sábado, 14 de febrero de 2015

Lola Rodriguez: El día en que el amor ´rompió con todo´

Lola Rodríguez, a los 10 años y tras informarse, reveló a su familia que era una chica transexual

13.02.2015 | 16:37
Lola Rodríguez, hace unos días, en el Jardín Canario.
 
Lola Rodríguez, hace unos días, en el Jardín Canario.

La lucha personal de Lola

  • Desconocimiento - "Si los niños no tienen información, tienden al rechazo de lo que es diferente", apunta sobre el comportamiento que se puede generar en las aulas.
  • Disforia de género - A la joven de Santa Brígida le indigna que todavía se considere la transexualidad "como una enfermedad" que tienen que diagnosticar varios especialistas.
  • DNI - Por fin en su DNI pone Lola, aunque para ello ha tenido que esperar varios años con todos los desajustes que provoca el llevar un documento identificativo en el que aparece otro nombre.
  • Cirugía de reconstrucción genital - "Me parece una puerta de salida, si te sientes mejor contigo misma o estás más cómoda. Es una elección de cada una, pero yo siempre digo que no voy a ser más mujer si lo hago o no, porque yo soy mujer así", asevera con firmeza. Tampoco entiende como hay que esperar mínimo dos años para llevar a cabo la cirugía o tener que pagar 24.000 euros si se acude "a lo privado".

Tiene 16 años y de su historia se han hecho eco hasta en diarios internacionales. Puede que esta noche se convierta en Reina del Carnaval con la fantasía 'La vida es bella', que Isaac Martínez ha creado para ella. Gane o no, lo que sí ha conseguido Lola Rodríguez es dar visibilidad a los menores transexuales.

Lola Rodríguez tiene 16 años, estudia primero de bachillerato y sueña con convertirse en psicóloga. Su cara ya es bastante conocida, pues han sido pocos los que no se han hecho eco de su última aventura: convertirse en la primera menor transexual que aspira a ser la Reina del Carnaval de Las mil y una noches. Tal vez hoy consiga alzarse con la corona, pero de no ser así, seguramente ella no hará ningún drama. Como suele decirse, "tiene los pies bien puestos sobre el suelo" y, muy a menudo, metidos en unos taconazos de vértigo. Esa es una de las tantas cosas que se perciben de esta adolescente a primer golpe de vista.

Que es presumida y femenina es otra evidencia, que es solo una niña también. Entonces llega el momento en el que abre la boca y rompe hasta con ese estereotipo que asocia juventud a relativamente poca madurez. Lola es mucha Lola. Defensora de los derechos propios y ajenos y de la dignidad. De esa clase de personas que destilan valentía hasta para hablar de los momentos más difíciles una vida que para ella comenzó "interpretando un papel" que no era el suyo y que ahora comparte para acabar con los tópicos.

La de Lola es una historia en la que "el amor ha podido con todo", apunta Miguel Ángel Rodríguez, su padre. Pudo con la mentalidad más anticuada de su abuelo, que terminó regalándole muñecas con tal de verla feliz; y ha podido con todo aquel que la rodea. Pero el camino no ha sido precisamente fácil. La satauteña no pierde la sonrisa cuando se trata de ahondar en su propia existencia y con cariño comparte "el primer mejor recuerdo" que le viene a la mente, ese que le dejó el día que pudo jugar con Ariel, la primera muñeca que le regalaron, y a la que después le sucedieron otras tantas. "No me las llevaba al colegio", aclara. Era muy pequeña y tenía miedo de despertar las risas de sus compañeros.

Obra de teatro

Para Rodríguez sus primeros años de vida se pueden asemejar a una obra de teatro "casi impuesta" que ella representaba de puertas para fuera. "En mi casa podía vivir mi yo, pero cuando salía interpretaba un personaje con el que no me sentía identificada". O lo que es lo mismo, mientras en su hogar era un ser libre para jugar con sus muñecas o disfrazarse con la ropa de su madre, en la calle lo socialmente estipulado salía a su encuentro y empezaba el papel en el que intentaba comportarse como se espera que lo haga un niño. Jamás jugó al fútbol, "pero no decía que era una niña", aclara.

