Tamara Adrián (TA1) vs Tamara Adrián (TA2) / ¿Entonces, a fin de cuentas, quién eres tú? / Autoentrevista irreverente en 15 minutos
Recibido en Diario Digital Transexual/Publicado en LaPatilla.com-. Cuando me pidieron los amigos periodistas de La Patilla que me “autoentrevistara ” de la forma más irreverente posible para iniciar una sección de este género, me sonó así como medio supercalifrágilistidistiamidioso. Es decir, como un ejercicio “super enruedado, pues… y todo, ves”. Sobre todo cuando me solicitaron prácticamente a que armara una ametralladora verbal y la apuntara contra mí y que con ella me disparara sin clemencia y a quemarropa en una entrevista implacable “de Tamara vs. Tamara”, la sola idea me generó como un escalofrío que aún me acompaña. Y con razón, creo.
Antes que nada porque, a diferencia de la mayor parte de los habitantes de este país, tengo el dudoso privilegio de nunca he tenido un arma entre mis manos, salvo los consabidos cuchillos profesionales de cocina con los que me divierto los fines de semana recreando sabores del mundo entero, y por eso le tengo mucho miedo a esos armatostes. Pero sobre todo porque si bien nunca he sido complaciente conmigo misma, debo reconocer que la cercanía de cualquier personaje a entrevistar mediatiza el proceso. Y veía la ruptura entre yo y yo misma como una especie de “ejercicio de esquizofrenia voluntaria” bastante difícil de lograr con éxito.
Luego me imaginé convertida en una especie de implacable Oriana Falaci enrumbando sus dardos contra su víctima… perdón, contra “su honorable entrevistado” … y debo confesar que el reto comenzó a divertirme muchísimo. Recordé cómo llegaba a la entrevista conociendo al entrevistado mejor que él mismo, y hacía las preguntas que nunca nadie se había atrevido a formular sea por miedo, por vergüenza o por simple timidez.
Y entonces entendí que hay tantas y tantas preguntas que ningún periodista se ha atrevido jamás a hacerme, y que tal vez si me la hubieran formulado hubiese respondido con una evasiva u otra pregunta. Sólo entonces me atrapó el desafío.
Y de divertida pasé a estar francamente entusiasmada, sino cautivada, por la idea de pasarme a cuchillo… por aquello de que las ametralladoras no las sé usar todavía y francamente no me gustan… en una autoentrevista irreverente en quince minutos. Un combate de Tamara Adrián vs. Tamara Adrián.
Este es el resultado:
Solicité la entrevista a Tamara Adrián este sábado 23 de septiembre de 2010 a través de twitter. Me sorprendió que a los pocos minutos hubiese recibido un mensaje privado dándome sus datos de contacto. “Pura suerte que tuviste”, me explicó luego, pues según me dijo no entra en twitter sino aleatoriamente. “Falta de tiempo” concluyó.
Su postulación como Magistrada a la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia había sido reseñada en varios medios nacionales y extranjeros a lo largo de la semana. De manera diferente: algunos francamente de manera amarillista, otros haciendo referencia a sus méritos y de forma positiva, otros reflejando esa extraña mezcla de morbo e información que impregna muchos medios.
No sabía mucho de ella, aunque su nombre me había sido mencionado en más de una vez por alguno que otro colega. Sin que me hubiese fijado en el personaje. Pero las informaciones publicadas y la polémica causada me llevaron a buscar todos los artículos y entrevistas disponibles.
Y el personaje me llamó la atención, sobre todo porque pensé que se parecía a mí en algunos de sus rasgos de personalidad: su osadía, su cuestionamiento del status quo, su capacidad de superar circunstancias adversas. En el fondo teníamos muchas cosas en común.
Sería quizá esa misma esencia irreverente la que me llevó a leer todo lo que pude asimilar en veinticuatro horas casi sin dormir, sobre ella, sus luchas, sus acciones y, sobre todo, sobre el ser humano que está detrás. Tuve la suerte de contar con la ayuda de uno de sus numerosos antiguos alumnos de muchos años atrás, quien me reveló una faceta tal vez no reseñada por los materiales que consulté. También estuve investigando sobre el tema de la diversidad sexual. Particularmente sobre las luchas por derechos iguales de las comunidades de personas lesbianas, gasys bisexuales, transexuales, transgénero e intersex, y me encontré con un mundo que desconocía totalmente.
