REFORMA / Genaro Lozano
La
semana pasada la Asamblea Legislativa del Distrito Federal acaba de
volver a hacer historia, esta vez poniendo a las personas transgénero al
frente del movimiento de la diversidad sexual al aprobar una nueva ley
de identidad de género que facilita los trámites para obtener una
identificación oficial para estas personas, conforme a su identidad
elegida.
La
Ciudad de México ha sido desde hace 17 años el centro de las
movilizaciones y de los movimientos sociales del país. Aquí se ha
despenalizado el aborto, se aprobaron las primeras leyes anti
discriminación, se reconoció públicamente a las parejas del mismo sexo
con las leyes de Sociedades de Convivencia en 2007 y luego con el
matrimonio igualitario en 2009. Estas victorias han sido posibles
gracias a la presión de colectivos de activistas organizados, cuyas
demandas han tenido eco entre los legisladores de izquierda en la Ciudad
y entre los diferentes jefes de Gobierno.
Apenas
en 2008 fue aprobada una primera ley de identidad de género que
permitía que una persona trans pudiese cambiar sus documentos de
identificación mediante un juicio, que en muchas ocasiones era costoso y
largo, además las obligaba a demostrar que estaban en tratamiento
hormonal o que estaban por hacerse una cirugía de reasignación de sexo
para poder cambiar sus documentos. Esa primera ley fue apoyada por
colectivos de activistas trans como un primer paso, pero insuficiente
porque dejaba sin esa posibilidad a hombres y mujeres trans que no
tenían los recursos para contratar un abogado e iniciar los trámites
legales. La nueva ley de identidad de género facilita los trámites y
ahora ya no es por un juicio, sino mediante un mero trámite
administrativo.
Esa
nueva ley fue empujada por activistas de la Red de Trabajo Trans, como
Diana Sánchez Barrios y Hazel Gloria Davenporth, así como por activistas
gay como Manuel Oropeza, entre otros y recibida por la bancada
perredista en la ALDF. Desde que el activismo LGBT
(lésbico-gay-bisexual-trans) empezó a cosechar victorias legislativas es
realmente destacable cómo se ha profesionalizado el activismo a todos
los niveles, pero especialmente el activismo de las personas trans.
El
movimiento LGBT global debe a una mujer transexual su nacimiento.
Sylvia Rivera es considerada la madre de la llamada Revolución de
Stonewall, unos enfrentamientos entre la policía neoyorquina con
personas LGBT en 1969 que detonaron el activismo de la diversidad sexual
en EU y de ahí en todo el mundo. Desde entonces, las y los activistas
trans pasaron de la vanguardia del movimiento a la retaguardia. La
agenda política del movimiento LGBT no atendió las demandas de las
personas trans por varias décadas y no ha sido sino una vez que la
agenda del matrimonio igualitario empezó a avanzar que se ha retomado el
interés por la agenda trans. Lo mismo ha ocurrido en México.
El
movimento LGBT mexicano ignoró las demandas de los colectivos trans
durante los 70 porque las primeras demandas eran las de inclusión y no
discriminación. A inicios de los 80 vinieron primero las demandas de
representación política y luego las de acceso a la salud por el
VIH-sida. En los 90 inician los primeros reclamos de reconocimiento a
parejas del mismo sexo. En todas esas décadas las activistas trans han
estado presentes, acompañando las agendas del movimiento LGBT,
apoyándolas, incluso la del matrimonio igualitario en 2009, y esperando
pacientemente su turno.
Su
turno llegó en 2008 y ahora en 2014. En estos años el activismo trans
ha aprendido a ser radical en sus acciones cuando es necesario, a romper
sesiones de legisladores, a llenar salas cuando se dictaminan leyes, a
marchar de forma lúdica en las marchas del orgullo, a componer canciones
de rock de protesta, pero también han aprendido a dialogar con
legisladores, a hacer alianzas no solo con el PRD, sino ahora también
con el PRI capitalino que en la Ciudad de México empieza a dejar de lado
la hipocresía y a sumarse a las agendas progresistas. El activismo
trans ha aprendido a buscar el apoyo de los medios de comunicación, a
unirse en demanda de una agenda conjunta, a dejar los protagonismos de
lado.
Un
acta de nacimiento, una credencial de elector, una licencia para
conducir. Documentos cuyos trámites todos sufrimos, pero que son
fundamentales para abrir una cuenta de banco, para solicitar un trabajo,
para hacer el pago de algún servicio público, para sacar un seguro
médico. Las personas trans ahora podrán sacar esos documentos de
identidad como cualquier otra persona y ello podrá parecer menor, pero
es profundamente importante para la dignidad humana.
Al
final, Miguel Ángel Mancera podrá estar equivocado en muchas de sus
agendas y podrán muchos pensar que "el faro progresista" se está
apagando en la Ciudad de México, pero afortunadamente con el tema de las
personas trans, que a pocos de esos sectores progresistas les parece
importar, Mancera hizo bien en escuchar a l@s activistas trans y a
Jacquie L´Hoist, la presidenta del Consejo para Prevenir la
Discriminación de la Ciudad de México, y apoyar la agenda política de
las personas trans y eso es una buena noticia dentro del tufo de
decadencia política que vivimos actualmente en el país.
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