viernes, 2 de noviembre de 2012

Colombia: Salud por las personas transgénero

Carecer de un sistema de salud que contemple los tratamientos que la población transgénero necesita, es uno de los principales factores de riesgo de este sector.
 
Lina Montero en una manifestación trans en Bogotá. Octubre de 2011.

Cuando cumplió 17 años, Lorena Duarte empezó a automedicarse las hormonas femeninas que alguien le había dicho podrían ayudarle a que su cuerpo se ajustara más a lo que ella era (y es): una mujer, a pesar de haber nacido con genitales masculinos.

Sin embargo, al cabo de unos años, Lorena decidió que lo conveniente sería realizar su proceso de terapia hormonal de la mano de un profesional de la salud. Así que separó una cita con un médico de la Empresa Promotora de Salud (EPS) a la cual estaba afiliada.
Una vez acordado el día y la hora, Lorena ensayó la respuesta que le daría al doctor cuando le preguntara por el motivo de consulta. “Preparé muy bien mi discurso para explicarle, de manera clara, qué es ser una mujer transgénero”, afirma.

Cuando llegó el día, se tomó casi media hora aclarándole que su identidad de género era femenina a pesar de que su genitalidad y su cuerpo eran considerados masculinos. Al final, el doctor le dijo: “entiendo muy bien. Ahora cuénteme: ¿cuándo fue la última vez que le llegó el período menstrual?”.

Esa respuesta confirma el desconocimiento que existe sobre el transgenerismo en un buen número de profesionales de la salud. Con excepción de algunos especialistas en salud mental, urología y ginecología, la ignorancia en el tema es lo que predomina y, principalmente, en el primer filtro: los médicos generales.

Una lotería

El problema es de fondo. Una de las causas de este desconocimiento es que buena parte de los médicos del país no reciben mayor formación sobre este tema durante sus estudios de pregrado. En otras ocasiones, valoran al paciente según sus prejuicios y los de una sociedad conservadora: a la persona le va según la “apertura mental” y el grado de transfobia del doctor.

A veces las personas trans le causan tal grado de confusión al personal de salud, que no saben si tratarlas de “él” o “ella” o manifiestan su desconcierto a manera de rechazo. “Las discriminan, las tratan mal o piensan que son así porque quieren”, señala Álvaro Franco, director de la especialización en psiquiatría infantil y del adolescente de la Universidad del Bosque en Bogotá.

Y aún peor, algunos médicos parecen mezclar todavía la orientación sexual (gay, lesbiana y bisexual) con la identidad de género (masculina, femenina, etc.).

Para entender mejor el manejo que algunos profesionales le dan al transgenerismo, puede tomarse como referencia el aborto. “Al respecto, no predominan las posiciones científicas sino las ideológicas”, señala Bernardo Useche, psicólogo y doctor en salud pública y quien realiza investigaciones en sexualidad y salud sexual.

Por otra parte, los protocolos médicos parten de la base de que la orientación sexual es heterosexual y de que solamente existe el sexo/género “totalmente” masculino o femenino, nunca trans.

Pero la discriminación no es solamente de los profesionales de la salud. Empieza desde el vigilante, quien en ocasiones considera el hecho de ser trans un motivo suficiente para calificar a esa persona de “sospechosa”. Ahora, hay personas trans que acuden a consulta por una gripa o por un dolor pero desde que entran a la entidad las tratan distinto (y no precisamente mejor) que al resto de pacientes.

Nombre: Patricia / Sexo: Masculino

Otro de los momentos en los que se evidencia la discriminación es cuando deben presentar su documento de identidad. El Decreto 999 de 1998 le permite a cualquier colombiano sustituir, rectificar o corregir sus nombre(s) y apellido(s). Lo que no se puede modificar tan fácilmente es el sexo, así que en el caso de una mujer trans, en su nueva cédula aparecería: nombre: Sandra Patricia. Sexo: m (masculino).

Para cambiar el sexo se necesita pasar por un proceso de apoyo psicosocial y por una cirugía de reasignación de sexo (cambio de genitales). Aunque muchas personas trans quieren cambiar su nombre, no necesariamente les interesa practicarse esta intervención quirúrgica: saben que no requieren de una vagina para ser mujeres ni de un pene para ser hombres.

Ahora bien, independiente del sexo que aparezca en la cédula, todas las personas tienen derecho a ser reconocidas por el nombre que allí aparezca y algunos profesionales de la salud parecen desconocer esto. En ocasiones, incluso, después de haber pasado por una reasignación sexual, les siguen preguntando por su “nombre original”.

Lo más grave es que ciertos médicos ignoran que aunque en los documentos de identidad aparezca el nombre “Sofía”, la persona sigue necesitando un examen de próstata o, aunque se llame “Jorge”, de una citología.

Cuando Lorena Duarte logró superar la fase del médico general y llegar al especialista en endocrinología, su desilusión fue total: le advirtió que no podía formularle hormonas femeninas porque, según su cédula, ella era un hombre.

Lorena interpuso una acción de tutela que le negaron con el argumento de que no estaba enferma. No tuvo más alternativa que acudir a un psiquiatra para que la diagnosticara con “trastorno de identidad de género”.

Una vez la persona tiene este concepto puede recibir medicamentos o el tratamiento que el médico considere necesario, debido a que en el Plan Obligatorio de Salud (POS) los trastornos de identidad de género forman parte de las patologías de salud mental.


