viernes, 26 de noviembre de 2010

¿A qué baño deben ir las personas transexuales?

por El Universal
Nacional / General | Miércoles, 24 de Noviembre de 2010 08:56 hrs.

Reclusorio Varonil. Los golpes le destrozaron los implantes de senos. Sus agresores no tuvieron consideración ante esa figura femenina. Ningún castigo hacia los victimarios. Para ella, que nació en un cuerpo de hombre, pero que cuya identidad y apariencia por arreglo es de mujer, esa aún es una experiencia a superar.

Llegar a este escenario de discriminación es una de las peores situaciones que se le puede presentar a una transexual, aquellas personas cuyo sexo biológico es diferente del género sexual que han asumido.

Hay historias crudas. Otras parecieran ser sólo un acontecimiento curioso, como el sucedido en el teatro Metropólitan a inicios de este mes. “Su baño es el de hombres”, gritaba el personal de seguridad, quienes al mismo tiempo se plantaron en la puerta de los sanitarios para impedir el paso a las transexuales.

“Varias habíamos ido a ver el concierto de la cantante Marisela. Fui al sanitario pero me dijeron que a mí me correspondía el de los varones. Yo les enseñé mi credencial de elector en la que ya soy identificada como mujer y eso les importó poco. Nos juntamos varias en la puerta y entre jalones me pasé a la fuerza, pero a una amiga le dejaron el brazo lastimado”, cuenta Diana Sánchez, quien encabeza la organización Pro-Diana, encargada de trabajar en apoyo a las mujeres transexuales.

“Otra compañera tuvo que ir al baño de hombres. Eso es transfobia, porque fuimos a un concierto por el que pagamos un boleto y nadie debe ser discriminado por su apariencia. Si aquí en la ciudad de México, donde existen leyes progresistas a favor de las minorías, pasan estos incidentes, no quiero imaginar los cuadros en otros estados de la República”, dice la activista.

¿Un tercer baño, la solución?

La solución, para los especialistas no es un tercer baño o nuevo espacio donde puedan ubicarse las personas transexuales, sino un proceso de sensibilización, de promover una cultura a la no discriminación y, por supuesto, de facilitar los trámites legales para que hombres y mujeres que hayan decidido cambiar de género modifiquen sus actas de nacimiento y después todos sus documentos de identidad.

“Con los documentos oficiales, se supone, debería haber un respeto a todos y cada uno de sus derechos”, comenta Isabel Saro, sexóloga clínica y química farmacéutica bióloga, quien actualmente acompaña a unas 40 personas transexuales en el proceso de su adopción de nuevo género.

La ley de Concordancia Sexo-Genérica aprobada en el Distrito Federal en 2008 entró en vigor el 24 de noviembre de ese año. La legislación tiene ventajas: no pide la cirugía de reasignación sexual (operación genital) para que una persona pueda adecuar todos sus documentos a la expresión pública de su identidad sexo-genérica.

El proceso completo para la rectificación de acta de nacimiento puede durar aproximadamente seis meses, pero ese periodo puede aumentar debido a los requisitos por cumplir.

Las personas transexuales tienen que haber iniciado su reasignación integral, lo que significa, dependiendo del caso, llevar a cabo una terapia, la ingesta de hormonas para provocar los cambios físicos y además una valoración psiquiátrica para corroborar que es una persona transexual, ya que en algunos casos puede confundirse con un trastorno mental. También se deben llevar a cabo varios análisis genéticos para descartar otros síndromes.

El precio del cambio

Este proceso dura aproximadamente dos años, pero hay pacientes a quienes les lleva hasta seis.

Ya con todos los certificados, el trámite legal es relativamente rápido. Todo este peregrinar no es gratuito y ha generado una industria alevosa a su alrededor. Los costos para la obtención de los documentos y el trámite legal oscila entre 15 mil y 70 mil pesos.

El pago se hace a los sexólogos y abogados, quienes de manera indiscriminada fijan el monto de sus servicios.

Hazel Davemporth, coordinadora de Derechos Humanos de la organización Pro-Diana, asegura que los elevados costos impiden a las personas transexuales acceder a ese derecho.

Se calcula que en nuestro país existen entre 5 y 10 mil personas transexuales que no tienen un documento oficial que las identifique. Actualmente existen sólo 40 juicios para el cambio de nombre en la documentación.

“El acceso a tu identidad tendría que ser gratuito. Ahora tengo previsto conformar un bloque de 100 mujeres transexuales para iniciar la demanda ante las instancias necesarias, a fin de que los trámites no representen ningún costo”, comenta Diana.

Lo que sí marca la ley de Salud del DF es el derecho gratuito a la atención psicológica y endócrina. Esos servicios los ofrece a través de la Clínica Condesa, institución que atiende a la población afectada con VIH-sida. “Es una buena intención, pero genera un doble estigma, pues además de ser rechazados por ser transexuales también los ubicarán como portadores de ese virus”, subraya Isabel Saro.

El Distrito Federal se ha convertido en el refugio de hombres y mujeres transexuales de toda la República Mexicana. Llegan hasta aquí para hacer los trámites necesarios para el cambio. A esas personas hoy se les agrega un requisito que las autoridades solicitan sin que esté estipulado en la ley: comprobar su residencia en el Distrito Federal por un tiempo mínimo.

“La ley debe respetarse, pero además el gobierno local debe procurar costos mínimos para los interesados en este cambio de identidad, pues mientras no posean un documento oficial que respalde a estas personas, los abusos seguirán cometiéndose”, asegura Saro, autora del libro Transexualidad una perspectiva transdisciplinaria.

Sin un documento de identificación, las personas transexuales no existen para la sociedad con su nuevo género. Se les cancela la posibilidad de conducir, de viajar al extranjero, de votar, de trabajar, de exigir sus derechos… es decir, simplemente no se les reconoce en su nuevo papel.

Por eso, aproximadamente 80 mujeres transexuales hicieron la clausura simbólica del Teatro Metropólitan. Era en repudio a la actitud del personal de seguridad, pero también un llamado a la sociedad para sensibilizarse y respetar la presencia de lo diferente.




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