Occidente siempre les ha llamado eunucos, porque
Diario Montañés-. Esta comunidad colorista, tan llamativa como marginada, reúne además a transexuales, travestidos y hermafroditas, es decir, a buena parte de las personas que no acaban de encajar en la tajante división entre hombres y mujeres, una auténtica obsesión en sociedades como la de Pakistán. Ocupan una tierra de nadie que no existe en los mapas de la religión ni en los del gobierno, y eso les ha convertido en seres a la vez temidos y despreciados.
Los 'hijras' no pasan inadvertidos: con vestidos de colores vivos, cargados de joyas y muy maquillados, suelen mostrar un comportamiento bullicioso, a veces abiertamente provocador. No existen censos, pero en Pakistán las estimaciones más fiables hablan de unas 300.000 personas, muchas de ellas residentes en 'colonias' encabezadas por gurús que reparten las tareas, administran los ingresos y, a menudo, abusan a placer de sus pupilos. Los empleos convencionales les están vedados, así que se dedican a cantar y bailar en bodas, bendecir a los recién nacidos -o, por lo menos, cobrar por ahorrarles una maldición, ya que se les atribuyen poderes sobrenaturales-, mendigar por las calles, molestar en las tiendas hasta que el propietario les da una limosna y prostituirse. No quieren ser hombres, diga lo que diga su carné, pero muchos tampoco quieren ser mujeres: prefieren considerarse simplemente 'hijra', un tercer sexo, e incluso invocan ilustres precedentes como los eunucos que guardaban los harenes del Islam antiguo.
Escuelas y hospitales
Durante mucho tiempo, los 'hijra' no han existido oficialmente en Pakistán, pero eso empezó a cambiar el verano pasado. En respuesta a la iniciativa de un abogado, el Tribunal Supremo ordenó que sean considerados ciudadanos de pleno derecho y, como tales, reciban ayuda de los servicios sociales y protección de la Policía, un cuerpo en el que suelen despertar escasas simpatías. También les reconoció el derecho a heredar de esas familias que les repudian y acudir a esas escuelas y hospitales públicos que les niegan la entrada. Finalmente, siguiendo la senda abierta por algunas zonas de la vecina India, los jueces recomendaron a las autoridades que admitan la posibilidad del tercer sexo en los documentos de identidad. «La gente está reconociendo que también somos seres humanos», ha celebrado Almas Bobby, foto superior, la activista más popular de la comunidad.
Una de las consecuencias inmediatas de la decisión judicial es que las administraciones han empezado a contemplar a los 'hijras' como mano de obra en programas públicos. En Clifton, uno de los barrios de Karachi, ya han contratado a cinco de ellos como cobradores, una tarea que no resulta del todo ajena al colectivo: hace tiempo que en India se recurre a grupos de transexuales y travestidos para recaudar impuestos, ya que los morosos se suelen avergonzar de tenerlos delante de casa, dando palmas y cantando sobre su deuda. Eso sí, según ha destapado el 'Daily Times' pakistaní, a los cinco 'hijras' de Clifton les han asignado para sus desplazamientos el peor vehículo que había, una camioneta destartalada sin asientos en la parte de atrás, así que quizá sea demasiado pronto para hablar de revolución en las costumbres.
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