Un local que vende materia prima para hacer perfumes y ambientales en la plaza de San Francisco es el sitio donde las transfemeninas compran la silicona líquida. “Ahora no hay, pero en tres meses llega silicona de Brasil nos han dicho”, cuenta Carolina, de la Asociación de Transfemeninas Gran Pasaje.
Se inyectan entre ellas, centímetro a centímetro y haciendo pausas para ver si se produce alguna reacción adversa. Carolina recuerda que cuando ella se inyectó en el glúteo, hace cinco años, le tocaron un nervio y estuvo ingresada en un hospital durante dos meses. Esto le provocó una cojera que la acompaña todavía.
Deformaciones faciales, tumoraciones, trombos y muerte son algunos de los problemas que experimentan. Todo esto se mantiene en la periferia de los servicios de salud. Para los transexuales, el único hospital amable es el Hospital Enrique Garcés. Allí llegan con la certeza de que serán atendidas ante cualquier problema, sobre todo, cuando son atacadas durante sus jornadas nocturnas.
El Ministerio de Salud atiende a los colectivos trans en sus servicios de salud sexual y reproductiva que existen en los centros de salud. El Área de Salud No. 3 de La Tola, en el centro de Quito, es la más concurrida.
El Proyecto Transgénero consiguió que el 2011 se abrieran fichas especiales a las transexuales que trabajan en la calle. Las llaman las fichas ‘género-sensibles’ y la diferencia es que se acepta el nombre que han adoptado según su nuevo género. Pero la atención se limita a la parte sexual.
No hay un abordaje integral de salud que les brinde orientación durante el cambio de sexo. Esto les lleva a la automedicación y a caer en manos de cirujanos que les han llegado a pedir hasta USD 10 000 por unos implantes mamarios. Las trans siempre hablan de la Clínica México y de sus cirujanos que llegaron a atraer a pacientes de otros países. Esta unidad ahora tiene el nombre de Hospital Inglés y funciona en la misma dirección de la anterior clínica.
El cirujano Luis Morales, que funge también como gerente, dice que ya no opera a transexuales, pero admite que lo hizo hace muchos años. En el país no existe una ley que regule o apruebe el tratamiento de personas transexuales. Los cirujanos, al igual que los endocrinólogos, se niegan a ayudar al cambio de sexo. Solo cabe la ayuda médica en caso de intersex, los llamados hermafroditas.
Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección: http://www.elcomercio.com/sociedad/Silicona-liquida-vende-control_0_648535216.html. Si está pensando en hacer uso del mismo, por favor, cite la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido.
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Se inyectan entre ellas, centímetro a centímetro y haciendo pausas para ver si se produce alguna reacción adversa. Carolina recuerda que cuando ella se inyectó en el glúteo, hace cinco años, le tocaron un nervio y estuvo ingresada en un hospital durante dos meses. Esto le provocó una cojera que la acompaña todavía.
Deformaciones faciales, tumoraciones, trombos y muerte son algunos de los problemas que experimentan. Todo esto se mantiene en la periferia de los servicios de salud. Para los transexuales, el único hospital amable es el Hospital Enrique Garcés. Allí llegan con la certeza de que serán atendidas ante cualquier problema, sobre todo, cuando son atacadas durante sus jornadas nocturnas.
El Ministerio de Salud atiende a los colectivos trans en sus servicios de salud sexual y reproductiva que existen en los centros de salud. El Área de Salud No. 3 de La Tola, en el centro de Quito, es la más concurrida.
El Proyecto Transgénero consiguió que el 2011 se abrieran fichas especiales a las transexuales que trabajan en la calle. Las llaman las fichas ‘género-sensibles’ y la diferencia es que se acepta el nombre que han adoptado según su nuevo género. Pero la atención se limita a la parte sexual.
No hay un abordaje integral de salud que les brinde orientación durante el cambio de sexo. Esto les lleva a la automedicación y a caer en manos de cirujanos que les han llegado a pedir hasta USD 10 000 por unos implantes mamarios. Las trans siempre hablan de la Clínica México y de sus cirujanos que llegaron a atraer a pacientes de otros países. Esta unidad ahora tiene el nombre de Hospital Inglés y funciona en la misma dirección de la anterior clínica.
El cirujano Luis Morales, que funge también como gerente, dice que ya no opera a transexuales, pero admite que lo hizo hace muchos años. En el país no existe una ley que regule o apruebe el tratamiento de personas transexuales. Los cirujanos, al igual que los endocrinólogos, se niegan a ayudar al cambio de sexo. Solo cabe la ayuda médica en caso de intersex, los llamados hermafroditas.
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