martes, 2 de febrero de 2010

Iván explica cómo se transformó en Ivana


Creo que las operaciones de reasignación de sexo, cuanto antes, mejor. Yo siempre supe que era una mujer. Cuando era muy pequeña, en Viladecans, donde vivíamos, las vecinas todavía salían con sillas al patio de luz en verano. Debía de tener dos años cuando me dijeron que me tenían que operar de fimosis. Las mujeres reían y me decían que me iban a operar el pito. No lo recuerdo, pero parece que estaba muy contenta y les decía que me iban a dejar como a mi vecinita, que jugaba desnuda a mi lado.


Entonces, lo mejor del día de Reyes era poder ir a casa de mis primas a jugar con sus muñecas. Las peinaba y las ordenaba durante horas, algo que a ellas les interesaba bastante menos. Allí me sentía libre. Un día, mi abuela, que no debía de ver muy normal todo aquello, cogió mis cocinitas y se las dio a la vecina. Yo la agarré de los pelos para que me los devolviera.

En el colegio, siempre iba con las niñas. Cuando les empezó a venir la regla y comenzaron a interesarse por los chicos, sobré. Mi cuerpo empezó a cambiar y me mandaban con los niños. No quería perder a mi grupo y a los 14 años le confesé a mi mejor amiga del colegio que yo era una niña, que intentara verme como una niña. Ella reaccionó muy mal. Hoy se lo recuerdo y le sienta mal, pero la voz corrió. Todo el mundo se me echó encima, me insultaron. Al final, me cambiaron de clase.

Fue peor cuando empecé a estudiar peluquería, mi sueño, en el instituto. Ya me maquillaba, y en el vestuario de chicos me robaban la mochila y la pinturrajeaban. No entré más. Cuando había gimnasia, traía el chándal de casa y mis amigas me guardaban la mochila.

Una experiencia con una chica

Solo me he enrollado con una chica y fue en esa época. Lo hice para que el chico que me gustaba dejara de insultarme y no se apartara más de mí. Me conformaba con ser su amiga.

A los 17, tuve mi primera relación sexual completa, aunque el primer orgasmo lo había sentido a los 12 o 13, viendo a otros compañeros tocándose. Hablé con mi madre. Estaba preparada para que le dijera que era gay, pero no transexual. Se sorprendió pero no se decepcionó, como temía.

Empecé el tratamiento para operarme en el Clínic. Duró dos años. Un psiquiatra me hizo un test de mil preguntas y un endocrino me dio un tratamiento hormonal. Después pedimos dos créditos: 2.100.000 de pesetas para la reasignación y 600.000 para el pecho. No salió bien.

Pasé cinco días en la UCI porque el líquido amniótico salió por el agujero recién hecho. Tengo una vagina preciosa, pero sin profundidad. Tengo sensibilidad, pero no puedo tener relaciones como una mujer. Eso me angustia y a mis compañeros les agobia. Buscan sexo diferente pero no relaciones. Ahora paso meses sin sexo.

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