La prostitución, la prisión y el cambio de identidad han sido la escuela de vida de Katalina Ángel.
Ponerse una falda, un ‘brasier’ o una peluca y echarse maquillaje fueron solo los primeros pasos de Katalina Ángel para convertirse en mujer. “Al comienzo, todo era como un juego. No me importaba el color o el estilo de la prenda, solo me importaba sentirme mujer", dice.Ella no pasa desapercibida. Que sea transgénero no llama tanto la atención como su imagen. Los tatuajes grabados en su espalda y brazos delatan su historia. Adoptó su nombre en honor a la emperatriz de Rusia conocida como Katalina la 'Grande’, "una mujer con una gran fortaleza que sobrepasó las barreras del machismo".
Katalina, de 28 años, orienta y acompaña desde hace dos años a las mujeres ‘trans’ recluidas en las cárceles masculinas de Bogotá. Hoy, su labor es reconocida entre las organizaciones que defienden la diversidad de género.
Ella lucha por una causa que solo puede entenderse en su lenguaje. El término 'trans' lleva a cuatro conceptos: transformista -hombre que ocasionalmente adopta los modismos culturales de una mujer (maquillaje, vestuario, gestos)-, travesti -usa prendas de mujer y adopta una identidad femenina-, transgénero -recurre al tratamiento hormonal o a modificaciones corporales-, y transexual -se somete a una cirugía para cambiar su sexo-.
El destino la llevó a ser transgénero. Katalina cuenta que, aunque su cuerpo es masculino, se siente mujer desde los cinco años de edad. A los 14 decidió contarle a su familia cuál era su orientación sexual. Su madre la entendió, pero le hizo una petición que todavía la persigue: “Nunca te vistas como mujer”.
Esas palabras quedaron grabadas en la mente de Katalina, quien, a sus 20 años, reafirmó su identidad como mujer al someterse a un tratamiento hormonal que sigue al pie de la letra todos los días: pastillas o inyecciones para verse en el espejo como ha soñado desde su infancia.
Para que una persona ‘trans’ pueda acceder a este tratamiento a través de una Entidad Promotora de Salud (EPS), debe ser diagnosticada por un siquiatra con disforia de género, considerado un trastorno mental, según lo explica el siquiatra Leonardo Aja, quien cita el libro DSM-IV ‘Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales’. Ese dictamen permite que se realice el tratamiento con un endocrinólogo.
Katalina llevó a cabo este procedimiento con un médico particular pues considera “indignante” tener que declarar que padece un trastorno mental para acceder a este tratamiento. “Lo ideal es hacerlo por medio del servicio de salud pero es una realidad a la que muy pocas acceden”, explica.
En el momento en el que Katalina se reafirmaba como mujer se enfrentó a otro desafío: la cárcel. Las ‘malas compañías’ la involucraron en un caso de tráfico de estupefacientes, por el cual la justicia expidió una orden de captura en su contra.
“Con mis antecedentes judiciales vi que tenía muy pocas posibilidades de conseguir un empleo. A una amiga y a mí nos ofrecieron trabajar en la prostitución, vestidas de mujeres en la zona de tolerancia del barrio Santa Fe, en el centro de Bogotá. En ese momento decidí empezar con la transición”, relata.
Durante una redada, la Policía la detuvo al darse cuenta que contra ella pesaba una orden de captura. Katalina estuvo recluida 38 meses en la cárcel La Picota- centro penitenciario masculino-. Su experiencia tras las rejas cambió su forma de ver la vida. Desde ese momento supo que su misión no solo era aceptarse a sí misma. También se propuso luchar por los derechos de la comunidad 'trans' cuando salió de prisión. (Vea: la labor social de Katalina en imágenes).
“Sobrevivir en la cárcel es algo duro. Allí, los derechos casi siempre son vulnerados. Además, el hecho de ser una mujer transgénero en un lugar así es aún peor”, confiesa Katalina, quien admite que durante la prisión fue tratada como un objeto sexual.
“La cárcel es como un juego de ajedrez. Según como muevas las fichas, sobrevives”, dice luego de afirmar que su paso por La Picota es la experiencia más fuerte que ha vivido.