La artista Ladyzunga en una manifestación trans en Bogotá. Octubre de 2011.

Enferma o nada
 
No obstante no todas las personas trans están dispuestas a ser consideradas “enfermas” para empezar a recibir un servicio que consideran obligatorio para garantizarse sus derechos al libre desarrollo de la personalidad y a una vida digna. (Espere una ampliación de este tema en un próximo artículo).

Sin embrago, para evitarse demoras y trabas a la hora de iniciar su tránsito hacia el otro sexo, Lina Montero decidió acudir como particular a los especialistas en psiquiatría, urología y endocrinología. “Por el Sisbén no logré nada. Ahora estoy en una EPS y ya recibí las primeras dosis de hormonas. Le conté a la doctora cuáles eran las que venía tomando y esas fue las que me formuló”.

Según Maribel Posada, médica y asesora de la Comisión de Regulación en Salud (CRES), el POS cubre algunas hormonas pero el problema está en que la población trans requiere de unas macro dosis que, a largo plazo, pueden alterar la tiroides, las glándulas suprarrenales y otras hormonas. “Se aumenta, también, el riesgo de padecer cáncer, osteoporosis e insuficiencias hepáticas”, agrega.

Respecto a los procedimientos quirúrgicos, Posada explica que cirugías como la de reasignación sexual o la de implantes mamarios son consideradas estéticas y, por tanto, ninguna EPS las incluye. Lina Montero, sin embargo, está lejos de considerarlas cosméticas.
Para ella, tener un pene es vivir con una deformidad.

Ahora, si el médico tratante le informa al paciente que debe recibir un servicio que el POS no cubre, el paso a seguir es enviar una solicitud a la EPS con la correspondiente justificación. Allí, el comité técnico científico decide si está o no de acuerdo con la petición. Si la autoriza, la EPS presta el servicio y posteriormente lo cobra al Fondo de Solidaridad y Garantía (Fosyga).

Si, por el contrario, niega el servicio, la persona puede acudir a la acción de tutela. En caso de perderla, por ley general no puede volver a presentarse por ese motivo. Así que la alternativa sería buscar otro hecho. “Otra opción es cambiar de EPS”, dice el abogado Germán Humberto Rincón Perfetti.

¿Identidad de género?

El asunto de fondo radica en que los funcionarios de la Corte Constitucional no tienen muy claro lo que significa orientación sexual e identidad de género ni la diferencia que existe entre estos dos conceptos. Así que para lograr que se pronuncie sobre estos temas, lo ideal sería presentar acciones constitucionales sustentadas por expertos no solamente en derechos humanos sino en identidad de género.

De no tomar las medidas necesarias para que las personas trans puedan acceder a un cuerpo que responda con lo que sienten, la automedicación continuará generando estragos en esta población: el desespero por verse como se reconocen conduce a que, muchas veces, acudan a mecanismos tan riesgosos para su vida como inyecciones de aceite de cocina, automutilaciones o el uso de sustancias que producen quemaduras y abscesos.

“Algunas mujeres trans viajan a Ecuador y al que primero se les pasa por el frente le dicen: ‘hágame la chocha’, sin haber pasado por una terapia hormonal supervisada y sin conocer los riesgos de una cirugía de reasignación sexual como pueden ser la pérdida de capacidad eyaculatoria y de sentir orgasmos”, agrega la activista trans Diana Navarro.

La transición, completa Laura Weins, también activista trans, es un proceso individual, pero por los tropiezos que pone el sistema de salud, muchas personas empiezan el tránsito preguntándole a otras qué hormonas usan y en qué dosis para hacer lo mismo. “Al Estado le resultaría más rentable cubrir estos tránsitos que tratar las consecuencias de procesos mal realizados”, enfatiza Weins.

Sin embargo, Lorena Duarte se pregunta: “si a cualquier persona que hace uso del POS acostumbran recetarle Acetaminofén, ¿qué podemos esperar nosotras que necesitamos un tratamiento mucho más especializado?”.

El país tiene retos importantes con la población transgénero. El primero es lograr que los profesionales en salud separen medicina de religión y prejuicios. El siguiente: establecer protocolos claros y equipos médicos multidisciplinarios para su atención.
Lo más importante es entender que las peticiones de la población trans no son un tema cosmético sino un asunto de identidad y de coherencia entre cuerpo y alma.

Palabra de especialista

El cirujano plástico español Iván Mañero habló con Sentiido sobre la Unidad de Género de su instituto, especializada en atender la transexualidad:
 

Iván Mañero, cirujano plástico español. Foto: abc,es

-       Hace 15 años en España la mayoría de pacientes oscilaban entre 40 y 50 años. Actualmente el promedio está entre 20 y 30 años. Es decir, cada vez más temprano las personas transgénero acuden a consulta.

-       Mañero tiene pacientes de entre 3 y 7 años, pero con ellos el tratamiento inicial es psicológico, no quirúrgico. Sin embargo, hay padres que desde entonces presionan para que sus hijos sean operados lo antes posible.

-       El cirujano está operando un promedio de 1100 pacientes al año y un 10 por ciento de estos son transexuales que buscan cirugía genital. Si se cuenta los que acuden por cirugía de pecho, feminización o masculinización facial, entre otras, el porcentaje ascendería hasta un 30 por ciento.

-      Existen porcentajes que se repiten en diferentes países: por cada persona trans masculina, hay en promedio 200 femeninas.

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