Junto a las tribulaciones de una Lola aún muy niña crecieron las de sus progenitores. "Si ella era feliz con sus muñecas en casa, nosotros estábamos encantados", explica Miguel Ángel, "el problema era cuando salía porque nos daba miedo que sufriera o tuviera problemas. De hecho, la presión ante la gente nos llevó a su madre y a mí a acudir a un psicólogo para que nos asesorase y nos dijo que dejásemos que jugase con lo que quisiera porque hasta los nueve años no se iba a consolidar su personalidad". A pesar de que ahora su postura ha cambiado con respecto a estas pautas marcadas por aquel especialista, ya que "los niños y niñas transexuales mandan señales desde que son muy chiquititos", decidieron retrasar el proceso.

"Me sentía muy reprimida y me empecé a encerrar en mí", interviene la joven que ahora tiene 16 años. Fue a los diez cuando en su mente "cambió el chip". Se puso manos a la obra para informarse y fue "atando cabos". El descubrimiento de Carla Antonelli también fue revelador. "Ya está. Soy una mujer transexual". Así se lo hizo saber en un primer momento a su madre y, después, a su padre y hermano. El siguiente paso fue acudir al Colectivo Gamá LGTB de Canarias, donde tanto ella como su familia comenzó a trabajar de la mano de la psicóloga.

"El apoyo psicológico es fundamental, sobre todo si te sientes perdido", resalta Rodríguez. A ella le sirvió para coger fuerzas de cara a los cambios más radicales, que llegaron el verano antes de comenzar su segundo curso de Educación Secundaria (ESO). "Yo me sentía preparada antes, pero me daba miedo, sobre todo, por lo del nombre", cuenta sin tapujos. "Lo retrasamos todo el curso anterior, pero en verano ella ya dijo era Lola y que quería que todo el mundo la llamase así", rememora Miguel Ángel. Lo que sucedió después la adolescente solo puede describirlo con una palabra: liberación. "Empecé a vestirme como una chica en todo, porque antes iba unisex".

Salió "de la jaula" y extendió sus alas, teniendo claro hacia dónde quería dirigir su vuelo. El "tránsito" llegó tras pasar por un psicólogo, un psiquiatra y un endocrino. Comenzó con los bloqueadores hormonales ("que impiden el desarrollo sexual de cada individuo" en le pubertad) que se inyectó durante dos años y medio. Actualmente, tiene que tomar estrógenos que le acompañarán toda la vida "porque son los que producen mis hormonas femeninas, ya que mi cuerpo no lo hace de forma natural", explica ella misma. ¿Y ahora? "Ahora soy feliz".

No solo eso, lleva una vida completamente normal. "Soy una chica transexual que estudia, me encanta bailar y practicar deporte y quiero avanzar mucho en mi vida". Para su padre, parte de esta felicidad reside en haber comenzado el proceso desde una edad temprana. "Es importante hablar de la transexualidad infantil, porque ahí es donde está la clave. Es mejor abordarlo desde que son pequeños. Porque de la otra manera es un problema para ellos, para su autoestima", apunta desde los buenos resultados de la propia experiencia (en la que, por supuesto, ha habido momentos difíciles).

La última intervención de Lola llega como una revelación. "No todas las transexuales son mayores ni se prostituyen. Somos muchas las que estudiamos y tenemos todo tipo de trabajos y eso no se sabe porque no se va contando. También hay chicos transexuales. Por eso yo quiero que, desde mi experiencia, se rompan esos tópicos y se vea la diversidad". Ella es así. "Porque la dignidad de las personas es solo una" y ella está dispuesta a luchar por defenderla.



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