Arumguma Revathi nació hombre, pero siempre se sintió mujer. Esto era imposible de comprender en su pequeña aldea en Tamil Nadu, al sur de la India. Sus dos hermanos fueron los primeros que la reprendieron y golpearon hasta casi la inconsciencia cuando descubrieron que actuó vestida de mujer en un festival religioso. En la calle muchos se reían de ella por ser un "niño-niña". Su padre la sacó de la escuela y la puso a trabajar como su ayudante en su camión de reparto de leche. Hasta que encontró a un grupo de hijras, varones que adoptan una identidad femenina. Entonces entendió que no era la única que vivía esa situación.
País-. "Cogí dos saris (vestidos tradicionales indios) de mi madre y me escapé a los 13 años en búsqueda de mi libertad", cuenta Revathi en el café del palacio Rambagh, en Jaipur, que perteneció a los maharajás y ahora pertenece a la cadena de lujosos hoteles Taj.
Revathi emprendió un largo viaje en tren a Nueva Delhi en búsqueda de su gurú (la hijra que le ayudó en su cambio a mujer) con sólo 350 rupias (ni 6 euros actuales). Por ello se escandaliza al mirar los altos precios del restaurante, recomendado por sus bellos jardines y sus mármoles tallados para posar para la fotografía. Mientras come con los dedos, incluso el arroz, con la facilidad con que lo hacen los indios, concede: "La comida está buenísima, picante, como me gusta".
Pronto descubrió que la discriminación que sufren los del tercer sexo les condenaba al ostracismo y con pocas opciones de ganarse la vida, entre ellas prostituirse, mendigar o extorsionar a cambio de "bendecir o no maldecir" en una boda o en un nacimiento.
Ella se prostituyó. "Tontamente pensé que era la forma de encontrar el contacto humano y el amor. Pero me perdí el respeto. Me desengañé a base de la violencia que sufrí", dice con los ojos humedecidos. No se ahorra los detalles de la crueldad con la que fue tratada, como la vez que llegó malherida a un hospital. El doctor, lejos de atenderla, le increpó: "Esto te pasa por no actuar como el hombre que eres".
"Tuve rabia, con la sociedad, con el Gobierno, con el mundo. Nadie me entendía", cuenta. Pero tuvo la suerte de encontrar Sangam, una ONG que ayuda al colectivo. "Me di cuenta de que no iba a llegar a ningún lado teniéndome lástima: tenía que salir adelante yo misma. Saqué fuerza de la flaqueza y empecé a ayudar a otras mujeres como yo". Revathi fue tan activista que llegó a dirigir la organización. No hay cálculos oficiales de cuántos hijras hay en India, pero algunas organizaciones hablan de un millón (en una población de 1.180 millones).
Y para que más gente comprendiera a su colectivo, escribió su historia de sufrimiento y superación en The thruth about me (La verdad sobre mí). Este libro se ha vuelto en India un referente para la comunidad transexual. "Desde que conté mi historia más gente entiende nuestros problemas. Estoy convencida de que el arte es la mejor manera de concienciar y cambiar a la sociedad", asegura. Ahora piensa en escribir una obra de teatro. En el restaurante ni los camareros, ataviados con turbante, dejan de mirar curiosamente a Revathi. "Esto ha sido así toda mi vida. Antes me enojaba, pero ahora ya no. Sé quien soy yo y no me importa lo que digan los demás".
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