Esta es la historia de un menor transgénero de Dosquebradas, que lucha
porque la traten como niña y le permitan ir a clases con extensiones en
el pelo.
Lo único masculino que tiene Váleri es su nombre verdadero: Santiago. Su
cuerpo de niño es tan suave y delgado como su voz, y la piel canela que
lo cubre parece bronceada por la inocencia de sus 14 años de edad.
Hace tres años enfrentó la etapa más difícil a su corta edad: confesarle
a su mamá que es homosexual. “Recuerdo esa tarde. Llegué a la casa,
entré a la pieza, me senté junto a ella. Dije: 'Mamá, le voy a decir
algo: me gustan los hombres'. Ella guardó silencio un rato pero luego me
respondió: 'Está bien'”.
Era el año 2012 y Váleri cursaba grado sexto cuando decidió 'salir del
clóset'. Hasta ese instante se sentía atrapada en el cuerpo de un niño y
creía que su único y verdadero reto era contarle a su mamá. Su padre
murió “hace muchos años”, quedaron ella, dos hermanos mayores y una
hermana menor.
Cuando creía que lo peor ya había pasado, vino la verdadera tormenta: en
su colegio de toda la vida le estaban poniendo problemas no por su
condición transgénero, sino porque tenía el pelo largo.
“El año pasado llegué una vez con demasiado labial y rubor en mi rostro;
ellos me regañaron y yo entendí porque había exagerado con el
maquillaje y sé que debo cumplir normas, pero lo que no entiendo es por
qué me obligan a tener el pelo corto, si las niñas lo tenemos largo”.
Esa exigencia de la institución educativa Manuel Elkin Patarroyo, una
entidad escolar oficial del municipio de Dosquebradas, Risaralda, que
atiende 2.300 estudiantes en tres jornadas, levantó las alertas y tiene a
la comunidad LGBTI en pie de lucha en esa región del país.
Mientras prosperan las acciones legales, que en este caso será una
tutela que instaurarán en los próximos días, Váleri no asiste al colegio
y permanece encerrada en su humilde vivienda ubicada en el barrio La
Mariana, un sector vulnerable de la ciudad.
La menor, que debe cursar grado octavo, no está legalmente matriculada y
para hacerlo debe firmar un compromiso que entre otras cosas incluye el
cumplimiento del manual de convivencia de la institución, que en uno de
sus apartes restringe el cabello largo para los estudiantes de sexo
masculino.
Pero si Váleri se siente como una niña, se viste y se comporta como tal, ¿por qué no le permiten usar el pelo largo?
Para Álvaro Duzán, rector del colegio, la situación es mucho más
compleja de lo que parece. “No le podemos permitir al niño que venga
vestido de travesti, porque él ha sido víctima de matoneo por parte de
otros estudiantes”, dijo en diálogo con este portal.
Antes continuar el diálogo con este medio, el señor Duzán aclaró que no
es homofóbico y, por el contrario, respeta y acepta a sus estudiantes
cuya condición sexual es diferente al de la mayoría, “prueba de ello es
que el año pasado graduamos sin ningún problema a tres estudiantes
transgéneros”.
Sin embargo, los reparos del rector hacia el menor transgénero se
centran en un hecho específico: “un hombre no puede venir con
extensiones”, explica para referirse a la larga cabellera que
actualmente luce Váleri y que ella confirmó son extensiones.
Duzán argumenta que la coordinadora del colegio le dio alternativas a la
menor, “como esconder el cabello o taparlo con algo”. “No sé qué más
hacer, porque con ese tema están estigmatizando a la institución”,
expresó el directivo docente tras asegurar que si un juez le ordena
recibir al estudiante aún con el pelo largo, “solicitaré acompañamiento
profesional para manejar este tema dentro del colegio”.
Lo grave de este asunto es que mientras el rector considera que con su
conducta está protegiendo la integridad de su estudiante, para muchos es
todo lo contrario. Así lo creen Váleri y decenas de activistas de la
comunidad LGBTI en Risaralda.
Por ejemplo Giovanni Cano, integrante de la fundación Hábitat, que lucha
por los derechos de esas minorías, advierte que el rector no sólo está
promoviendo la discriminación “sino que impide el libre desarrollo de la
personalidad de Váleri y vulnera su derecho a la educación”, según
aclaró a este portal.
El joven activista recordó que “la apariencia de todo ser humano es una
forma de materializar su plan de vida y que en este caso particular debe
primar el interés superior de la niña, tal como lo establece la ley”.
Por su parte Mauricio Toro, personero de Dosquebradas, destacó que una
vez conoció el caso la entidad se puso al tanto del problema y pudo
evidenciar que “al menor no se le ha negado el derecho a la educación;
sencillamente no se ha matriculado y para hacerlo debe ir con un
acudiente”.
Sin embargo, la adolescente opina todo lo contrario y asegura que en esa
matrícula condicionada existe una trampa: “Me quieren obligar a tener
el pelo corto”. Esa cabellera es para ella la diferencia entre estar
atrapada en el cuerpo de Santiago o ser libre y espontánea como la dulce
y tierna Váleri.
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