Luego de poco me di cuenta y en seguida estaba convencida de que su lucha contra los prejuicios es similar a la que antes tuvieron las mujeres para lograr derechos iguales que los hombres, o de las personas de etnias u orígenes segregados para lograr la eliminación de disposiciones legales que les discriminaban por considerarles “inferiores”. Esta lucha me pareció fascinante.
Y entendí que una de las consignas que usa mi entrevistada con mucha frecuencia tenía un significado mucho más profundo del que había pensado: “la lucha por los derechos humanos en el siglo XXI ya no es racial, es de género y sexual”.
Me enteré que en pocos años los organismos internacionales como la ONU, la OEA y otros organismos internacionales, incluyendo la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, el Alto Comisionado de Derechos Humanos de la Unión Europea, la Corte Europea de Derechos Humanos, el Tribunal Europeo de Justicia, el Alto Comisionado de Derechos Humanos, han condenado las violaciones o negaciones de derechos a las personas en razón de su orientación sexual o identidad de género y han aplicado el concepto de igualdad y el contenido interdependiente de los derechos humanos a esta materia. Ya que han concluido que las mismas causas que provocaron en su tiempo que ciertas personas careciesen de derechos iguales por razón del color de su piel, de su religión, de su sexo o de su condición social, se reproducían con la misma intensidad y perversidad en el caso de las personas lesbianas, gays, bisexuales, transexuales, transgénero e intersex para negarles iguales derechos que el resto de las personas. Y que este hecho, acompañado de la declaración de la Internacional Socialista de 1996, había producido un cambio en la política de los partidos de izquierda a nivel global, que había originado las reformas legislativas y progresos que estamos viendo en todas las regiones del continente, con excepción de algunos países, entre ellos Venezuela.
También descubrí que mi entrevistada había estado presente en casi todos esos eventos importantes –millestonescomo dirían los ingleses- en América y en el mundo, y me sentí orgullosa de ello También sentí que sabía tan poco sobre la lucha de tantos venezolanos y tantas venezolanas para mejorar las condiciones globales de vida de las personas, que me llevó a tratar de fijar una agenda de entrevistas a estas personas.
Tamara me recibe en su casa. Es domingo. Está vestida de jeans y franela negra de mangas largas con apliques que dicen Woman en letras blancas en distintas posiciones. Calza sandalias planas, marrones.
“Perdona la pinta” me dice al recibirme, “es domingo. Y los domingos me visto de “civil”, concluye. “Normalmente no me verías así para trabajar”.
Su casa está llena de recuerdos y adornos: “Varias generaciones de cachivaches desde mi bisabuela”, dice. “alguna vez debería hacer una limpieza, pero cada pieza tiene su pedazo de historia, y quien se olvida de su historia no sabe quién es”. Esta frase me resonó en la cabeza largo rato. Nos sentamos en torno a una mesa de comedor de mármol negro, y me sirve un cabernet sauvignon bien frío: “Prueba, muy buena relación calidad precio… todavía” me dice. Y señala luego: “No tengo demasiado tiempo para ti hoy. No es por displicencia, sino que debo terminar un informe para la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que presentaré este viernes que viene, sobre violación de derechos a la población LGBTI en Venezuela. Mi agenda es demasiado apretada durante la semana”, termina.
Preparo entonces mi libreta de notas, le explico que para respetar su tiempo me referiré exclusivamente a su candidatura al Tribunal Supremo de Justicia y comienzo mi interrogatorio escogiendo las preguntas dentro del gran número que había preparado:
TA1. He leído lo que se ha escrito nacional e internacionalmente sobre su postulación al Tribunal Supremo de Justicia y muchas veces usan el género masculino y el nombre Tomás para referirse a usted. O de forma bastante tendenciosa mezclan géneros y nombres. ¿Cómo resiente el contenido de estos escritos?
