A través de su música, Antony & the Johnsons expresa los conflictos, miedos, sueños, esperanzas y deseos de un colectivo cuya bandera es la transformación. En este caso en temas como la muerte, la sexualidad, el dolor y el amor.
Candy nos observa desde una fotografía blanco y negro. Luce serena, tranquila, pero a la vez, segura. Pareciera incluso que quiere decirnos algo, pero está tan ocupada posando a lo Rita Hayworth o Kim Novak, que tendremos que esperar. Una rosa negra acompaña a una cuadrilla de flores que nos hacen creer que el retrato de Peter Hujar es parte de una editorial de revista de modas. Ante tanta belleza, jamás pensaríamos que en realidad se trata de una mujer transexual que acaba de morir de leucemia.
La imagen de la que habló, original de 1974, fue tomada en el hospital Columbus el día de la muerte de la actriz transgénero. A pesar de ser uno de los retratos más populares del fotógrafo neoyorquino, Candy on her deathbed se quedó grabada en el imaginario popular en 2005 como la portada de uno de los álbumes más representativos de la música independiente y del colectivo LGBT: I am a bird now, de Antony and the Johnsons.
Para Antony Hegarty, el regordete vocalista y líder de esta banda, la muerte y la transexualidad parecieran ser los temas que más le inspiran a escribir: los Johnsons con los que toca no se llaman así por apellido propio, sino por el de la mítica drag queen neoyorquina Marsha P. Johnson, cuyo cadáver fue encontrado en 1992 en el río Hudson; las causas de su muerte siguen siendo desconocidas. O como la ya mencionada Candy Darling, ícono de la transición sexual durante la década de los sesenta y setenta, así como estrella de Andy Warhol.
I am a bird now marcaría la consolidación de un proyecto que llevaba años gestándose: Antony había llegado a vivir a un Nueva York herido por la pandemia del VIH a principios de 1990 para estudiar teatro experimental en la New York University. Ahí, fundó el colectivo de performance Blacklips, con el que pasaría varios años cantando y actuando en diversos bares neoyorquinos. Tantos, que no sería sino hasta 1998 que Antony viese la posibilidad de meterse a un estudio a grabar.
El homólogo primer álbum de la banda, Antony & the Johnsons, se publicó en este año, pero obtendría la debida publicidad hasta el 2000. El amor, la tristeza, el dolor y los miedos de la infancia serían algunos de los temas que el andrógino cantante tocaría en su debut, que incluía también un homenaje a Divine. Posteriormente vendría el de título mórbido: I feel in love with a dead boy, en el que de nuevo, la sexualidad y la muerte juegan un papel importante.
Pero el verdadero manifiesto de Antony llegaría con I am a bird now. La brutal Hope there’s someone abre el disco a manera de lamento, suplicando que haya alguien que se encargue del narrador (Candy, Antony, tal vez) para cuando llegue la hora de su muerte. My lady story habla de la relación femenina con el cuerpo. For today I am a boy retrata las decisiones de un chico que sueña con convertirse en mujer. En Man is the baby Antony comienza a bosquejar sus angustias con el género humano, al que inevitablemente ve frágil y vulnerable. You are my sister, un tema sobre la amistad y el apoyo en los tiempos más oscuros (esos en los que Antony parece vivir eternamente), es curiosamente cantado a dueto con al también andrógino Boy George, claro predecesor de Hegarty.
El icono del folk gay, Rufus Wainwright, presta su voz para la balada más corta del disco y, tal vez, la más intensa: What can I do? El mítico Lou Reed improvisa un poema en Fistfull of love para completar un trabajo intenso y emocional.
Este manifiesto se rige bajo la línea del tema que Antony conoce mejor: la transformación. Y es que Hegarty es la voz de un grupo diverso, complejo y lleno de matices: la gente transgénero y transexual. A través de su música, Antony expresa los conflictos, miedos, sueños, esperanzas y deseos de un colectivo cuya bandera es la transformación. En este caso en específico, es la muerte como proceso transformación, la sexualidad como transformación, el dolor como medio de transformación y, sobre todo, el amor como la transformación última.
Pero la maestría del cantante en el arte de la transformación no se limita a la música. De su voz, por ejemplo, se ha dicho que es la de una mujer negra saliendo del cuerpo de un hombre blanco. Sus atuendos a la hora de presentarse oscilan entre lo femenino y lo masculino sin problema o duda alguna.
Los procesos de transformación suelen ser dolorosos y dejan cicatrices, mismas que Antony decide mostrar en cada uno de sus trabajos. Ya sea el paso del amor al deseo o de la inocencia a la madurez, como lo demostró con Björk en los duetos que grabó para su álbum Volta; o la pérdida de la inocencia en medio de la pista de baile, como lo hizo recientemente con Hercules & Love affair y el magnífico Blind.
La importancia de Antony dentro del mundo de la música y del Colectivo LGBT está en demostrar la complejidad y profundidad emocional de alguien que ha decidido realizar una transición, en este caso, del sexo y/o del género.
Hasta antes de Antony, la imagen de la persona transgénero o transexual parecía remitirse en las esferas mediáticas a los clubes nocturnos y carnavales. Antony decidió sentarse al piano y darle un matiz mucho más humano y realista a esta imagen, un paso importante para un siglo que está dispuesto a dejar atrás viejos clichés y clasificaciones para entender a la gente por lo que es, en lugar de reducirla a un solo aspecto de su personalidad.
Cuando se le preguntó a Antony Hegarty su opinión sobre la transexualidad, él dijo que eran las “criaturas más hermosas y evolucionadas que pueda haber”. La hermosa Candy estaría orgullosa de ver cómo su imagen es la máxima representación de estas criaturas.
1 comentario:
me quede sorprendido que hermosas mujeres muy guapas son perfectas son uns diosas preciosas lindas
es para enamorarse
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