jueves, 3 de mayo de 2012

Las múltiples discriminaciones aque sufren las mujeres transgénero


Por Yoryie Irizarry*/Conocí a Marta (nombre ficticio) a principios de los años 90. Llegó en un por flamante carro buscando un estimado para una construcción en su casa, en una de las urbanizaciones de Carolina a la cual le dábamos servicio. Me tocó atenderla, calcular el cemento, arena y piedra que necesitaría, entre otras cosas.

Marta se recostaba mucho de la “fragilidad” femenina y su desconocimiento sobre construcción, para sacarme el estimado y precios gratis, incluyendo un diseño para un baño pequeño que debió hacerlo un plomero pagado. Pero nada, hicimos el juego, ella, la dama en apuros, y yo, el caballero rescatándola. No creo que ella se engañara conmigo o yo con ella.

Una vez Marta terminó y su carro salió del alcance visual, se me acercó un compañero, Don Eusebio (nombre ficticio), un señor mayor y me advirtió, “no te vistas que no vas, a ella por su casa le dicen chocha plástica”. Cuando le pregunté qué quiso decir, el señor me explicó que “eso es un pato que se viste de mujer y se hizo una operación”.

Añadió que la conocía desde pequeña y que hacía mucho se había ido y parece que acababa de regresar a Puerto Rico.

Yo nunca hubiera adivinado el pasado de Marta. No tenía cirugía visible que no fueran unos implantes modestos en sus senos, mas tenía una voz preciosa, lo que me hizo pensar que debió haber empezado su tratamiento de hormonas en o antes de la adolescencia.

Marta se convirtió en mi clienta exclusiva y yo me encargué de hacer todas sus entregas. Entonces, fueron varias las veces que escuché el hostil “chocha plástica” y aún recuerdo que en una entrega sabatina, pautada para las 7:00 de la mañana, vi con asombro salir de su casa, poniéndose la camisa apresuradamente, a uno de los que escuché usar el epíteto.

Recordé a Marta en estos días mientras leía sobre la controversia creada este año en Canadá por Jenna Talackova, una de las candidatas a Miss Universo, luego que se revelara que ella tuvo una operación de re-asignación de sexo, (o afirmación de género.) El asunto de mujeres transexuales entrando a concursos de belleza para mujeres no es nuevo. En la década de 1990, varios estados, incluyendo California, habían modificado sus reglas para aclarar que las participantes tenían que haber “nacido mujer” y así poder excluir un sinnúmero de concursantes con potencial de ganar y no pasar el “bochorno” de que el concurso por excelencia para “honrar” la belleza de la mujer en el planeta tierra, fuera un “ex-hombre.”

Hay otros espacios en los cuales mujeres transgénero han tratado de incluirse que no han podido ser conquistados todavía. Algunos, hasta mucho más progresistas que el concurso Miss Universo, cuyo dueño es ahora Donald Trump. Por ejemplo, el Michigan Womyn’s Music Festival expulsó en 1991 a una mujer sospechosa de no “serlo” y reescribió su misión para aclarar que sólo “womyn-born womyn” eran bienvenidas.

Esta decisión creó una división en uno de los festivales feministas mas progresistas de Estados Unidos, que ha sobrevivido 20 años de festival, boicots y protestas. Son muchas las celebridades culturales y académicas que rehúsan entrar al festival hasta que no prescindan de la categoría “womyn-born womyn” y mucha otra gente que asegura nunca volverán al festival si se prescinde de la categoría.

También hay muchas que se quedaron y decidieron continuar el debate desde adentro y muchas que señalan que la política actual parece un “don’t ask don’t tell”, ya que a nadie se le pregunta si es “mujer nacida como mujer, sólo se excluye a quien confiese que es mujer pero que fue identificada como hombre al nacer.

Se me ocurre que es una ironía que las mujeres transgénero puedan acercarse al concurso Miss Universo cuando todavía no pueden acercarse al Festival de Música de Michigan, un sitio que nadie disputa y es mucho mas progresista y respetuoso hacia la mujer que la franquicia de Miss Universo.

Otros sitios en que las mujeres transgénero y hombres transgénero (de los cuales hablamos mucho menos pero existen igual) son:

El mercado de empleos – Muy poca gente le gusta contratar mujeres transgénero y en ausencia de leyes que prohíban el discrimen, las mismas continúan condenadas a trabajos “por debajo de la mesa” o ilegales. Aun en los pocas burbujas donde pudieran conseguir empleo la paga

Seguro médico – Sin trabajo es difícil tener seguro médico, pero aún en las instancias que mujeres transgénero poseen cubierta médica, muchas aseguradoras discriminan y no proveen servicios y tratamientos basándose, prejuiciadamente, en que son “electivos” o cosméticos”.