TA2. El nombre o el género masculino para referirse a mí sólo lo utilizan las personas que me odian o desprecian, es decir, los fundamentalistas de distinto rango que creen que de esta manera me están agrediendo o insultando. Aparte de que esta forma de dirigirse a las personas es negatoria de su identidad, en realidad deja muy mal parados a quienes lo hacen, porque no insulta quien quiere sino quien puede. En el fondo no es sino un recurso típico de los fundamentalistas. Una forma de tratar de desacreditar a la persona y no a las ideas. Si te dieses a la tarea de analizar semiológicamente el discurso, observarías que se podría perfectamente extrapolar o interpolar las palabras usadas por otras pretendidamente insultantes, como mujer, negro, indígena, judío, musulmán, protestante, católico, prostituta, homosexual, o cualquier otra que busque desacreditar a una persona en razón de una determinada situación o condición que supuestamente debería no sólo situarla en una situación de inferioridad respecto del originador del discurso, sino también someterla al escarnio público. Bajo esta óptica se trata de un ejercicio desesperado de lucha del poder hegemónico contra las reivindicaciones contrahegemónicas de derechos. Ese poder hegemónico, siempre patriarcal, si trata de afianzar su poder sobre la mujer y acallar la diversidad sexual, por ejemplo, le endilga calificativos que pretenden apelar al inconsciente colectivo, a los preconceptos interiorizados, para desacreditar el discurso de reivindicación de derechos de la mujer o de la diversidad sexual, particularmente contra la violencia y en contra de los comportamientos sexuales “no autorizados por el sistema hegemónico”. En este sentido el discurso de odio contra la diversidad sexual no es diferente del discurso de odio contra la mujer.
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TA1. Permítame interrumpirle: ¿Eso significa entonces que, en su opinión, el poder patriarcal es el causante de todos los discursos de odio?
TA2. Todo discurso de poder se basa en las estructuras de poder: la ley, la medicina, la policía, y otras. Pero se fundamenta en una superestructura, como diría Marx, que justifica la sujeción y sumisión de unas personas a otras. Y esa superestructura es el patriarcado, que permite justificar que sólo los hombres, y más particularmente algunos de entre ellos que tienen determinadas “cualidades de poder” que sirven de fundamento al desarrollo de la sujeción, puedan eventualmente ejercer el poder político, económico, social, cultural o religioso sobre el resto de las personas. Y esta forma de sumisión y sujeción se justifica de formas variadas a lo largo de la historia, pero tienen una sola finalidad: autoretroalimentar el sistema de poder patriarcal con más poder. En suma, el poder patriarcal es el poder de la sumisión absoluta. Una de las cosas más interesantes del siglo XX, pero sobre todo de lo que va del siglo XXI, es que por primera vez el poder patriarcal se encuentra cuestionado desde sus bases de forma general, es decir, no por un individuo o por un grupo de individuos, sino por una parte importante de la sociedad; por quienes deberían ser sus súbditos incuestionables. Porque debemos saber que ese poder se ejerce por medio de la interiorización por parte de las personas de “su” situación de “inferioridad natural” frente a la supuesta situación de “superioridad natural” del detentador del poder, basado en un dogma o pensamiento incuestionable. Así, todas las acciones y discursos fundamentalistas están basados en el deseo de evitar lo inevitable: el derrumbamiento del sistema de poder ancestral patriarcal y su sustitución por un sistema de poder basado en la libertad, el saber, el conocimiento y el trabajo.
TA1. No entiendo bien. ¿Quiere decir que el poder patriarcal es el elemento que ha originado y origina todas las violaciones de derechos humanos?
