Por Damián Ruiz
Supongo que a estas alturas la mayoría de ustedes sabrán que el Presidente Obama ha elegido a una persona transexual para ocupar un alto cargo en la administración norteamericana. Saben los lectores de Elmanifiesto.com que he defendido a los redneck norteamericanos, a ese denostado sector country y fervientemente religioso tan alejado de los núcleos de poder de Washington y del glamur neoyorkino, y que constituye a mí entender uno de los pilares fundamentales sobre los que se asienta una nación tan poderosa como la americana.
Bien, pues este artículo sirve también para defender con la misma vehemencia la elección de esta mujer para un puesto de alta responsabilidad en la seguridad del país, mujer que nació hombre y que tras varias operaciones cambió definitivamente de sexo, y que eligió pasar de ser Mitchell a ser Amanda (en esto hay que decir que no fue muy original, el nombre parece que vaya incluido en el pack).
Bien, pues este artículo sirve también para defender con la misma vehemencia la elección de esta mujer para un puesto de alta responsabilidad en la seguridad del país, mujer que nació hombre y que tras varias operaciones cambió definitivamente de sexo, y que eligió pasar de ser Mitchell a ser Amanda (en esto hay que decir que no fue muy original, el nombre parece que vaya incluido en el pack).
Porque eso es lo que constituye la esencia de la fuerza colectiva, lo que hace que se generen ejemplos de grandeza histórica, el conseguir que todo el mundo sume en la construcción de un proyecto común.
Ahora a Obama, que va aprendiendo con cierta rapidez —a diferencia de nuestro tonto nacional, que a medida que más tiempo lleva en la presidencia más alelado se vuelve—, le queda la asignatura de garantizar la seguridad y el despegue económico de su país.
Y en disonancia con ese numeroso y gran sector de blanditos e infantiles compatriotas nuestros, los americanos no están para tonterías, y allí las cosas se miden por los hechos y no por las buenas intenciones, y en el momento en que la economía decae y/o la dignidad del país se ve afectada por algún acontecimiento interno o, sobre todo, externo, el presidente de turno empieza a caer en picado en las encuestas, y como no remonte pronto dura cuatro años y a la calle.
Un paréntesis. ¿Cómo se lo justificarán intelectualmente los que en las encuestas dicen tener intención de volver a votar a Zapatero? De verdad representa un misterio insondable, solo explicable —se me ocurre— por un pueril y esencial temor a la vida.
Pero, volviendo al tema, la cuestión estriba en que Amanda Simpson tiene el encargo de cuidarse de un aspecto importante que afecta a la seguridad nacional. Es decir, no la han puesto a que se ocupe de ninguna gilipollez buenista del tipo “Directora general para la no discriminación de la mujer baja en el campo Manchego o de alguna tontería parecida.
Obama ya ha bajado de la silla en la que se subió para recitar poemas y que todo el mundo le aplaudiera, empieza a enterarse de la realidad del planeta y de las amenazas integristas, entre otras, que Occidente padece y padecerá, y le da lo mismo cómo sea la persona que ha de ocupar un lugar determinado en su administración. Lo que importa es que sea eficaz y patriota.
Mientras tanto nosotros nos debatimos con si el Estatut sí o si el Estatut no, soportamos un inútil que deja que el país se hunda lentamente y esperamos complacientes a que ya nada tenga solución para empezar a mover el culito de nuestras sillas y sillones.
La elección de Amanda Simpson es un ejemplo a seguir, y no porque sea transexual, sino porque lo que menos importa es eso; lo que importa es la nación.
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