Vivienda – Sin trabajo regular es difícil obtener historial de crédito. Además, a la hora de rentar, las oportunidades se reducen muchísimo. Los que alquilan no les gusta alquilarles a mujeres transgénero.

Entonces, volviendo al concurso Miss Universo, se me ocurre hacerme varias preguntas. ¿Cómo se traduce en beneficio que se le garantice entrada a las mujeres transgénero a un concurso que perpetúa estándares de belleza xenofóbicos y etnocéntricos y que generalmente ha sido señalado por feministas cómo un espacio de opresión para las mujeres? ¿Cómo beneficia esto a todas las mujeres en general? ¿Cómo se benefician las mujeres transexuales en particular en ganar el derecho a ser juzgadas por ideales de belleza que las oprimen? ¿Cómo se benefician el resto del mundo? ¿Qué significa esta reivindicación para miles de mujeres transgénero para las cuales “pasar por mujer biológica” es inalcanzable o imposible, sobre todo bajo el escrutinio al que se someten las candidatas de Miss Universo?

Estas preguntas son válidas sin importar cuán solidarios seamos con la comunidad transexual. Incluso, cuán solidarios fuéramos con la inclusión de mujeres transexuales en el concurso Miss Universo o cuán solidarios seamos con las feministas (trans o no) que desprecian este concurso. Una pasada de balance sobre el costo de algunos triunfos es siempre necesaria.

A mí, por ejemplo, se me hizo difícil tragarme a Donald Trump, de momento aplaudido por su “apertura” al asunto trans y vindicado por haber evitado un caso legal, el cual su franquicia, Miss Universo, tenía todas las posibilidades de perder en Canadá. También se me hizo difícil seguir la cobertura de los medios corporativos por la pobreza de sus debates.

Todo lo que vi o leí continuaba teniendo un trasunto que me recordaba el acto de llamar a Marta “chocha plástica”, lo que la objetificaba como a una muñeca de plástico de esas que venden como juguetes sexuales por correo. Este epíteto insinuaba que su genitalia no era de carne, sino de plástico, artificial. Fantaseamos que podemos reducir o secuestrar esa “esencia” de lo que es ser mujer a una vagina original (¿pecado original?) y una vez legitimamos esa esencia biológica podemos entonces aferrarnos a ella para deslegitimar todas las demás vaginas.

Hay una contribución de este resultado que merece la pena celebrar. La desestabilización de la categoría género. Propongo esto con cautela pues la decisión de Miss Universo parece exigir a las concursantes que primero resuelvan el requisito “biológico” antes de validarles su género. Pero, en la aceptación de que una operación estética puede cambiar el género de una persona, está intrínseca le desestabilización de la categoría. En este caso, la vagina sigue determinando el género, pero para esto la despojamos de lo “artificial” o su “condición plástica”. Ya no es una “chocha plástica”1, es una vagina que le permite a cualquier mujer que cumpla con los requisitos de belleza estética, concursar en el certamen de belleza. Y en ese sentido, la vagina, pasa a ser en el contexto de Miss Universo un atributo más que las concursantes pueden adquirir a través del bisturí, junto con senos, narices, barbillas, pómulos, cinturas y el resto del catálogo de operaciones que pueden convertir a cualquier mujer en una “Miss Universo.”

Pero no nos engañemos, para Miss Universo la genitalia sigue determinando el género.

Casualmente, y casi al mismo tiempo, el 20 de abril de 2012, el Equal Employment Opportunity Comission (EEOC) decidió que las querellas de discrimen de personas transgénero están cubiertas por el Título VII del Acta de Derechos Civiles de 1964. Una clara “reversa” de todas sus decisiones anteriores y sentando un precedente que desautoriza decisiones anteriores emitidas en 1984, 1994 y 1996.

Para mí este es el tipo de ocasión que celebrar, porque miles de personas transgéneros que actualmente son condenadas a pagos inferiores, trabajos ilegales, inseguros y por debajo de los estándares de paga mínima, tendrán la oportunidad de integrarse más a nuestra sociedad, de formas más visibles, productivas y dignas.

El caso de Miss Universo envía un mensaje de “igualdad” al público, mientras el caso del EEOC envía un mensaje de igualdad a la comunidad legal. Diferentes frentes, poco a poco lograrán mas aceptación y entendimiento de la fluidez del género y la necesidad de evaluar nuestras posturas respecto al mismo. Es un debate al cual le doy la bienvenida.

*El autor es activista queer semi retirado. Tomado de 80 Grados.

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