Pero Katalina no se dejó vencer por el encierro. Creó un programa radial en la emisora de la cárcel llamado ‘Rompiendo estigmas’, en el que habló sobre temas de género y sexualidad. El espacio fue acogido por los reclusos y brilló tanto que permitió el desarrollo de nuevas actividades dirigidas a esta población, como grupos de danza y teatro. “Por medio del arte queremos generar inclusión y cambiar los imaginarios de que las ‘trans’ son solo prostitutas o peluqueras”.
Desde que regresó a la libertad, Katalina sensibiliza a las directivas de los centros penitenciarios sobre la vulnerable situación de las personas ‘trans’ en las cárceles y habla sobre la necesidad de que se ayude a esta población. “Ellas están expuestas a todo tipo de abuso: físico, verbal y sexual".
“Un equipo de aseo no le salva la vida a nadie, ni le da fuerzas para salir adelante. Lo que se requiere es un trabajo de acompañamiento emocional, la mayoría de ellas no cuentan con el apoyo de sus familias", afirma Katalina.
Hace unos meses su lucha emprendió un vuelo más alto. Junto a sus compañeras Daniela Maldonado, Nicole Ortiz y Karol Poveda, mujeres ‘trans’ con historias similares, Katalina creó la Red Comunitaria Trans, con la cual se han sellado varias alianzas a favor de la diversidad sexual.
Fundaciones como Transgredir, Procrear y Red Somos han participado en proyectos que benefician a las mujeres que están en situación de calle o se encuentran privadas de la libertad. En ese sentido, han llevado a las calles y las prisiones actividades artísticas, asesorías sicológicas y capacitaciones sobre oficios artesanales.
“Los recursos con los que trabajamos en nuestra fundación son donaciones que se consiguen por medio de gestión. Ya hemos conseguido el vestuario para las presentaciones que realizamos dentro y fuera de los sitios de reclusión”, relata.
También se creó una cartilla que se difundirá en Bogotá y que pretende informar a la comunidad sobre las necesidades de las mujeres ‘trans’ que están privadas de la libertad.
Katalina y sus amigas se idearon el plan ‘Postpenadas’, una iniciativa que brinda acompañamiento a las 'trans' que salen de la cárcel y necesitan asesoría en temas laborales, de salud y vivienda. Esta campaña se hace en conjunto con otras instituciones.
“Quiero resaltar la labor de la teniente Rocío Quimbaya, delegada de derechos humanos, quien ha permitido una comunicación directa con las directivas de estas instituciones. De igual manera el abogado Manuel Mesa y la trabajadora social Natalia Espitia han logrado grandes avances por la situación de las transgénero en las cárceles masculinas", destaca.
Entre los alcances más importantes está la posibilidad de que las reclusas tengan acceso a cosas personales, como maquillaje, ropa y sea permitida la visita conyugal. “En general, la situación de las mujeres ‘trans’ en estas cárceles es ahora más digna. Ya no se refieren a ti como señor, sino como señorita”, anota.
Un caso exitoso es el de Candy, una mujer ‘trans’ de 56 años que no había podido acceder a un servicio de odontología debido a la discriminación que se vive en las penitenciarias. Gracias a la intervención de la Red Comunitaria, con la ayuda de herramientas jurídicas, Candy pudo recibir su tratamiento.
Frente a las personas ‘trans’ que viven en la calle –sumidas en la prostitución y la drogadicción-, se hacen planes que buscan fortalecer su autoestima. Entre las estrategias está un cambio de apariencia, el cual incluye el maquillaje y el cambio de color del cabello.
En octubre pasado, Katalina participó en el concurso de belleza ‘Mujer T’, un reinado organizado en el marco de la Semana de la Diversidad, que premia a las mujeres 'trans' que influyen en la sociedad. Aunque Katalina no ganó asegura que seguirá la lucha desde su fundación.
“Nosotras no nacimos en el cuerpo equivocado, solamente nacimos en la sociedad equivocada”, este es el lema con el que Katalina se levanta cada mañana. Su sueño más grande es tener recursos para estudiar derecho, para seguir combatiendo la indiferencia y velando por los derechos de la población transgénero desde un nuevo rol: el de abogada.
ANA MARÍA CASTRO CASTRO
REDACCIÓN ELTIEMPO.COM
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