La empleada de nombre Mariana
Por primera vez, un juzgado tendrá como administrativa a una travesti, y su incorporación se efectivizará con su nombre de género, pese a no tener aún el cambio en el documento. Tendrá una bienvenida con un acto organizado por el Consejo de la Magistratura.
Mariana Gómez será desde hoy la primera travesti en incorporarse al Poder Judicial. Cuando recuerda que su bienvenida será un acto organizado por el Consejo de la Magistratura, y que el evento coincide con la inauguración de la nueva sede del Foro Contencioso y Administrativo Tributario porteño, refiere vértigo. “Puedo ser todo lo que quieras, pero en ese momento me va a agarrar un terror terrible. A no saber qué hacer, cómo reaccionar”, dice, y una amiga que la acompaña para aliviar los nervios de la entrevista, y con quien se conocieron haciendo militancia social en un comedor de La Boca, propone una solución sencilla: “Vos sonreí”. Posiblemente lo haga: desde hoy, su nuevo trabajo, el segundo formal y en blanco en sus 31 años de vida, la reconocerá también por el nombre que eligió para su identidad de género, aun cuando el DNI todavía afirme una identidad que ya no reconoce como propia.
Aunque el Estado nacional todavía no la reconozca como tal, la designada es Mariana, gracias a una ley porteña sancionada en 2007 (la Nº 3062). Poco conocida y aún menos usada, la norma estipula el respeto por “la identidad de género adoptada por travestis y transexuales que utilicen un nombre distinto al consignado en su documento”. De acuerdo con el texto legal, el Estado porteño debe relacionarse con quienes así lo pidan sirviéndose de ese “nombre adoptado”. Todos los actos administrativos y legales públicos, así como aquellos realizados en “entes descentralizados, entidades autárquicas, empresas y sociedades del Estado y todas aquellas otras organizaciones empresariales donde la Ciudad Autónoma de Buenos Aires tenga participación”, deben vincularse con esa persona respetando la identidad de género que construyó.
Por eso, para el Poder Judicial de la Ciudad, Mariana será Mariana. “A veces me pongo a pensar: ‘me están diciendo Mariana’. ¿Entendés? Como que debe ser loco y difícil para tu madre, que te puso Rubén Darío, ponele, llamarte Mariana.” Pero su familia lo hace, y en adelante lo hará también el Estado, que la contratará como auxiliar administrativa del Juzgado Nº 4, a cargo de Elena Liberatori. De hecho, suya será la llave del lugar, porque su primer puesto estará en mesa de entradas.
Hace sólo unos días renunció al restaurant de Barrio Norte en el que, en dos años, pasó de ser bachera a encargarse de la cocina. “Me dejaban ascender por un mínimo sueldo más, no es que cobraba muchísimo más. Pero a mí me gustaba igual: es la sensación de ir superándome. Me fui metiendo y me fueron aceptando. Aparte, porque le tenés que poner onda. Si no, te estancás, como en todo, ¿no? A vos te pueden llegar a contratar para, no sé, limpiar pisos, pero si de repente le ponés onda podés empezar a ascender”, dice. Mariana, a quien sus amigos llaman “Seji” (“un sobrenombre que me puso mi abuela de chiquita”), cree que se trata de tomar decisiones.
–También puede tratarse de una cuestión de oportunidades.
–Puede ser, pero yo estuve en ese lado también, y he estado trabajando de lo mismo... He estado a la noche trabajando de eso, y de día de otra cosa. Llegó un punto en que por el cansancio tuve que elegir: o uno o lo otro. Y no me quedé con lo más fácil. Sé que es así. Te tenés que poner fuerte y salir: decidir. No soporto a la gente que no piensa a futuro.
–¿Cómo piensa este paso, el ingreso al Poder Judicial, sabiendo que es el primer caso con estas características?
–Como todo: para mí va a ser difícil. Y a la vez dan ganas de decir: “¿por qué a mí?”. Por qué no tener ya todo como armado, no sentir que estás rompiendo una estructura. A la vez es una sensación linda, a quién no le gusta ver un cambio. Pero te vas acostumbrando. Yo, por ejemplo, trabajé en bares donde había sólo chicas. Y tampoco yo había visto nunca una bachera travesti. Siempre es lo mismo. Por eso digo que romper estructuras es constante: ¡hasta para lavar los platos lo hice!
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