sábado, 9 de enero de 2010

LA PRIMERA (sobre la designación de Amanda Simpson)


Siempre hay una primera vez, o eso se ha dicho desde siempre. Claro que depende para qué y cómo, pues hay cosas, circunstancias y personas en las que nunca se ha probado y tal vez no se verifique jamas tal aserto.

Es la primera vez en la Historia de Estados Unidos que una transexual alcanza un cargo de la relevancia de Amanda Simpsons, antes un hombre llamado Mitch, quien durante el mandato del primer presidente negro de la primera potencia mundial ha sido nombrada asesora del Gobierno. Sus méritos están sobradamente reconocidos, aunque condicionados por el sector de la carcunda, que ha puesto el grito en el cielo. Con tanta cortapisa y tamaño revuelo no extraña que la propia Amanda haya dicho que «ser la primera es un asco».

Quizá recuerde Amanda muchas de sus primeras veces amargas y asquerosas que ha debido soportar y también otras primeras veces de compatriotas que iniciaron la tarea de abrir caminos hacia la igualdad. Habría que traer a la memoria lo que supuso para los derechos civiles un famoso día de diciembre del 1955 en que una mujer negra de Montgomery, en Alabama, rehusó ceder su asiento en el autobús a un pasajero blanco. Rosa Park pasó a ser la primera y principal protagonista que contribuyó a lanzar el movimiento contra la segregación.

Pero nueve meses atrás había habido otra, Claudette Colvin, que se negó a ser tratada como ciudadana de segunda en otro autobús de la ciudad y en lugar de ser célebre vivió anónima hasta ahora en el Bronx, pues los líderes negros de la época temían que no fuera apta como símbolo de lucha: era una estudiante sosegada y callada que, además, estaba entonces embarazada de un hombre casado.

Y aún más, entre las dos citadas hubo una tercera, Mary Louise Smith, arrestada igualmente al rehusar dejar su plaza en un bus. Tampoco ésta pasó a la posterioridad como la 'primera', no se consideró conveniente ya que corría el rumor de que su padre tenía problemas con el alcohol. Hay causas para las que resulta muy difícil, por no decir imposible, levantar un estandarte.


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