“El cuerpo transgénero también es una forma de revolución sexual”, afirmó la activista transexual Alexandra Byerly al señalar que por mucho tiempo la sociedad calificó a los hombres y las mujeres trangénero como “templos del silicón”, ello por los cambios físicos que se hacían en sus cuerpos, cuando en realidad son “seres sexuales con necesidades, luchando por que los estereotipos se desvanezcan”.
El día de ayer en Profética, como parte de la Séptima semana cultural de la diversidad sexual Alexandra Byerly platicó la experiencia que ha vivido al lado de un grupo de hombres transgénero latinos en San Francisco, California.
Advirtió que su exposición respondía al trabajo de seis años que ha hecho en esta ciudad estadounidense, con el cual busca establecer algunas particularidades de la comunidad transgénero sin que sus propuestas se conviertan en una “teoría” o en una generalización para abordar el tema.
Byerly mencionó que el grupo de hombres transgénero en San Francisco es particular en comparación con otras comunidades que ha conocido en urbes de Europa, de México o en Los Ángeles, su ciudad de residencia; ello porque estas “translatinas” utilizan su cuerpo no sólo para sobrevivir, sino en la búsqueda de otros objetivos: el establecer un lugar de residencia, el luchar contra el machismo y la discriminación, y sobre todo, el elegir su propia identidad.
La activista mencionó que una de las tesis básicas para entender a los transgéneros es que en su mayoría son hombres y mujeres que ya tienen su sexualidad definida antes, durante y luego de su transición; es decir, si un hombre tiene una preferencia sexual hacia las mujeres, ésta se conservará pese a que él se convierta en una fémina.
“Ser translatinas las hace fuertes y van logrando sueños, como lo es obtener su documentación como residentes estadounidenses o aprender inglés, que se complementa con la realización personal, como lo es transformar su cuerpo, que se vuelve en una vía de autoestima y adherencia social”, señaló Byerly.
Acotó que la mayoría de los hombres van hacia Estados Unidos huyendo del machismo, la homofobia, la violencia y el rechazo que hay en sus familias y países natales. Igualmente, mencionó que algunos ya vienen con algún tratamiento o cirugía, aunque en su mayoría allá comienzan con esa “feminización permanente” que en muchos casos se convierte en una competencia como lo puede ser en el ámbito del trabajo sexual.
A esto, continuó, se suman las barreras que existen al llegar a Estados Unidos, como lo son la xenofobia, el racismo, el idioma, el tachar a todas como sexoservidoras, drogadictas y portadoras del Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH), además de ser “templos de silicón” o drag show; estereotipos que también se convierten parte de la lucha.
La activista mostró un patrón de los tipos de transgénero que ha identificado en San Francisco: a) la trans–bordadora, aquella mujer que es gay y aborda su condición transgénero para adquirir su documentación, utilizando un tratamiento hormonal; b) la trans–ferible, una persona identificada con uno y otro género; c) la trans–jota que se porta como mujer en su vida pública mientras en su ámbito privado se viste y comporta como un hombre; d) la trans–portista, que transporta su género de heterosexual a lesbiana, y e) la trans–gresora, que vive, se comporta, actúa, defiende y cumple su rol social como transgénero.
Por último, Alexandra Byerly confió que la lucha de aquellos hombres y mujeres es “una resistencia” que busca, a través del cuerpo, comunicar y escoger una identidad.
Destaca que las actividades de Séptima semana cultural de la diversidad sexual culminarán el próximo sábado 10 de noviembre con el desfile de orgullo LGTB (siglas de las palabras lésbico, gay, transgénero y bisexual) que este año, bajo la consigna “Nuestra marcha la hacemos todos los días” estará dedicada a la labor de activistas como Agnes Torres, quien murió asesinada en marzo de este año.
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