TA2. Básicamente sí. Inclusive las religiosas. Ha sido históricamente la forma de dominación exclusiva de personas, pueblos y sociedades. Por eso el dilema fundamental de la era contemporánea se plantea como una lucha entre las fuerzas contrahegemónicas al poder patriarcal y las fuerzas que buscan la preservación del poder patriarcal. Las primeras son a menudo definidas como “modernidad” y las segundas como “fundamentalismos”, y en una visión simplista se opone la modernidad al fundamentalismo como fuerzas antagónicas e irreconciliables. Yo creo que hay que hacer un examen mucho más profundo del tema. Por un lado, no podemos hablar de modernidades o neomodernidades para referirnos a los deseos de libertad y progreso más profundos del ser humano, pues ello le daría un carácter temporal y exclusivamente contemporáneo. Este deseo ha estado presente siempre y en todas las épocas. Pero generalmente sólo en un contado número de individuos. Resaltan así algunos puntos coyunturales muy relevantes, como la reforma de Luthero, o la caída de los fundamentalismos religiosos representados por la Inquisición, o la caída de los fundamentalismos de género o de raza representados por el acceso a la igualdad formal de derechos de la mujer, o de los negros en Estados Unidos o en África del Sur, o la dominación por castas en India. Pero en el fondo no es otra cosa que la expresión de un ansia constante de todos los seres humanos, que logró expresar con inefable simplicidad la revolución francesa: libertad, igualdad y fraternidad. Así, más que de modernidades, yo hablaría de “estructuras de dignidad libertaria del ser humano”, concepto mucho más complejo, pero mucho más comprensivo de la innegable variedad y calidad de las reivindicaciones de ese ser que había sido sometido por estructuras de poder y que, de pronto, toma consciencia de su dignidad y de su capacidad de determinar su destino. Y frente a estas pretensiones libertarias y de autodeterminación se arman pronto los muros de los llamados fundamentalismos, de los cuales tenemos tantos ejemplos políticos, sociales, económicos y de género alrededor del mundo y en nuestro propio país, que no son otra cosa que los intentos desesperados de los detentadores del poder patriarcal absoluto de mantener la hegemonía que hasta entonces han tenido. Vivimos tiempos en los que una gran parte de la humanidad comienza a cuestionar el poder patriarcal. Es decir, asume una postura libertaria frente al poder. Eso hace esta época tan interesante, en el sentido que señala el dicho chino: “que vivas tiempos interesantes. Y estoy fascinada de que me haya tocado vivir esta era. Estos tiempos interesantes nunca son de sosiego. Porque los fundamentalismos de reacción, religiosos o políticos, no tienen fronteras ni están confinados a determinados regímenes políticos o económicos. Aunque ciertamente se dan con más fuerza en los regímenes autoritarios y militaristas, por la misma conformación del poder hegemónico y patriarcal del cual te hablaba.
TA1. ¿Y un sistema de poder como el que existe en Venezuela en qué punto se inscribe dentro de esta lucha?
TA2. Buena pregunta. Y al mismo tiempo pregunta difícil de responder en pocas palabras. Me esforzaré de resumir lo más posible. Creo que la estructura de poder que impera en este momento en Venezuela es de corte militarista, con rasgos autoritarios sino en muchos casos totalitarios. Por ende, profundamente patriarcal. Pero además conformada por una avalancha de intereses contradictorios. Una especie de lodo aluvional que aglutina corrientes genuinamente comprometidas con luchas sociales, oportunistas de todo tipo que usan las plataformas de poder para lograr intereses económicos, sociales o incluso religiosos, y una buena dosis de “comeflorismo trasnochado”. Lo interesante, desde el punto de vista del análisis teórico, es que este régimen esgrime de forma sucesiva diversas llamadas “ideologías” –la ideología nacionalista, el llamado árbol de tres raíces, la ideología de la tercera vía, el desarrollismo redivivo, y finalmente el socialismo- como forma de justificación del ejercicio de su poder. Cuando una “ideología” agota su poder evocatorio del inconsciente colectivo que ve en el discurso la posibilidad de asumir una reivindicación contrahegemónica y libertaria, surge otra que la sustituye y opaca. Constituyéndose así en una sucesión de puntos o hitos de cambio, que son especies de “soluciones de continuidad” en el ejercicio del poder, pero que por debajo muestran una continuidad: el poder patriarcal. De allí que las reivindicaciones verdaderamente contrahegemónicas, es decir, libertarias entendidas como aquellas que en el resto de los países insertados en lo que antes decíamos que era mal llamado “la modernidad”, como son las de las minorías sexuales, las de las personas privadas de libertad, las de los trabajadores en su lucha por verdaderas reivindicaciones colectivas, sean acalladas, suprimidas o negadas de forma sistemática.
TA1. Si le entiendo bien, quiere decir que la ausencia de reivindicaciones en materia de derechos humanos en Venezuela está ligada a la forma de ejercicio del poder hegemónico patriarcal?
