me expone a unas experiencias que no viven las mujeres. Reconozco que, como transexual, tengo unas necesidades que no son las de una mujer”.

Hay mucha gente que no comprende esas necesidades. ¿Cómo explicas algo tan personal?

“Una dama, cuando va a ser señorita, siente dolor en el abdomen. En el caso del varón se le hinchan las tetillas. Recuerdo que (cuando tenía como 13 años) yo pensaba: ‘¡Oh, my God! Estoy echando los senos, ¡al fin!’. Era lo que anhelaba. Me duró muy poco, cuando me tropiezo con la piedra de que no estaba desarrollando busto, sino que estaba pasando de niño a joven”.

¿Cuán grande es esa frustración?

“Extremadamente frustrante. Porque tienes que llevar lo que tienes dentro de ti en silencio y batallarte con una sociedad y bregar con los prejuicios de ellos. Es una lucha interna de la que, si no escapas, te quedas prisionero”.

¿Se liberan las cadenas tras años de transición y de enfrentarte diariamente a distintas situaciones de discrimen?

“Ya yo me siento con un alivio”.

¿Alivio significa que todavía hay dolor?

Sigue habiendo dolor, claro.


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