Por Valentina Verbal
El pasado martes 17 de enero, tres chicas transexuales fueron discriminadas en dos discotecas gays de Santiago. En una de ellas, la Naxos, les dijeron que “por política de la empresa está prohibida la entrada a travestis, ya que son muy escandalosos”. En la otra, la Príncipe, les negaron el ingreso al constatar, luego de pedirles su carnet de identidad, que sus nombres legales difieren de la identidad de género socialmente expresada. Con esta segunda discoteca, logré contactarme telefónicamente y la administradora me señaló de manera categórica: “No dejamos entrar a travestis, porque roban, son delincuentes”.
Una de ellas, amiga mía, —quien es abogada y que, por ser transexual, trabaja en un call center— me contó esta situación. Pese a ser muy guapa y a verse muy femenina, ahora tiene miedo de salir a la calle con ropa de mujer. El año y algo más de terapia hormonal que tiene en su cuerpo, le ha rendido frutos. A la vista de cualquiera, es toda una mujer. Sin embargo, no es eso lo que dice su carnet de identidad. Y por este papel —un papel que contiene datos personales no elegidos por las personas— algunos ciudadanos-ciudadanas de este país son discriminados-discriminadas de manera cotidiana.
¿Qué hacer? ¿Qué camino seguir? En términos legales, el artículo 3° letra c) de la Ley del Consumidor establece el derecho de los consumidores a “no ser discriminado arbitrariamente por parte de los proveedores de bienes y servicios”. Pero ¿vale la pena presentar una demanda? Mi amiga me dice que no, y creo que tiene razón. Dice que el costo humano y material de un juicio por haber sido discriminadas y denigradas en el ingreso a un par de discos es más caro que el mal rato vivido.
Mal rato que, en todo caso, han seguido viviendo durante todos estos días. Estas situaciones que experimentamos las personas transexuales —a mí también me han sucedido— te llevan a plantearte muchas cosas. ¿Vale la pena luchar por conquistar la libertad que tanto añoras? ¿Vale la pena esforzarse el triple para ser socialmente aceptada como la persona que sientes y que quieres ser en este mundo?
¿Qué otro camino seguir? ¿Una funa: hacer una manifestación en la puerta de estos locales? Personalmente, soy de la idea que las funas son un poco inútiles. Si la idea es hacer público un acto discriminatorio, bastaría con denunciarlo a los medios de comunicación.
Sin embargo, aparte de espacios como este, ¿están los medios interesados en cubrir actos de discriminación que sufren personas transexuales? Sinceramente, creo que escasamente. Más bien, cuando abordan nuestra realidad lo hacen en base a dos errores principales: 1) confundiendo los conceptos, por ejemplo, asociando transexualidad a travestismo o transformismo; y 2), lo que es mucho más grave, perpetuando una serie de estigmas y estereotipos sobre las personas transexuales: que son prostitutas, delincuentes, alcohólicas, etc. O sea, ¡oh sorpresa!, sosteniendo los mismos prejuicios de los dueños y empleados de las dos discos gays que esta semana les negaron el ingreso a tres chicas transexuales.
Ayer, una persona de buena fe, me hizo el siguiente comentario: “No se trata de una discriminación tan grave. Hay gays que los echan del trabajo por su orientación sexual”. Le respondí que, si bien es verdad que no se puede comparar un despido laboral con la discriminación en el acceso a un determinado bien o servicio, lo segundo, precisamente por ser algo en apariencia menos importante y mucho más cotidiano, revela algo mucho más profundo: que unas personas están dentro del sistema social y que otras, no. O que, mientras una viven y pueden reclamar por la violación de sus derechos, otra sobreviven, sin poder reclamar, porque no son tomadas en cuenta por la sociedad.
Y, aunque ya sé que las comparaciones son odiosas, es indudable que un gay, a pesar de poder ser víctima de un despido laboral injustificado, tiene muchas más posibilidades de encontrar un trabajo digno que una persona transexual que está prácticamente fuera del sistema laboral.
En efecto, casi no existen despidos laborales a transexuales en Chile, precisamente por el hecho de que no son contratadas. Así lo revela una respuesta de la Dirección del Trabajo. Ante la pregunta, vía Ley de Transparencia, de julio de 2011: “¿Me pueden informar si la Dirección del Trabajo ha recibido denuncias sobre discriminación laboral por razones de identidad y expresión de género, o dónde se mencione que el o la denunciante corresponde a una persona transexual, transgénero, travesti o intersex”, este organismo público respondió escuetamente: “Consultada la Unidad de Consulta Jurídica y Orientación Judicial , se procedió a la revisión de los juicios por tutela laboral, pudiendo informar a usted que hasta el año 2010 no se registran denuncias por las razones objeto de su consulta”.
Lo anterior implica que, si bien las discriminaciones que sufren las personas transexuales son en apariencia más pequeñas y cotidianas, estamos en presencia de una comunidad de seres humanos que prácticamente no tiene acceso a los derechos más básicos como el derecho al trabajo. Lo que, de paso, impide la obtención de recursos económicos y la consiguiente financiación de cirugías de reasignación sexual, puerta de entrada en Chile al “cambio de sexo” en el carnet de identidad. Todo lo cual perpetúa el círculo vicioso y sistémico de barreras sociales que sufren en este país.
Si la burla mediante videos denigratorios, como
“Presidente Travesti” del Club de la Comedia; o si la prohibición, ilegal y arbitraria, de ingresar a un local comercial —como está semana ocurrió en dos discos gays de Santiago—, no es discriminación, entonces ¿qué lo es? Si personas transexuales en Chile apenas tienen acceso a derechos fundamentales, ¿de qué podrán reclamar?
P. D.: No me he referido a la contradicción de que personas históricamente discriminadas, como algunos gays, discriminen, a su vez, a otras personas del mundo de la diversidad sexual, especialmente transexuales. Este tema amerita una columna posterior. Por de pronto, diré que el mundo gay es reflejo de la misma ignorancia y prejuicios que el conjunto de la sociedad: Precisamente, porque incluso hay gays que discriminan a otras personas de la diversidad sexual, es que se hace más necesaria la aprobación de una ley antidiscriminación.