TA2. Exactamente. Esa es la forma más resumida de expresar la situación. Muchas veces me he preguntado por qué en Venezuela la Asamblea Nacional, el Tribunal Supremo de Justicia, los órganos de administración de justicia en general, los órganos del Ejecutivo Nacional y otros órganos del poder público se muestran tan reticentes a considerar siquiera hablar del tema de la eliminación de las reglas jurídicas que privan, limitan o cercenan derechos a las personas por razón de su orientación sexual o identidad de género, es decir, a las personas lesbianas, gays, bisexuales, transexuales, trasngénero e intersex. Para entender lo patético de esta situación debemos señalar primero que Venezuela está prácticamente en uno de los últimos lugares en esta materia en América Latina. No me refiero a los países nórdicos, o a Europa, o a Norteamérica. No, me refiero a nuestros vecinos. En efecto, casi todos los países de América Latina tienen reglas claras contra la discriminación y órganos que tienen poderes concretos para actuar en caso de que esta ocurra. Así destacan México, El Salvador, Bolivia, Colombia, Ecuador, Bolivia, Brasil, Argentina, Uruguay, entre otros países cercanos. Y tales reglas se están discutiendo actualmente en los congresos de Panamá, Costa Rica y Nicaragua. Más allá, en Bolivia, por no tomar sino un ejemplo, existen más de cien ordenanzas municipales sobre no discriminación por orientación sexual e identidad de género y en casi todos los países -Brasil, Colombia, Ecuador, México, Argentina, El Salvador, Nicaragua, etc.-, existen programas de educación, formación e información sobre la discriminación y en casi todos esos países hay programas gubernamentales, tanto nacionales, estadales y municipales, sobre lucha contra la homo-lesbo-transfobia, entendida ésta como una enfermedad psico-social de la misma naturaleza que el racismo o el sexismo y la xenofobia, que llevan a odiar a determinadas personas por una determinada condición: color de la piel, religión, sexo, origen étnico, etc. Por cierto, yo he venido trabajando en el proyecto de Convención sobre Racismo, Sexismo y otras formas conexas de intolerancias, de la OEA, y en el proyecto de Convención sobre los Derechos Sexuales y los Derechos Reproductivos, y desgraciadamente las fuerzas fundamentalistas, sobre todo de los países del Caribe, han puesto obstáculos importantes a que la primera convención proteja las personas más allá del racismo en el sentido estricto de la palabra, es decir, el color de la piel y que en la segunda se otorguen derechos a las personas para decidir libremente sobre su sexualidad. De allí la importancia de iniciativas locales, como la Ley contra el Racismo aprobada hace algunas semanas en Bolivia, en la que el concepto se extiende a la discriminación indebida por cualquier condición, incluyendo orientación sexual e identidad de género, que ya estaban incluidas en la Constitución de 2008. Pero también, varios países de la región reconocen ya la igualdad de derechos de parejas, pues la negativa de dar derechos iguales es similar a la que existía cuando se privaba de derechos a las parejas no casadas hasta muy recientemente –es decir, 1982 en Venezuela- o a las parejas mixtas, es decir, de diferente religión a la católica, o a las parejas de diferentes colores de piel, en el siglo XIX. Y por ende, basada en un prejuicio religioso y social. Así, México y Argentina dan iguales derechos: matrimonio, parejas de hecho, comaternidad y copaternidad, así como la coadopción. En Urugual se dan todos esos derechos salvo el matrimonio. Y en Colombia, Ecuador y Brasil se dan iguales derechos que las parejas de hecho, salvo la adopción. En cuanto a la identidad de las personas transexuales, prácticamente todos los países –con excepción de algunos muy retrasados de Centroamérica o del Caribe, y Venezuela- aseguran el derecho a la identidad así como, en casi todos ellos las prestaciones de salud. No así en nuestro país. Aquí la Asamblea Nacional ha bloqueado sistemáticamente todos los potenciales avances legislativos. Así, por ejemplo, ocurrió con la Ley Orgánica de Registro Civil, cuyo proyecto incluía el reconocimiento de derechos de pareja y de la identidad de las personas transexuales, que sufrió una mutilación total para eliminar tal protección; o con la Ley Orgánica de Educación, que suprimió lo relativo a la educación no sectaria por razón de orientación sexual o identidad de género; o el proyecto de Ley Orgánica de Igualdad y Equidad de Género, que fue totalmente mutilada para segunda discusión para eliminar toda mención a la orientación sexual y la identidad de género, y hasta al género mismo, convirtiéndola en una especie de ley de protección de la mujer en el sentido biológico más básico: una especie de protección de los fluidos vaginales contra los fluidos seminales. Más patética aún es la Ley del Subsistema de Salud que expresamente niega el derecho a la salud a las personas transexuales. Por ello, retomando la idea inicial, me pregunto las razones de esta reacción casi visceral de rechazo al otorgamiento de derechos paritarios en un régimen que se autodefine revolucionario y de integración de las personas excluidas. Y llego a la conclusión de que ideológicamente no puede ser insertado dentro de los regímenes que definí antes como “estructuras de dignidad libertaria del ser humano”.
TA1. ¿Será por eso que el Tribunal Supremo de Justicia, al cual por cierto usted se postula, guarda silencio sobre su solicitud de reconocimiento de identidad desde hace más de seis años?
TA2. Seis años y casi seis meses, sería más preciso decir: desde mayo de 2004. Uno de los más lamentables y patéticos casos de denegación de justicia de que se tenga conocimiento en Venezuela, hasta el punto de que no se me expide ni siquiera una copia certificada del expediente que vengo pidiendo y reiterando desde noviembre de 2005. Se imagina usted: ¡Cinco años para decidir sobre la expedición de una copia certificada! De verdad me da pena y vergüenza tener que decir por todas partes del mundo que esto ocurre en Venezuela. Y no puedes creer las caras de incredulidad cuando les muestro las pruebas. Durante mucho tiempo, ya cada vez menos, había una matriz de opinión que hacía ver que en Venezuela existían derechos iguales para todos y todas, por ende, también para las personas LGBT. Cuando yo plantee mi solicitud, en mayo de 2004, lo que pedía podía parecer de avanzada: reconocimiento de identidad, cancelación de partida de nacimiento, otorgamiento de nueva partida, aseguramiento de la continuidad de la personalidad jurídica frente a terceros interesados, y reserva del cambio frente a terceros no interesados. Pero desde entonces han ido en esa vía las leyes de Reino Unido, España, Uruguay, México, entre otras, y todas las sentencias constitucionales del mundo y de la región de los últimos años. Es decir, que el Tribunal Supremo de Justicia, en Sala Constitucional, tuvo la oportunidad de decidir algo de avanzada en materia de protección de Derechos Humanos, y ahora tiene que explicar su silencio recalcitrante que es signo inequívoco de una actitud homo-lesbo-transfóbica de esa institución y del Estado que representa. Reitero: simplemente patético.
TA1. Sé que usted tiene un hijo y una hija. ¿cómo reaccionarían ante una decisión de este tipo? ¿Tendrían dos madres?
TA2. Primero que nada debo reconocer que mi comunicación con ellos es una tarea pendiente no por falta de mi voluntad sino de ellos y, antes de quienes les tenían a su cuidado: les dejé de ver, puesto que me obstaculizaron o negaron verles por razones de prejuicios, desde que ellos tenían 1 y 3 años respectivamente. Desde entonces les vi esporádicamente en los primeros años, y luego simplemente no les he podido ver sino circunstancialmente. Sé de ellos, pero la comunicación se dificulta: no responden los mensajes, las solicitudes de reunión. Creo que la educación de odio en contra de la diversidad sexual que seguramente recibieron, como siguen recibiendo oficialmente los adolescentes según los libros aprobados por el Ministerio de Educación, les debe haber afectado. Pero siendo ya veinteañeros largos, podrían tal vez empezar a cuestionar ese discurso de odio. Siempre espero sinceramente que puedan hacerlo, pues creo que les haría mejores personas. No me gustaría forzar la barra. Pero más allá de esa anécdota, debemos reconocer que las familias del siglo XXI no son las que el poder patriarcal se empecina en seguir estableciendo como exclusivas. En nuestro país la mayoría de las familias son monomaternales o plurimaternales, es decir, madre con sus hijos o varias mujeres, incluyendo parejas lésbicas, con sus hijos. Una minoría son familias heterosexuales no recompuestas, es decir, nunca divorciadas o separadas. Y un porcentaje mayor que el anterior, son parejas recompuestas, luego de un divorcio o una separación. Otra porción minoritaria son familias monoparternales o pluripaternales, es decir, un padre con hijos o varios padres, incluyendo parejas del mismo sexo, con sus hijos. Esta diversidad choca con el dogma patriarcal y por supuesto, con la diversidad sexual. De allí que, como ocurría antes con las reivindicaciones de la mujer, se busque ocultar y acallar sus reivindicaciones de derechos. Lo cierto es que hoy en día el acto sexual se ha disociado de la reproducción, y esto permite reproducirse sin sexualidad, inclusive sin portar directamente los hijos a través de los vientres subrogados; y tener sexo sin reproducción. Esta realidad cambia el panorama de las relaciones humanas, pero sobre todo, es una de los torpedos del poder patriarcal. Ya cerca de 35 países, estados o territorios reconocen la comaternidad, la copaternidad y la coadopción por parejas del mismo sexo, entre ellos México, Uruguay y Argentina en nuestra región. Es decir, que tener dos madres o dos padres, o un padre y una madre se está convirtiendo en un hecho ordinario. Por eso en los círculos fundamentalistas se ataca tan fuertemente los métodos anticonceptivos, la interrupción voluntaria del embarazo, los métodos de reproducción asistida, y las prácticas sexuales no reproductivas. Lo cierto es que las mujeres lesbianas no tienen que pedirle a nadie permiso para tener y criar sus hijos, igual ocurre con los hombres gays. Lo que sucede es algo parecido a lo que ocurría cuando la Iglesia incidió para que no se pudiese reconocer legalmente los hijos de los sacerdotes, prohibición que estuvo en vigencia hasta 1982 en nuestro país, en el sentido de que no se le da protección de otra madre u otro padre al niño en tal condición. Pero, por otra parte, uno de los imaginarios colectivos que fomenta el odio es que los hijos e hijas de lesbianas o gays, serán ellos también lesbianas o gays. Pues todos los estudios demuestran que los hijos de lesbianas o gays son altamente deseados y criados en condiciones óptimas, y que no serán ellos mismos lesbianas o gays en proporciones diferentes que el resto de la población; y que, al contrario, existe mucho mayor posibilidad de que haya un hijo gay o una hija lesbiana en una familia heterosexual que en una familia de personas del mismo sexo. Así, en general, los gays, lesbianas, bisexuales, transexuales y transgénero somos hijos e hijas, hermanos y hermanas, de las personas heterosexuales. Los únicos problemas que tienen estos hijos son de naturaleza psico-social, es decir, derivados de la intolerancia, al igual que ocurre con los hijos de las familias interraciales o interreligiosas Por cierto, estos estudios siempre han sido contratados por los fundamentalistas para tratar de demostrar lo “pernicioso” que son las familias de personas del mismo sexo, y siempre se han encontrado con la sorpresa de que los estudios llegaban a la conclusión diametralmente opuesta de la que querían demostrar. Pobrecitos. Se han quedado con las ganas de seguir vomitando su discurso de odio apoyado en “bases científicas”.
TA1. Sé que se acaba nuestro tiempo de entrevista. No quisiera dejar de preguntarle algo: ¿Es Tamara Adrián alguien diferente de quien fue?
TA2. Dije antes que nadie es otra cosa que el cúmulo de sus experiencias, de sus éxitos y fracasos, de sus dudas y certidumbres, en suma, todos somos quienes somos porque hemos sido antes quienes fuimos. Negar esto es crear un ser sin raíces, sin sustento, sin arraigo. Mi pasado no fue necesariamente fácil ni agradable. Hoy soy una mujer feliz como antes fui un hombre infeliz. Ser feliz significa un estado de ánimo profundo que contrarresta las variaciones normales de humor que son superficiales, es decir, como olas sobre un océano tranquilo. Puedo entonces estar triste o alegre, pero sigo siendo feliz. Como antes fui infeliz. Sé que fui infeliz porque puedo comparar mi estado de felicidad con mi estado pasado de infelicidad. Y pienso que no podría ser tan feliz, o valor tanto mi felicidad, si no hubiese sido tan infeliz antes. Por eso mi respuesta sería no. No soy diferente. Soy la persona que siempre he sido, que ahora tiene el cuerpo que siempre sintió era suyo, pero que no tenía. En oportunidades me he preguntado si hubiese hecho algo de forma diferente. Tal vez sólo en cuanto al momento de mi transición. En mi descargo alegaría que para el tiempo en que era adolescente o adulto joven, no se sabía nada o muy poco de la transexualidad. Y sólo veía frente a mí un oscuro futuro si enfrentaba este dilema. Eso me permitió estudiar, superarme y ser quien soy hoy: una luchadora con instrumentos de conocimiento y con armas de convencimiento a quien se escucha en todas partes del mundo. Ese es un compromiso y una responsabilidad.
TA1. ¿Entonces, a fin de cuentas, quién es Tamara Adrián?
TA2. Esa pregunta si es fácil y corta de responder. Simplemente una mujer feliz. Una mujer con consciencia de género. Una mujer feminista, y eso causa temor. Una mujer transexual, no porque me sienta así sino porque es una categoría política de lucha por derechos, porque no me siento diferente de cualquier otra mujer. Una mujer lesbiana, porque nunca me han gustado los hombres, y hago de la lucha lésbica una categoría de lucha. Pero sobre todo un ser humano comprometido con las reivindicaciones de quienes han sido excluidos o limitados en sus derechos, de quienes han sido segregados por el prejuicio. En suma, una luchadora social, que como todas las luchadoras sociales reales, debe inscribir su lucha contrahegemónica en las fronteras del contrapoder. Pero sobre todo una firme creyente de la libertad y de la capacidad infinita de todos los seres humanos, como seres únicos e irrepetibles, de asumir destinos también únicos e irrepetibles, y muchas veces de extraordinaria riqueza y de retos sin par. Y sobre todo, de asumir esa libertad con responsabilidad.
TA1. ¿Cuáles son sus planes próximos respecto a su candidatura?
TA2. Mi candidatura es una especie de piedra en el zapato para muchas y muchos, y sobre todo para los detentadores de poder patriarcal. Mi curriculum vitae supera al de todos o casis todos los candidatos. De tal forma que mi eventual exclusión podría tener una repercusión nacional e internacional respecto de la credibilidad del régimen en cuanto a la supuesta inclusión de las minorías y su supuesta igualdad de derechos. En este sentido, mi candidatura es única y sobre todo muy molesta. Pero como estoy acostumbrada a ser una molestia para mucha gente, eso no me quita el sueño. Al contrario, me reta. También me reta que algún grupo fundamentalista vaya a la Asamblea Nacional a objetar mi candidatura en razón de prejuicios y propósitos discriminatorios. Sería una oportunidad única para poner en el tapete el altísimo grado de discriminación que existe en Venezuela por razón de orientación sexual o identidad de género. Sin embargo, tengo otros proyectos antes de que eventualmente ocurra este hecho. Debo ir a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos el próximo 29 de octubre, a hablar justamente sobre esta discriminación y mi propio caso. Y luego a Brasil a dar unas conferencias en un Congreso Internacional de Feminismo Lésbico en Belo Horizonte. No tengo tiempo de pararme a pensar en si la candidatura procederá o no. Sé simplemente que si no me elijen el gobierno venezolano tendrá un revés internacional interesante, porque no será con otros gobiernos, sino con los grupos de defensa de derechos humanos, que no necesariamente han estado en contra de él históricamente. Por eso me divierte tanto lo que está ocurriendo, y la forma en la que en muchos medios se ataca y desacredita mi candidatura. También me divierte que mi candidatura sea la única apoyada por grupos de base de muy distinto origen y afinidad política, y que el grupo afecto al gobierno de defensa de los derechos LGBT haya declarado de pronto que no apoya más mi candidatura. Es otro signo de que la piedra en el zapato está molestando y que han recibido seguramente instrucciones de retirar el apoyo. Sin falsas modestias soy una persona que está haciendo historia. Creo que en el tema LGBT en Venezuela habrá un antes y un después de mi candidatura al TSJ. Porque el solo hecho de mi candidatura ha puesto de relieve unas contradicciones que antes estaban ocultas o silenciadas, que muestran una actitud discriminatoria por parte de quienes se dicen tolerantes. Esto es lo bonito de mi candidatura. Y ese es el dilema que tiene la Asamblea Nacional.
TA1. Muchas gracias. He aprendido mucho en esta entrevista. La voy a citar textualmente y de forma integral.
TA2. Gracias a ti por haberme permitido reflexionar conjuntamente sobre varias cosas relevantes. Cuando quieras seguimos conversando.
Me despide amablemente. Los 15 minutos se convirtieron en una hora y media. Rumbo a mi casa resonaban en mi cabeza las palabras. Pero sobre todo el sentimiento de que cada persona puede trascender su destino y convertirse en dueña de su futuro. Y esto quizá es lo más importante que aprendí en esta tarde dominguera.
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